hermanos colombófilos
Mensajeras del siglo XXI
maestro y veterinario, el equipo perfecto de colombófilos leoneses que preparan a sus aves para que, cual brújulas, regresen a su palomar de origen desde cualquier punto de la península
Las palomas se citan en canciones, son símbolo de la paz, en singular dan nombre a una mujer, acompañan y pueblan parques, plazas y paseos; y salen en desbandada cuando un niño corretea tras ellas divertido. Así es, esta ave forma parte de la vida cotidiana de todos. Su arrullo resulta algo familiar y cada día nos cruzamos con decenas de ellas. Planean de los árboles a los tejados y de éstos a las repisas; esperan que algún ‘gusanito’ o miga de pan les caiga cerca, aunque a veces uno tiene la mala suerte de pasar por debajo en el momento menos indicado... ¿Pero qué esconden? Dos colombófilos leoneses —o adiestradores de palomas mensajeras—, nos muestran la otra cara de estos animales.
Los hermanos Barrallo Fernández —Eduardo y Guillermo— llevan más de 20 años rodeados de sus palomas. Su dedicación a la cría de éstas se gestó cuando, siendo aún bien pequeños, visitaban la granja de su tío Hilario. «Íbamos muy a menudo y pronto le cogimos el gusto a eso de estar rodeados de animales. De niños llegamos a tener hasta 50 canarios en la terraza de casa», recuerda Eduardo. Hoy en día son más de 50 las palomas que crían y adiestran en su reducto de Santa Marina del Rey, en León. «A los 12 años hicimos un viaje a las Islas Canarias, donde se celebraba una exposición de palomas mensajeras; cogimos un panfleto y por mediación de un amigo veterinario obtuvimos nuestros primeros seis ejemplares», explican los hermanos.
Paso a paso, con dedicación y mucho amor hacia estas aves, han conseguido hacerse un hueco importantísimo en el panorama de la colombofilia nacional. El pasado año Eduardo consiguió el primer puesto en el Campeonato de España de Regularidad —uno de los siete concursos nacionales que se celebran al año—, un premio que suma a la larga lista de diplomas que acreditan sus buenos resultados en este deporte. La colombofilia celebra sus propias olimpiadas y el próximo campeonato mundial tendrá lugar en septiembre. ¿Pero cuáles son los entresijos de esta práctica?
Preparar a unas deportistas
Las palomas mensajeras ocuparon las primeras filas del Ejército en siglos pasados como un revolucionario sistema de comunicación, hoy sustituidas por dispositivos móviles y tecnologías vía satélite. Ahora acostumbramos a verlas como simples compañeras de paseo, pero los ejemplares de Eduardo y Guillermo lucen hermosos y con un plumaje brillante. Maestro y veterinario, respectivamente, forman el equipo perfecto de colombófilos. Eduardo prefiere competir, y le encanta, mientras que Guillermo se dedica a la labor de fondo, al cuidado de los pájaros, «que no son pocos», comentan. En su pequeño laboratorio —improvisado en una de las habitaciones de la casa— trata con delicadeza cada ejemplar, a los que somete a pruebas periódicas para evitar cualquier tipo de lesión o enfermedad. «Cuando una de ellas no se encuentra bien se nota en seguida, si no come o, simplemente, no sale a volar un día con el resto es la señal de que le ocurre algo», afirma el veterinario.
Todos los cuidados son pocos. Y es que preparar a estas deportistas de élite es una ardua tarea que comienza desde que son pichones: un seguimiento sanitario continuo, una alimentación exquisita y un entrenamiento diario. Transformar una paloma mensajera en una atleta requiere aplicar una rutina diaria y mucha paciencia, fundamental. Desde que resquebrajan sus huevos, Eduardo y Guillermo acostumbran poco a poco a sus pichones a volar y regresar. «Esa es la dinámica. Por sí misma, un ave echa a volar y volar… pero el hambre, por ejemplo, le hará volver a casa . Por eso siempre hay que ofrecerles incentivos al llegar, como alimentos, un macho o una hembra, jugar con ellas… Todo lo que tenga que ver con que se encuentren a gusto en el palomar», explican.
Una especie de banderín casero da la salida a las palomas de los hermanos leoneses que, de forma instantánea, al abrir la puerta del recinto salen revoloteando ansiosas, «por instinto están deseando salir», dice Eduardo. La desbandada de más de 50 ejemplares crea un espectáculo hermoso. Luego, en el cielo, vuelven a unirse para volar en grupo durante dos horas aproximadamente, y así, cada día. «Las palomas son verdaderas atletas», comentan orgullosos nuestros colombófilos. Éstos, a modo de entrenamiento, las fuerzan para que permanezcan en el aire y no se posen, «a la que lo haga se la espanta y así se acostumbran a estar volando», señalan.
