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JESÚS CORDERO DÍaZ, ‘XIXÓN’

Llevó la tele a asturias

aúna dos estéticas tan variadas como son el rock y el folclore. allerano afincado en rodiezmo, fue pionero del esquí, de las ondas catódicas y de muchas cosas más

JESÚS F. SALVADORES

Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Hay que tener bien de tiempo para hablar con Xixón —no responde a otro nombre— y tener el oído muy avisado en el bable del concejo de Aller y del valle de la Tercia —que ambos, asturiano y leonés, el mismo son, en el fondo—, porque este paisano, enormemente popular en toda la Montaña Central, tiene mucho que contar y lo hace con arte, y además rescatando sin cesar viejas palabras, palatalizaciones y sonidos que uno creía fenecidos hace tiempo. Nació nuestro hombre en octubre de 1934 como Jesús Cordero Díaz en Los Torneros, caserío de Moreda de Aller, y cuando luego trabajó para TVE y tuvo que hacer constar de dónde era, pues dijo ‘Gijón’ como podía haber dicho Colunga porque su aldea «no aparecía en los mapas». Y con Xixón quedó para los restos. Once hermanos eran, el padre murió a los 49 años de silicosis y él entró en la mina con trece, «de rampleru », y a los quince ya estaba picando carbón, aunque «el más ruin de toos yera yo». Dice que medía poco más de un metro y que cuando lo llamaron a Cabañaquinta para tallarse no daba ni la altura ni el perímetro. «Pero tú, chaval, ¿qué alegas?», le preguntaron; y él: «¿Qué voy a alegar? Nací na mina y soy mineru ».

Un médico de Buiza le recomendó vivir al otro lado del puerto («dicen que son mines más sanes , pero ye mentira») y en La Magdalena y en muchos otros sitios picó sin martillo neumático ni Dios que lo fundara, que entonces no había nada de eso. Y aunque ganaba « buenes perres », 22.500 pesetas al mes, lo dejó todo por meterse a guardia del flamante repetidor pinado en lo alto del Cuitu Negru, 4.500 pesetas en jornadas de doce días y soportando temperaturas de hasta 24 grados bajo cero. Entre 1963 y 1995 laboró allí, y fue quien dio la señal para que se viese la televisión en todo el Principado, y doblaban la guardia en días señalados de la Transición, por temor a los etarras. Aquel chamizo eran «cuatro parees de maera » que temblaba con la mucha nieve y vendavales que caían (en 1971 soportó la mayor, cuatro metros). Y hasta quince días se pasó una vez allí metido, con el pan poniéndose malo y mirando «por un furaquín ». «No había ni páxaros , sólo cuervos». Pionero con los esquíes (a fuerza de pegar costaladas), con ellos echaba el relevo p’abaxo y subía con una mochila que pesaba quince kilos. Cortejó en Caldas y una vez que fue hasta allí estuvo doce horas perdido entre la nieve y el xelu . También sacó a once yeguas de un pozo en el que se habían quedado atrampadas. Y aprendió a tocar la gaita en su nido de águilas. Tenían un teléfono para comunicarse con Madrid y en una ocasión dejó «el botón apretáu » y se puso a ensayar con la gaita, 3 ó 4 horas, y en Prado del Rey, claro, andaban locos. «¡Pero qué interferencias son esas!», decían.

Andaba con una moto BMW del 72 que le costó «un millón cien mil» pero que « nun valía p’al puertu la cabrona», y tuvo también muchas otras, y exhibe sus modernas gafas, anillo y pulseras al lado de la faxa , la gaita y el xilecu . Sin complejos, ho .