Diario de León

manuel sirgo álvarez

El arte de plegar el mundo

este artista del doblez y profesor en el colegio divina pastora presenta un arte venido de japón, cuya práctica fortalece el cerebro. tiene dos libros publicados sobre origami y, en la memoria de sus dedos, miles de figuras plegadas

El profesor de Física, Química y Matemáticas en el Colegio Divina Pastora de León muestra dos de sus cuadros de exposición, en los que se ven insectos palo y más de una decena de arañas.

El profesor de Física, Química y Matemáticas en el Colegio Divina Pastora de León muestra dos de sus cuadros de exposición, en los que se ven insectos palo y más de una decena de arañas.

Publicado por
sonia vidal álvarez
León

Creado:

Actualizado:

Con el corazón encogido, Toshiro contó las grullas de papel que se hallaban dispersas sobre la mesita de su amiga Naomi. Solo veinte. Después, las juntó cuidadosamente antes de guardarlas en un bolsillo de su chaqueta. —Te vas a curar, Naomi— le dijo. Esa noche, Toshiro recopiló todos los papeles que encontró en casa y así, en el silencio y la oscuridad de aquellas horas, recortó primero novecientos ochenta cuadraditos y luego los plegó, uno por uno, hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi». (Estracto del Cuento de Las mil grullas ). Según una leyenda japonesa, que se remonta al estallido de la bomba nuclear sobre Hiroshima durante la Segunda Guerra Mundial, el mayor deseo de alguien será concedido si construye mil grullas de papel.

Arte, historia y ciencia se dan la mano cuando hablamos de papiroflexia —conocida en el resto del mundo como origami—. La genialidad de crear sorprendentes figuras a partir de una sola hoja de papel no es un mero pasatiempo, no sólo otra forma de entretenerse. Lejos de esas pajaritas y barcos de papel al alcance de cualquier niño, el origami es mucho más. Uno observa un insecto palo hecho de celulosa, lo mira por arriba y por abajo, por los costados, mira sus antenas y alas, y concluye atónito que ese bicho no puede salir de una simple lámina de papel. Pero así es. La perplejidad es la tónica de todo aquel que descubre estas reproducciones y no deja de preguntarse cómo y quién es capaz de hacer tales obras de destreza manual.

Manuel Sirgo Álvarez aparenta ser alguien normal , pero, cual superpoder, está dotado de una maña y habilidad mental extraordinarias que bien reflejan sus creaciones de papel. Este vallisoletano de 52 años afincado en León desde hace más de veinte trabaja como profesor de Física, Química y Matemáticas en el Colegio Divina Pastora. Sin embargo, tras su faceta de docente se esconde no sólo un apasionado de la papiroflexia, sino un gran experto sobre la materia. Sus dedos han plegado miles de figuras, tantas que ni él mismo es consciente del número exacto. Eso sí, las que ha inventado asegura que son alrededor de 400. Y es que esa es una de las cosas más bonitas de la papiroflexia: no sólo aprender e imitar tipos, sino crear tus propios modelos.

De ahí que surja una duda: ¿hablamos de un arte o de un pasatiempo? «Hasta mediados del siglo XX la papiroflexia estaba considerada prácticamente un pasatiempo, un juego de niños. Incluso en Japón, de donde es originario, se enseñaba en las escuelas o de madres a hijos a modo de juguete o distracción. Fue tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el maestro Akira Yoshizawa comenzó a hacer diseños artísticos con papel, algo que no tenía nada que ver con un simple hobby. Había nacido el origami moderno», explica Sirgo.

Lo que esconde el origami

El azar no forma parte de este arte, al contrario. Su base está en la repetición, es decir, una figura de origami ha de poder ser reproducida, «al igual que una partitura de música, interpretada una y otra vez, mejor o peor; una secuencia a seguir», define Manuel. Es básicamente lo que le diferencia de la escultura.

Así, bajo la máxima de «no cortar, no pegar, sólo plegar», el uso de la papiroflexia mejora la actividad cerebral y ayuda a comprender las matemáticas. «Como los modelos han de ser reproducibles utiliza técnicas puramente geométricas», afirma Sirgo. Diagonales, mediatrices, ángulos, áreas... Conceptos que se utilizan una y otra vez en el pliegue de cualquier figura.

«Aunque muchas veces se hace de forma intuitiva, este arte es ciertamente matemático y cada doblez implica, por ejemplo, dividir un área, trazar la mediatriz de los lados opuestos de un rectángulo...», describe con claridad el profesor que, como tal, conoce bien la materia. Asegura que, tras leer varios libros de papiroflexia entendió que «no es fruto de pliegues casuales sino que la mayoría de las veces subyace toda una planificación apasionante de lo que uno pretende hacer».

