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la lucha por el ‘otro’ oro negro
costa de marfil, el primer productor mundial de cacao, se encuentra inmerso en una cruenta batalla por el control de sus recursos económicos
Ensombrecido por las revueltas árabes que asolan el norte de África, el actual conflicto de Costa de Marfil ofrece una nueva perspectiva regional en la clásica lucha por el control del oro negro .
El 3 de diciembre del 2010, el exmandatario Laurent Gbagbo fue proclamado vencedor de las elecciones presidenciales de Costa de Marfil por el Consejo constitucional, con el 51,45% de los votos. Sin embargo, la decisión no fue reconocida por la comunidad internacional, quien otorgó la victoria a su rival político, Alassane Ouattara. Desde entonces hay un vacío de poder de facto, que ya ha provocado más de 1.500 muertos y cuya intrahistoria económica aún muestra demasiados claroscuros.
En la actualidad, el país africano es el primer productor mundial de cacao, con una cuota de mercado superior al 30% —fuentes oficiosas apuntan el 38%— que le proporciona unos pingües beneficios utilizados históricamente como moneda de cambio en la cruenta lucha por dirigir el país. Según un reciente informe de la ONG Global Witness, la crisis de Costa de Marfil se puede traducir —a groso modo— en una lucha entre las diferentes fuerzas por el acceso a los recursos, mediante la exclusión social y económica de sus trabajadores. «Es una historia que hemos visto en otros países, como en el caso de los diamantes de sangre de Sierra Leona y Liberia, donde las materias primas sirven de combustible a un conflicto, que se corrompe, además, con trabajo infantil, corrupción y violencia étnica», apunta. La organización acusa de igual modo al Gobierno local y a las (por entonces) rebeldes Fuerzas Nuevas, a las que reprocha haber alimentado su arsenal bélico gracias a la extorsión y la malversación de fondos procedentes del comercio del cacao. Sin embargo, la lucha por el control del llamado oro marrón marfileño no es una novedad. Ante el incremento del número de trabajadores extranjeros que cultivaban este producto en Costa de Marfil, (se estima que el 30% de la población es inmigrante), en 1995 el ex mandatario Henri Konan Bédié introdujo la doctrina nacionalista «Ivoirité» que, entre otras cuestiones, tan solo permitía presentarse a cargos políticos a los marfileños de segunda generación. Éste es el caso de Alassane Ouattara, vencedor en las presidenciales de noviembre, a quien se le impidió participar en los comicios de 1995 y del 2000 debido a que su padre era originario de Burkina Faso. «En su esfuerzo por aumentar el precio del cacao, el Gobierno decidió limitar los derechos de los inmigrantes que lo cultivaban. Ahora esta cuestión se le vuelve en contra», reconoce el analista Eric Kacou.
Y sembrada la semilla del odio racial, ahora toca recoger sus frutos. El presidente Ouattara prohibió las exportaciones de los cultivos comerciales —que representan un tercio del Producto Interior Bruto (PIB)—, mientras que el líder rebelde Gbagbo amenazó con nacionalizar la industria y aprovechar de esta forma las existencias no exportadas.
De igual modo, la captura de los centros del cacao ha tenido un importante papel en el desarrollo de los conflictos actuales. También en el 2010, los seguidores de Outtara se apoderaron del puerto de San Pedro, el segundo más grande del país y el primer punto de exportación del preciado fruto, que hasta ahora permanecía bajo la tutela de los partidarios del presidente saliente Gbagbo.
Mercado colapsado
Como señala Alex Vines, analista del think tank británico Chatham House, la captura de este puerto ha tenido un especial significado en el devenir de futuros acontecimientos. Y explica el motivo: «al ser el principal punto de exportación de cacao del país, dejó literalmente a Gbagbo sin efectivos financieros para pagar a sus tropas (que se calculan en apenas ya 2.000 combatientes)». Así que ante estos datos, el mercado mundial de cacao se colapsa.