onu sin veto en túnez

La conferencia de países amigos de Siria se reunió el viernes en Túnez probablemente por iniciativa del emirato de Catar, cuyo incansable activismo diplomático y peso político contrasta mucho con su tamaño (es bastante más pequeño que la provincia de Toledo) y militar (no tiene casi fuerzas armadas dignas de ese nombre), pero se explica porque reparte, en un país sin impuestos, una renta por cabeza de casi 100.000 dólares a sus dos millones de habitantes. El adverbio probablemente para endosarle la nota de gastos es obligado porque aunque su Gobierno no confirma tal papel, los medios diplomáticos locales lo dan por seguro.

Túnez, sin dinero, pero con su reputación de transición lograda en un país árabe, su seguridad pública y su buen aeropuerto era la sede ideal. Observadores tunecinos, sin embargo, emiten reservas sobre ciertos riesgos de instrumentalización por terceros del papel del gobierno, islamista y elegido, de Hamadi Jebali.

La conferencia fue una especie de Asamblea de la ONU fuera de Nueva York, una especie de ONU sin Rusia y China, que rehusaron asistir invocando cuestiones prácticas (desacuerdo con la declaración final), la presencia del Consejo Nacional Sirio, oposición exiliada que en primera instancia no estaba invitada pero fue recuperada hace unos días a petición no se sabe de quién y, sobre todo, aunque no se diga, el precedente de Libia

Moscú y Pekín están resueltos a impedir que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emita una resolución como la 1973 que en marzo pasado autorizó la intervención extranjera en Libia a cargo de la OTAN.

Este escenario, con el dúo ruso-chino del brazo, tiene un anacrónico gusto a guerra fría subrayado estos días en muchos medios. Este es el daño colateral de la gran reunión que, por lo demás, fue un éxito porque consiguió lo que pretendía: emitir una estudiada, juiciosa y valiente declaración de condena de la conducta del régimen sirio y de apoyo a una salida árabe que, en realidad, está disponible desde hace tres semanas.