Diario de León
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En cuestión de pocas semanas Europa, -—o al menos las autoridades políticas europeas—, han pasado de considerar tabú la salida de algún país del euro, a considerar esa posibilidad como una más a tener en cuenta. De innombrable, a posible. Es un paso cualitativo importante.

A estas alturas parece claro que los países con problemas tendrán cada vez más difícil hacer frente a los ajustes fiscales que les exige Bruselas, por la sencilla razón de que el enfriamiento económico es cada vez mayor. No bastan los ajustes y los recortes en el gasto, a pesar de los esfuerzos que realizarán los nuevos gobiernos de Grecia, Portugal, Italia y España. También hay que aumentar los ingresos.

En estas circunstancias, no extraña demasiado que la todopoderosa Alemania haya empezado a incluir entre sus hipótesis de trabajo la posibilidad de que los países que lo deseen puedan abandonar la eurozona, pero sin salir de la Unión Europea.

El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, considera que los países de la eurozona podrían tener que ceder algo de soberanía si quieren asegurar su unión monetaria. Es necesaria una integración mucho más estrecha en política económica y fiscal. Alemania estudia establecer reglas y fórmulas que permitan a los países que lo deseen salir voluntariamente de la disciplina del euro, pero sin que ello signifique dejar la UE.

Ahora mismo no existen mecanismos que permitan a un país salir por la puerta de atrás del euro. Pero posiblemente con una consulta popular y con un cambio en la constitución podrían hacerlo. Además, un país sí puede abandonar la Unión Europea por lo que podría dejar de participar en la moneda común. Si se quiere, se puede.

Lo que parece claro es que el mercado ha perdido la confianza en las instituciones de la zona euro. Las primas de riesgo disparadas en todos los países periféricos suponen buena muestra de las convulsiones que viven los mercados de deuda. La de España por encima de los 500 puntos básicos pone los pelos de punta a toda la eurozona, tanto como el aumento de los diferenciales entre los bonos franceses y belgas respecto al «bund» alemán.

La gran pregunta es ¿qué pasaría si un país abandona el euro? Qué le pasaría al país... y al conjunto de Europa. ¿Cómo sería la vuelta de un país a su antigua moneda nacional? Según José Luis Martínez Campuzano, estratega jefe de Citigroup en España, ese país lógicamente tendría que redenominar a su antigua moneda todos los activos financieros y también los activos y pasivos bancarios. Sería una moneda que se depreciaría rápidamente y tendría muy poco valor, lo que exigiría un estricto control de capitales. El país en cuestión vería cerrada su financiación exterior y se produciría una fuerte caída del PIB y una galopante subida de la inflación. Esta situación, a la postre, significaría una profunda depresión de la actividad económica, mayor pobreza, llanto y rechinar de dientes.

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