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perpetua lópez díaz

mujer bien bautizada

tiene 102 años, se llama de forma muy apropiada Y, entre otras cosas, VIO cómo el estallido de la guerra le apartÓ DE SU FAMILIA POR POSPONER UN VIAJE UN SOLO DÍA

Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Bien bautizada quedó la señora Perpetua, que ya ha alcanzado los 102 años desde su nacimiento en San Justo de los Oteros, tanto por la idoneidad de su nombre a estas alturas de una vida «en la que pasé de todo», suspira, como por sus arraigadas convicciones religiosas: sufrió la guerra en Madrid y, para rezar, bajaba con otras vecinas a una bodega porque entonces estaba «mal visto».

Recuerda Perpetua su infancia ahora lejana, de familia labradora en tierra llana, cuando con doce años «iba a atropar espigas y a trillar» pero también le saltan a la memoria los juegos con sus amigas seguidos rápidamente —la infancia era fugaz en aquellos tiempos— de su casorio con Matías, del vecino Rebollar. En 1931, siendo policía la profesión de su marido, marchan a vivir a Madrid, donde residirían en varios lugares de la capital. Cinco años después preparan el viaje de regreso a León, ya que el padre de familia se encontraba delicado de salud; primero volvió él con los tres retoños y ella, con la hija de tres meses, lo pospuso para el día siguiente, pero aquel tren no llegaría a salir: esa mañana estalló la guerra y Perpetua no volvería a ver a los suyos hasta tres años más tarde.

Entremedias, muchas bombas y mucho miedo. Se quedó con un matrimonio que no tenía hijos, ayudándoles en el bar que regentaban, y rememora cuando, en la plaza de la Cebada, estaban varias cuidando a sus niños. Una de las señoras se levantó a por una criatura y menos mal que lo hizo, ya que el mismo lugar en el que estaba sentada cayó con estruendo un proyectil. Todas las comunicaciones estaban cortadas entre ambas zonas, así que las cartas que enviaba su marido debían sortear un largo periplo vía Francia para poder llegar a manos de Perpetua. «Sí, aquí dice que están bien, pero eso será cuando lo escribió, vete a saber ahora», solía decir. Tampoco olvida el día en que regresó su marido: la pequeña se lo encontró en el patio y salió corriendo, pues no lo conocía. Luego fueron al último piso en el que había estado de renta la familia, sorteando escombros, y lo encontraron vacío («no había ni muebles, ni ropa, nada»).

Tras los años de las cartillas de racionamiento y el pan de borona vino el regreso a León, donde se estableció la familia. Hoy, Perpetua goza de buena salud, se pega sus buenas caminatas, come bien (menos ‘comeretes de esos modernos’, el yogur no lo ha probado nunca), es una experta en sopas de letras y se enorgullece de la extensa saga que inauguró: «4 hijos, 11 nietos, 13 bisnietos y 2 tataranietos».

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