internacional
La caída de Julia
La cárcel, su frágil salud y la reciente huelga de hambre están destruyendo a Julia Timoshenko, la ex primera ministra ucraniana
Se la conoce con distintos sobrenombres: la ‘Pasionaria ucraniana’, la ‘princesa del gas’, por sus antiguos negocios y la ‘dama naranja’, por su papel clave en la revuelta en contra del fraude electoral en las presidenciales de noviembre del 2004. También la llamaban ‘Lady Yu’, por su proximidad ideológica con el entonces presidente, Víctor Yúshenko, un aliado político con el que terminó rompiendo.
Delicada, glamurosa y elegante, pero también dura y despiadada. Al menos eso piensan de Julia Timoshenko sus numerosos detractores. Sabe encender a las masas en los mítines por su brillantez y elocuencia. Es como Margaret Thatcher, la Dama de Hierro, pero con el encanto de Evita Perón. «Ha llegado el momento de despejar el camino y quitar de en medio todo lo que estorba. Hay que hacer que la gente sienta que el poder ha cambiado, que pueden trabajar y ganar dinero tranquila y libremente sin el yugo de la corrupción», afirmó nada más tomar posesión como primera ministra en febrero del 2005. Su irresistible ascensión fue resultado del inmenso apoyo obtenido gracias al triunfo de la ‘Revolución Naranja’, en la que tuvo mayor protagonismo que Yúshenko.
Pero desde entonces ha llovido mucho. La ‘princesa del gas’, partidaria de la integración de su país en la Unión Europea y la Otan, está ahora en las horas más bajas de su existencia. Purga desde agosto del año pasado una pena de siete años de prisión en un penal de Járkov por «abuso de poder». Alcanzó un acuerdo con Vladímir Putin para la adquisición de gas ruso a un precio considerado altamente perjudicial para los intereses de su nación. Afronta además un segundo proceso, en su día archivado por falta de pruebas, por evasión fiscal que podría elevar la condena a 12 años. Su estado empeora por momentos. Una hernia discal la obliga a permanecer casi inmóvil. Por si no fuera suficiente, tres empleados del centro penitenciario la obligaron el mes pasado por la fuerza a trasladarse a un dispensario para recibir tratamiento. Ella se resistió y se la llevaron en volandas.
En el forcejeo sufrió magulladuras que logró fotografiar durante una visita Nina Karpachova, la defensora del pueblo ucraniana, y distribuir después entre los principales diarios. Hasta esta misma semana mantuvo una huelga de hambre que la debilitó y agravó su ya deteriorada salud.
«Timoshenko no come nada desde hace dos semanas, Bebe solo agua y está perdiendo mucho peso. Permanece además casi todo el tiempo acostada porque no puede moverse», aseguraba su abogado, Serguéi Vlásenko. Su hija, Evguenia, asegura que «nos estamos quedando sin tiempo. El domingo pasado, a través de un texto publicado en el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung , Evguenia pidió a Berlín que interceda «antes de que sea demasiado tarde».
Con la ayuda de sus partidarios, su familia y algunos de los países más poderosos del mundo, Timoshenko está librando una dura batalla por su libertad. Todos ellos estiman que los cargos que se le imputan son ficticios y que el motivo real de la persecución que sufre tiene naturaleza exclusivamente política.
El que fue consejero de la ‘dama naranja’ cuando era jefa del Ejecutivo, Oleg Medvédev, considera una «monstruosidad» que el actual presidente, Víctor Yanukóvich, utilice una forma tan «burda» de acabar con su principal adversario político.
En enero del 2009 firmó con Putin el polémico acuerdo del gas que la ha llevado ahora a la cárcel. Después las relaciones con su socio de coalición se hicieron insufribles. Concurrieron a las presidenciales del 2010 por separado. Yúshenko quedó descolgado en la primera vuelta mientras Timoshenko perdía en la segunda ante Yanukóvich. Finalmente, fue destituida como primera ministra en una moción de censura iniciada por el partido de Yanukóvich en marzo del 2010.