Diario de León

Héroes del titanic al cruzar el atlántico

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En la cubierta del ‘Titanic’, unos valientes caballeros latinoamericanos eligieron pasar su última noche, la del 14 al 15 de abril de 1912, escuchando los acordes que tocaba la orquesta mientras el lujoso transatlántico se hundía frente a las costas de Terranova. Entre los más de 2.000 pasajeros que viajaban a bordo del ‘Titanic’, figuran varios latinoamericanos, cuatro de ellos de origen español, que murieron haciendo gala de su caballerosidad y valentía.

El mexicano Manuel R. Uruchurtu, el argentino Edgardo Andrew, y los uruguayos Ramón Artagaveytia, Francisco Carrau y José Pedro Carrau, integran la lista de los latinoamericanos que embarcaron en el ‘Titanic’, tal y como confirmó una portavoz de Musealia, empresa que organiza la muestra ‘Titanic, the exhibition’.

La tragedia del viaje inaugural del famoso buque, que zarpó del puerto inglés de Southampton y nunca llegó a Nueva York, mostró todos los aspectos de la condición humana, desde la más extrema generosidad hasta la mezquindad más deplorable. Entre los comportamientos ejemplares destaca el del único mexicano que viajaba a bordo: Manuel R. Uruchurtu, de origen vasco, un político nacido en Hermosillo, miembro de una familia pudiente y destacada del noroeste de México. La noche en la que el ‘Titanic’ chocó con el iceberg, Manuel Uruchurtu fue subido al bote salvavidas número 11, gracias a su estatus de diputado en visita oficial en Francia. Entonces, —según recuerda en un artículo un pariente suyo, Alejandro Gárate Uruchurtu, miembro de la Sociedad Histórica del ‘Titanic’—, apareció la inglesa Elizabeth Ramell Nye, «quien imploró ser incluida en el bote salvavidas, alegando que su esposo e hijo le esperaban en Nueva York». Manuel Uruchurtu cedió su lugar a Elizabeth y, a cambio, le pidió que visitara a su familia en Veracruz para contarles su destino. En 1924, Elizabeth cumplió su promesa y viajó a México para encontrarse con la viuda de Uruchurtu. No obstante, tiempo después se descubrió que Elizabeth había mentido ya que ni estaba casada ni tenía ningún hijo, según el artículo de Gárate Uruchurtu.

Esta es sólo una, pero son muchas las historias de caballerosidad y solidaridad que caracterizan la tragedia del ‘Titanic’.

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