Diario de León

Venezuela

miles de venezolanos se agolpan para rendir culto a maría lionza, un espíritu dueño del monte y deidad pagana en el que ponen devotamente su fe

Venezolanos rinden culto a diferentes deidades en la montaña sagrada de Sorte.

Venezolanos rinden culto a diferentes deidades en la montaña sagrada de Sorte.

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El sonido de los tambores y el humo del tabaco inundan la montaña sagrada de Sorte, en el este de Venezuela, para rendir culto a deidades que van desde ancestros vikingos, indios, o políticos a los santos malandros (delincuentes), todos bajo el liderazgo de la reina, María Lionza.

A las faldas de Sorte, en el municipio de Chivacoa (Estado Yaracuy, a unos 270 kilómetros de Caracas), ante centenares de altares con las más variopintas figuras se agolpan los seguidores de María Lionza, un espíritu dueño del monte y deidad pagana a la que miles de venezolanos rinden culto. Alrededor de 20.000 personas, según cálculos del Gobierno de Yaracuy, visitaron a principios de octubre la montaña de Sorte, algunos sólo para el baile del 12 de octubre, que coincide con la celebración de la resistencia indígena, y otros para pernoctar días e incluso semanas cumpliendo promesas y haciendo peticiones a los espíritus.

Las diversas leyendas cuentan que María de La Onza era la hija de un cacique venezolano a la que su espectacular belleza y sus ojos verdes condenaron a esconderse en el bosque por la profecía de un chamán que auguró su nacimiento y posterior ruina de la aldea. Desde entonces, la «reina» habita en el bosque, que protege junto a las aguas dulces y los animales silvestres y, según el escritor venezolano Santos López, los diferentes espíritus indios, políticos o malandros convirtiéndose en una deidad que compite en número de adeptos y comparte en devoción con las iglesias cristianas.

La creencia popular asegura que la fuerza del espíritu de María Lionza se hace más notable en los días cercanos a la noche del 11 al 12 de octubre, cuando se celebra el Baile en Candela, donde un centenar de personas bailan y saltan sobre hogueras exhibiendo la invulnerabilidad que le dan los espíritus indios y los gritos que llegan desde el público. «Para mí María Lionza es todo, es mi madre y en ella pongo mi fe», explicó Belkys Lugo, de 29 años, que, tras participar en el baile asegura que se encuentra «muy bien» y no posee marcas de quemaduras, pese a haber andando sobre ascuas de fuego, gracias a la India Tibisay, su espíritu protector.

Las «materias» —personas que reciben en su cuerpo a los espíritus— visten la ropa del espíritu venerado, en ocasiones con plumas indias, en otras con pañuelos y cuernos vikingos, y animados por el licor tradicional indio de Cocuy. Sin embargo, la mayoría de asistentes se quedan en un plano más terrenal orando en los altares mientras aspiran con rapidez el humo del tabaco, un elemento esencial en el culto marialioncero. Otros se bañan en el río que cruza la montaña, también considerado sagrado y que estos días es decorado por una alfombra de velas prendidas por los visitantes.

Fuerzas sobrenaturales

Dentro de la montaña, bajo una pequeña catarata del río de Yaracuy, Yaiquer Clavijo golpea las rocas, se estremece y pronuncia sonidos incomprensibles. Acaba de recibir al Indio Guacaipuro, afirman las personas de su alrededor. Después de pasar el trance, Clavijo, de 19 años, asegura que no recuerda nada, aunque se siente un poco «atrofiado». «De pequeño», dice, era considerado epiléptico, pero su madrina espiritual lo enseñó a canalizar las fuerzas sobrenaturales que dice recibir.

El escenario se repite constantemente en la escarpada subida a la montaña de Sorte con diferentes altares dedicados a los incontables espíritus que forman la corte de María Lionza.

La peregrinación a Sorte aumenta cada año, no sólo con sus seguidores si no también con curiosos turistas extranjeros, según dice Juana de Dios, considerada la «sacerdotisa» de María Lionza y que estos días pasea por la montaña con su túnica roja de lentejuelas. Después de 56 años asistiendo a Sorte, Juana de Dios, de 84, señala que la fiesta de María Lionza ha crecido, principalmente, dice, «por los milagros que se han hecho y las grandes curaciones».

La figura de la «reina», generalmente la más grande y caracterizada con corona, convive en los altares con el busto de Simón Bolívar; Juan Vicente Gómez, dictador venezolano; diferentes figuras vikingas e, incluso, «Ismaelito», un delincuente común que, según el mito, robaba para dar a los más pobres. «En el reino del Señor hay de todo, uno no tiene por qué discriminar a nadie», dijo José Jaimes, un espiritista del Estado Lara que reconoce el «sincretismo» de los «marialionceros» con diferentes cultos, entre ellos, el cristianismo o la santería.

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