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domingo sutil

El cantarín del Bierzo

hace cestos, construyó carros y sacó madera, fue herrero y sigue dándole al yunque, empezó en la mina a los 13 años, le encantan las coplas, la caza y la pesca (cogió una carpa de 12 kilos) y su bodega abunda en vino casero. a domingo todo se le da

ana f. barredo

Publicado por
emilio gancedo
León

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Y a los corderines/ y a los cabritines/ les salen los cuernos desde piquiñines./ Y a los paisanos/ mal entamaos / les salen los cuernos después de casaos /». O esta: «Tien un nenu/ tien un nenu/ la criada del cura de Torenu/ y es chiquitín/ y es chiquitín/ y de nombre le pusieron Manulín». Canta Domingo Sutil sus coplas picarescas y sus tonadas y parece que el mundo se detuviera, atento a ver qué cuenta en ellas este hombre de mil oficios y mil habilidades, y después de comprobar la tremenda energía vibrante que sale de su garganta, el fulgor de sus ojos azules, el humor y la generosidad que se desprende de todo el conjunto, continúa dando vueltas, quizá reservando algo más de cariño hacia la raza humana.

Nació Domingo en Santa Marina del Sil en 1929 y aquí continúa residiendo. Su padre, de Mansilla del Páramo, emigró al Bierzo persiguiendo como tantos otros el sueño del carbón que hizo afuracar todo el valle de Toreno, pero tras la guerra, cuando apenas sobrepasaba la cuarentena, lo mataron («¿por qué? ¿quién sabe? de aquella no había responsabilidades, por una discusión, una rencilla… en este pueblo acabaron así ocho o nueve», indica Sutil). La cantina que regentaba su madre y el trabajo de los tres hermanos sacó adelante la familia.

«Con 13 años marché yo a la mina, iba de pinche, a llevar agua a las mujeres que cribaban el carbón», rememora nuestro paisano, dueño de una gran memoria («¡pues no conoces a mi suegra, tiene 102 años y se acuerda de todo casi desde el día en que nació!», ataja). Aquello enfiló a Sutil por un camino, el de la labor constante, el aprender a hacer de todo, una senda que no abandonaría prácticamente en la vida, pues luego fue pinche para la fragua, después aprendió a conducir todo tipo de maquinaria, camiones, palas… y a arreglarlas como hábil mecánico. Bajaba el carbón hasta las vías y allí se echaba al tren, todo a pala, del camión al vagón. «¡Antes era todo a mano, hombre, en la misma mina el carbón se sacaba con una pica , que por eso antes no había tantos silicosos, porque con la pica no sacabas polvo ninguno!». Domingo trabajaba sobre todo fuera de las galerías («y también entré, también»), acabando con la categoría de oficial de primera, pero no se detiene ahí su currículum combativo y montisco, no señor. «También hacía carros. Las ruedas y los radios de ancina , los piértigos de negrillo». «Y estuve de maderista con una carroceta, ocho años por esos montes sacando madera». «Y tres llevando el camión de la basura de Ponferrada... ¡bah! Valía para todo». Pero era además el herrero del pueblo, y todavía hoy, en su fragua curiosina, arregla las herramientas de los amigos y vecinos y hace azadines , picachos , machaos... cuenta con ese habla amestada de palabras leonesas, tan viva y precisa, y tan característica del Alto Bierzo. Y es que las cuadras y bodegas de junto a la casa de Domingo son verdaderos monumentos a lo que es, en lo íntimo, este pueblo: tarros y tarros de pimientos, bien apilados, las cebollas enforcadas (atadas con forcos de paja de centeno, eso lo hace su mujer); las cubas de un vino que también elabora él mismo, de sus propias viñas montaraces, y que se bebe como el agua («vamos a echar un gotín», dice animoso), los tomates, las patatas, las castañas («este año cogimos 700 kilos»), los útiles de pesca (ah, aquella carpa de 12 kilos que sacó); todo bien ordenado junto a las antiguas manuecas de majar y testigos de la época en que había ganado en casa, pareja de buéis para arare las viñas, ovejas, cabras, de todo. Y los cestos, hechos de mimbre de la vega, luego cocidos en agua. Sólo con ellos ya sería famoso Domingo. De todos los tipos y tamaños, bien apretados, sólidos, manejables, de adorno o uso común. Su casa es un auténtico museo de la artesanía y la diversificación: la huerta, el soto, el río, el monte, el mineral... todo lo aprovecha Sutil.

«¡Ah! ¡Yo he tenido muchos oficios, compañerín!»