El interés por este arte puede ser muy beneficioso, sobre todo si se impulsa desde la escuela, donde está comprobada su utilidad. Así lo afirma Sirgo, que dice que «desarrolla la psicomotricidad fina en el niño, pues empiezas rápidamente a plegar». Y que nadie se piense que es tarea fácil, «mucha gente es incapaz de hacer una diagonal perfecta al juntar dos esquinas de papel», observa. De esta forma, según Manuel, los más pequeños aprenden a manipular el papel y con ello adquieren y refuerzan conceptos de geometría mientras juegan. «Luego, en clase, cuando ven de nuevo dichas ideas ya las tienen asimiladas. Han aprendido intuitivamente y casi sin darse cuenta», comenta.

¿Un método desaprovechado? Como dice Sirgo, no se trata de ser pretenciosos y creer que con el origami se pueden aprender matemáticas. «No es así, está claro que eso se consigue estudiando, pero sí es una buena forma de apoyo; nunca un sustituto», sentencia. Como curiosidad, comenta que en el caso de las bellas artes, la universidad vasca se ha puesto en contacto con origamistas para probar este arte como método de expresión artística.

 

El origen

«El Universo es plano y está contenido en una hoja de papel». Directa y concisa, esta descripción de Jorge Prado, presidente de la Asociación de Origami de Zaragoza, refleja la inmensidad de lo que es posible construir a partir de una simple hoja de papel. Manuel Sirgo lo sabe bien. Entre las miles de piezas que ha plegado guarda el nostálgico recuerdo del barco torpedero que un compañero del colegio llevó un día a clase. «Tan sólo era un crío y ya estaba al acecho de cualquier figura nueva que pudiera plegar». Aquel buque de dos cañones y otro par de chimeneas le quitó el sueño durante noches —comenta risueño— y «no paré de darle la paliza hasta que conseguí que me desvelara cómo crearlo». Tanto le marcó, que, confiesa, aún lo sigue enseñando en los talleres que imparte.

La pasión de Sirgo ya asomaba y así comenzó este leonés —de residencia— a crear los primeros personajes de su mundo de papel. «Antiguamente no había nintendos ni juguetes y en la escuela nos acostumbraban a hacer sencillas figuras de papiroflexia. La primera, un avión planeador, la aprendí con mi padre a los 6 años; luego el clásico barquito, la pajarita...», recuerda. Asegura que las competiciones de barcos y aviones de papel estaban a la orden del día entre los colegas . A sus manos de niño de 12 años llegó su primer libro de origami: El mundo de papel del Doctor Montero, quien, curiosamente «fue mi pediatra. Mi madre dice que si no recuerdo sus vitrinas llenas de figuras de origami», sonríe. Quizás no lo recuerde, pero en su subconsciente, está claro, quedó bien grabado.

La primera figura qué el mismo inventó fue la araña tejedora. «Los primeros modelos los conseguí partiendo de bases tradicionales, modificándolas convenientemente», explica Sirgo. Su especialidad son los artrópodos e insectos, ¿el por qué?, «se me planteaban como un reto y siempre me han fascinado y parecido como de otro planeta». En su casa acumula cajas enteras llenas de modelos, adornan las baldas del salón o las estanterías de sus hijos. Lo más complicado que ha hecho ha sido una araña con un papel extremadamente fino o un dragón que contiene hasta 5.000 pliegues y el que terminó tras 15 días de trabajo. Sirgo ha llegado a preparar él mismo el papel con el que crea sus modelos. Cual laboratorio, su casa se convierte en testigo directo de sus artificios para crear papel crujiente , con más cuerpo, de dos colores o con efecto manchado.

«El asombro»

Una mezcla de arte, trabajo y pasión viven en la papiroflexia. ¿Pero qué hay que tener para ser un artista del origami? Manuel asegura que no es necesaria ninguna capacidad especial, «sólo la de asombrarse». «Plegando se aprende con el tiempo, pero los mejores creadores que conozco son capaces de asombrarse ante una figurita como si fuesen niños. Eso es lo especial de nuestro mundillo», observa.

A pesar de su relación con las matemáticas y la forma de entenderlas que subyace en este arte «cualquiera puede empezar en el mundo del origami, no hace falta saber de ciencias», explica Sirgo. Eso sí, paciencia, de sobra. «Hay que iniciarse con una figura sencilla e ir desplegando más modelos para comprender poco a poco la mecánica interna», explica Sirgo. Para crear —asegura— no hay más que modificar modelos que ya existen.

Los que tiendan hacia la indiferencia ante las pequeñas cosas que se abstengan de intentar apreciar la magia del gran micromundo hecho de papel.

tracking