En el proceso de aprendizaje, lo que hacen los hermanos Barrallo es llevar a sus palomas a lugares cada vez más lejanos para que vuelvan hasta Santa Marina del Rey. «Comenzamos, por ejemplo, con La Bañeza, luego llegamos a Zamora y las soltamos desde Benavente o Riego del Camino, pasamos a Ledesma, en Salamanca…», y así se consigue algo tan sorprendente como el regreso de una bandada desde Tarifa, «¡alrededor de 900 kilómetros! —exclaman—, es la distancia más larga que han llegado a recorrer e, incluso, una tardó tres días en llegar la pobre. En estos casos demuestran la pasión que tienen por llegar a su palomar aunque se encuentren heridas y estén sufriendo». Estas aves gozan de una gran fortaleza, son muy duras y «se recuperan prontísimo», añaden, pues, han sido testigos de cómo uno de sus ejemplares, que ya daban por perdido, llegó a casa al cabo de varios días gravemente herida, «se le veía el hígado —afirman— y sobrevivió».
Cualidades
Sería una injusticia tachar a la paloma mensajera de medio de comunicación tardío y obsoleto. Aunque parezca mentira, Eduardo y Guillermo cuentan cómo dentro de ciertas ciudades de Alemania utilizan estos ejemplares para trasladar muestras de sangre de un hospital a otro. «Por si alguna se extravía, colocan la misma muestra en dos o tres palomas que, tomando el atajo del aire, libran cualquier atasco y llegan mucho antes a su destino».
Estas aves son bastante especiales. Poseen unas alas muy desarrolladas de tanto volar, al igual que su pechuga. La ciencia cree que entre el pico y los ojos se encuentran pequeños cristales de magnetita, la culpable de su extraordinario sentido de la orientación, al detectar y guiarse al volar a través de las ondas electromagnéticas de la Tierra (como una brújula). También se rigen por la vista —a modo de panorámica desde un avión—, pues adquieren memoria topográfica, y por el sol, «por eso es bueno echarlas a volar siempre en la misma dirección», observa Eduardo.
Todas son especiales. Y diferentes, aunque a simple vista no lo parezca. Los Barrallo aseguran que distinguen a cada una de sus 55 palomas, a pesar de ello, y para no llevarse ningún susto en las competiciones, cada ejemplar posee una anilla en una de sus patas desde que son pichones a modo de distintivo con un determinado número y las iniciales del lugar de nacimiento. «Así no se dan confusiones, pues hay hermanas que son casi idénticas y enviar a la equivocada a volar en una determinada prueba supondría perder tanto el campeonato como a ella», explica Eduardo. Cual mascotas corrientes las hay incluso que tienen nombre propio, «como Harry», o está la prefe entre todas como la de la simpática hija de Eduardo, que lo tiene claro, «la mía es la blanca».
Como reinas
Quizá sea la hora de replantearse el aprovechar las cualidades de estos misiles del aire. ¿Un medio desaprovechado? De momento, colombófilos como nuestros leoneses se preocupan de su cuidado y supervivencia. «Podría decirse que viven como reinas», en eso están de acuerdo. Para tener un palomar se requiere de una gran prudencia en lo referido a la sanidad; la prevención de enfermedades necesita de medidas como la colocación de una rejilla en el suelo, que les mantenga fuera de contacto con sus heces, o la no interactuación de los machos y las hembras en la jaula. Toman complejos vitamínicos y comen pienso seleccionado que un amigo de los hermanos les trae desde Santa María del Páramo, al cual le agradecen enormemente su acto altruista.
Guillermo, en el laboratorio, toma y analiza muestras para descubrir posibles hongos o enfermedades, realiza curas... «Nuestras palomas están acostumbradas a unas condiciones tan exquisitas que viven más que el resto, eso sí, en cuanto les falta un pequeño detalle mueren. Tienen una calidad del 100%, pero hay que mantener ese listón siempre», comentan maestro y veterinario.
«Es muy importante conocerlas bien», asegura Eduardo. La selección de las competidoras es una tarea fundamental para ser un buen colombófilo. «Cada cual tiene unas características que vamos descubriendo a lo largo de los entrenamientos. La que se queda atrás en su llegada al palomar la vamos desechando de la competición; el secreto es ir reduciendo ejemplares y así conseguir un gran rendimiento con el menor coste posible», explican los hermanos leoneses, «aunque al principio, muchas se quedan en el camino, se pierden o mueren».
Explotar demasiado a una buena mensajera sería acabar con su reputación como tal, «todo lo da la experiencia», afirma Eduardo, que, como maestro, enseña orgulloso a sus alumnos todo sobre las mensajeras. «Es un mundo que les sorprende y ver sus caras cuando las palomas les traen de vuelta las notas que enviaron no tiene precio».