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Publicado por
enrique vázquez
León

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Definitivamente, la elección presidencial en Francia, además de suscitar un interés extraordinario en toda la Unión Europea, es una lección política y social de alto valor. Un dirigente parisiense del Frente Nacional dijo apenas saber que Hollande y Sarkozy serían los contendientes finales que él se iría de pesca, sugiriendo que ni uno ni otro le representan ni le conciernen. No hay tal cosa y se probará con la participación hoy domingo: si los votantes del FN se quedan en casa a falta de candidato, sus seis millones y medio de votos se echarán en falta.

Pero no será así y esa es una primera constatación: muy poco más del 30% de esos franceses piensan abstenerse, según los sondeos, un 48% entiende respaldar a Sarkozy y un 21% a François Hollande, un socialista.

El presidente saliente cortejó al FN ya en la primera vuelta y, abiertamente, de cara a la segunda. Los centristas puros, esa especie política en vías de extinción, bien representados en Francia por el MoDem del moderado François Bayrou, registraron un muy mal resultado en la primera vuelta y bajaron del fantástico 18% del 2007 a la mitad ahora, pero así y todo eso son más de tres millones de votos, un sumando inestimable al que el jefe, aunque personalmente se inclinó por Hollande, dio libertad de elección. Y según previsiones creíbles el 39% de ese total se abstendrá o votará en blanco, mientras apoyará a Sarkozy un 46% y elegirá a Hollande un 15%.

Por lo demás, y sin sorpresa, más del 90% de los votantes del Frente de Izquierda ha decidido ya respaldar a Hollande. Los votantes de Hollande, si él es finalmente el elegido, solo podrán esperar racionalmente que atienda parcialmente sus demandas: no están afiliados ni comparten del todo su programa. Ese es el otro desafío para el nuevo presidente: ¿qué hacer si hay entre sus votantes abundantes comunistas, muchos centristas poco politizados y muchos ultras. además de muchos socialistas clásicos? Lo sucedido explicará en su día parte de lo que sucederá en París en los próximos meses: flota en el ambiente un mensaje nacional circunscrito por el crudo imperativo de las circunstancias económicas a un vivo deseo de volver al beau vieux temps.

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