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MARUJA ZULOAGA

«Aprendí a tener interés»

la viuda del residente luis sáenz de la calzada también formó parte de la institución libre de enseñanza en el instituto escuela

La viuda de Luis Sáenz de la Calzada, Maruja Zuloaga.

León

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Es una de las leonesas que tuvo la suerte de formar parte de la Institución Libre de Enseñanza, ‘cuna’ de la Residencia de Estudiantes. Allí, al instituto escuela de Madrid, la envió su padre junto a su hermana para recibir una formación que entonces sólo estaba al alcance de unos pocos. Su padre, abogado del Estado en León, quería que sus hijas recibiesen una buena educación y no dudó en enviarlas a la capital con poco más de diez años. «Esos sitios eran un poco selectivos», asegura Maruja Zuloaga.

Allí comenzó el Bachillerato y conoció al que se convertiría después en su marido, Luis Sáenz de la Calzada, uno de los leoneses más representativos del grupo que albergó a Residencia de Estudiantes en su época de máximo esplendor. Él, que tenía nueve años más que ella, cogía el tren con sus hermanas para ir a Madrid —él a la Residencia de Estudiantes, ellas, a la de señoritas— tras visitar a su familia en León, igual que Maruja y su hermana. Así se conocieron. Luego, ella regresó a León. «Recuerdo que la II República la pasamos en el instituto escuela, donde estuve hasta los 16 años, cuando me diagnosticaron un problema de salud por el que me tuve que volver a casa y acabar aquí mis estudios», explica Maruja Zuloaga que, a sus 90 años, busca entre sus recuerdos para dar una idea, al menos la suya, de lo que fue la educación en aquel entonces.

«Mi paso por el instituto escuela me marcó maravillosamente bien. Nos enseñaron a ser compañeros de chicas y chicos de varias partes de España, y a aprender de una forma en la que no te dabas cuenta. Teníamos excursiones, nos llevaban a museos, jugábamos… La disciplina te la daba el propio ambiente que se respiraba de respeto hacia el profesor, pero también hacia el alumno. No teníamos libros, sino apuntes de lo que escuchábamos en las clases. Nos enseñaban inglés y francés con profesores nativos», señala.

A ella, «el interés por las cosas que tengo ahora, a mis noventa años, me lo enseñaron allí. Aquella educación te dejaba la cabeza despierta».

Maruja, ahora viuda, relata que su marido era una persona inteligente, con muchas inquietudes, que estudió Medicina, pero que además pintaba, escribía y formaba parte del teatro universitario La Barraca. Allí se codeó con muchos de los residentes, conoció a Federico García Lorca y dio respuesta a muchos de sus anhelos. «Tuve mucha suerte de encontrarle», asegura su viuda.

El paso de ambos por la Institución Libre de Enseñanza les hizo apreciar la educación como uno de los valores más importantes de la sociedad, que trataron de inculcar también a sus hijas. «La educación me parece algo tan sagrado que cuando escucho que quieren reducir sus gastos por la crisis me deja la sangre cortada», afirma. Y acaba con un mensaje para la juventud: «Vuestra es la antorcha de la sabiduría, pero ¡cuánto tenéis que luchar en estos tiempos!».