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Salir de la crisis sin salir del euro

Una devaluación en frío permite competir mejor en el exterior. Subir dos puntos el IVA y destinar esos ingresos a una rebaja de cotizaciones equivale a depreciar la moneda en un 12%

La ministra de Economía, Elena Salgado.

Publicado por
M. J. Alegre
León

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La crisis ha empobrecido severamente a España y sacado a la luz los desequilibrios de un modelo económico con fortísimo peso de los sectores financiero e inmobiliario. Ahora está en plena reestructuración el primero y totalmente estancado el segundo, tras el desplome de los últimos años. El único signo de recuperación son las exportaciones: la cuota de mercado se ha mantenido y el saldo exterior constituye, desde hace varios trimestres, la solitaria compensación al derrumbe de buena parte de los sectores productivos.

¿Qué hacer para potenciar las ventajas de la nueva situación? Un país más pobre, ¿acaso no puede competir con precios más baratos?. En anteriores etapas de recesión, devaluar la peseta fue la válvula de escape. Desde que España forma parte de la Unión Monetaria Europea esa puerta se ha cerrado y resulta mucho más difícil sacar partido del estancamiento económico para pelear con los productos y servicios nacionales de puertas afuera con mayores posibilidades.

No solo existe una paridad fija sino que, después de siete trimestres consecutivos de retroceso del Producto Interior Bruto, seguidos de seis de mínima expansión y de una vuelta al estancamiento, la factura petrolera todavía mantiene la inflación en España más elevada respecto a la media de los socios del euro —el diferencial solamente fue negativo durante el 2009— y la competitividad se resiente de ese alto nivel de precios.

Los expertos empezaron a hablar hace algún tiempo de la conveniencia de aplicar una «devaluación fría», y la sugerencia ha reaparecido en los recetarios y listas de recomendaciones que se formulan al gobierno que salga hoy de las urnas. Equivale a una devaluación doméstica, que no incide en el anclaje de la economía española en la zona euro porque mantiene la moneda única y su tipo de cambio, al tiempo que presiona a la baja sobre los precios con una serie de ajustes internos.

Es una estrategia que se puede adaptar a muy distintas posiciones políticas y teorías económicas, y en la que cabe utilizar los más diferentes instrumentos. Hace más de dos años que el servicio de estudios de BBVA planteó una subida del IVA en dos puntos porcentuales para destinar la cantidad de recaudación adicional a rebajar entre 3,5 y 4 puntos las cotizaciones sociales que pagan las compañías y los autónomos. Sería algo así como un ‘IVA social’ en el que el efecto desalentador del consumo vendría compensado con holgura por la doble ventaja que se debiera obtener de la reducción de costes empresariales. Según los expertos, incentiva la creación de empleo y permite una reducción de los precios de venta al público de bienes y servicios… antes de impuestos.

Para atenuar el impacto negativo, los autores sugerían en aquel momento aplicar un año antes el recorte de cotizaciones, y compensar después su efecto recaudatorio con el alza de la fiscalidad sobre el consumo. Pero existe una amarga experiencia de los desajustes que provoca el anuncio del incremento del IVA con meses de anticipación: los ciudadanos posponen sus decisiones de gasto y la economía se paraliza.

Desde entonces, en julio del 2010 subió el IVA en España del 16% al 18% el tipo ordinario y del 7% al 8% el reducido, pero todavía son unos valores que están muy por debajo de los que aplican otros países comunitarios, y el Fondo Monetario Internacional ha recomendado nuevos aumentos.

Comparaciones

Solo Chipre, y Luxemburgo conservan un tipo estándar inferior al español, y en los paquetes de medidas de ajuste que los países europeos en dificultades por la crisis de la deuda están anunciando desde el verano se incluye la subida del IVA en determinados productos y servicios de consumo masivo. Francia ha pasado el tipo reducido del 5,5% al 7% y Portugal aplicará un 23% a la electricidad, el gas, la restauración, los hoteles y otras prestaciones turísticas.

El servicio de estudios de BBVA ha retomado la idea de combinar la subida del IVA con la rebaja de cotizaciones. Ahora calcula que, junto al efecto positivo en el mercado laboral —habló de la generación de unos 280.000 puestos de trabajo en el primer año y, a largo plazo, los expertos opinan que cada punto de recorte de cotización aumenta el nivel de empleo en un 0,5%—, su propuesta tendría el efecto equivalente a una devaluación fría del 12%. Es decir, como si aún mantuviéramos la peseta y pudiéramos reducir su valor en esa proporción, con los consiguientes beneficios para la competitividad exterior.

En el programa de los candidatos a las elecciones generales no figura una subida del IVA, pero tampoco aparecía en las intenciones de partida de la segunda legislatura del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que tuvo que aplicarla para cumplir las exigencias de la Unión Europea y su empeño de buscar nuevas fuentes de ingresos públicos con los que atajar el déficit. Ajustes de este tipo los defiende el Instituto de la Empresa Familiar, o el profesor Rafael Pampillón, del IE Business, que aboga por «dar un balón de oxígeno a las empresas en forma de menos cotizaciones sociales» que iría acompañado de una subida del IVA y también del Impuesto sobre Hidrocarburos.

Por el contrario, desde el ámbito sindical creen que los efectos de una ‘devaluación en frío» se pueden conseguir mediante un pacto de rentas.

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