el futuro del burro zamorano-leonés
Asno de raza busca empleo
La recuperación del asno autóctono, con unos 1.200 ejemplares, no arraiga en León, donde el número de criadores es simbólico
Hace tiempo que la crisis dejó al burro en las listas del paro. Las máquinas llegaron al campo y, sin subsidios ni prestaciones, asnos de todo tipo fueron desapareciendo de los campos, caminos y establos. No hubo miramientos ni con aquellos que, por su estirpe, habían sido más apreciados, como el asno zamorano-leonés.
Y el tiempo los arrinconó, pese a que su currículo iba acompañado de recomendaciones como las de Cervantes o Juan Ramón Jiménez y una hoja de servicios al hombre de milenaria. Tanto es así que la raza zamorano-leonesa estuvo a punto de extinguirse, aunque su situación ha mejorado cuando Zamora lo convirtió en un símbolo. De León le ha quedado el apellido pese a lo afamado de los ejemplares criados en su territorio, de lo que da fe la Feria de Febrero de Valencia de Don Juan, probablemente la más antigua de las que se celebran en la Comunidad, que dedicaba en sus orígenes (1919) el jueves y viernes a exhibir todo tipo de ganado y el fin de semana, a garañones —sementales—.
En Zamora capital se ubica la sede de la Asociación Nacional de Criadores de la Raza Asnal Zamorano-Leonesa (Aszal), mientras que el resto de la provincia alberga el Centro de Selección y Reproducción de la Raza (Santa Croya de Tera), el Aula del Burro (Villalcampo) y la Finca de Conservación de Razas Autóctonas, que se inauguró en Madridanos este mismo año, en la que el asno comparte espacio con la vaca sayaguesa y la alistano-sanabresa.
El apoyo institucional, de la Diputación de Zamora y la Junta de Castilla y León ha sido clave en la apertura de centros dedicados a los jumentos autóctonos. También ha influido el número de propietarios, de manera que la mayor parte de socios de la asociación de criadores (Aszal), más de 500, se concentra en esta provincia. En León, los criadores adheridos superan por poco la media docena, con Astorga y Matadeón de los Oteros como referencias, la primera con un criador que posee seis burros y la segunda con un grupo de propietarios que dispone de varias hembras con alto valor genético.
Los esfuerzos de Aszal han permitido disponer de 250 hembras reproductoras y la pirámide poblacional ha adelgazado en su parte alta para poner más cadera y base. Sin embargo, el número de potenciales madres y los 160 y 135 nacimientos del 2010 y 2011 aún requieren de mayores esfuerzos. Lo pone de manifiesto el especialista en comportamiento (etología) de los équidos, preparador de caballos y técnico deportivo Sergio Torrente (www.racionalwestern.com), de Tarragona, que acaba de impartir un curso de interacción entre el burro, otros équidos y el hombre para Aszal. «Es una lástima el poco número de hembras» con capacidad de procrear.
En opinión del especialista la cría del burro zamorano-leonés y, por tanto, su conservación, avanzará «potenciando la utilidad de estos animales. Uno de los objetivos del clínic en Aszal era la doma para las faenas del campo, porque aún hay cultivos en los que no entran máquinas. La gente o no sabe domarlos o utiliza animales a los que se ha enseñado con el garrote y eso no son formas», opina el especialista. Cualquier lugar en el que se precise una carretilla es susceptible de utilizar un burro, señala. «El sentimiento romántico, como quien enciende la chimenea teniendo calefacción, el uso lúdico y cultural» son otros nichos de empleo para el asno.
Viñas sin mecanizar y eliminar la maleza —combustible de los incendios forestales— de terrenos son sólo dos empleos para el burro en el nuevo medio rural al que siempre ha pertenecido. Los criadores de burro leoneses asociados a Aszal disponen, en su mayor parte, de uno o, a lo sumo dos ejemplares. Responden al perfil del propietario que convivió con este animal. Para que haya criadores es necesario que exista un demanda de burros. Es decir, que sean útiles.
De utilidad asistencial
El burro ha metido la cabeza en el ámbito asistencial, aunque, por el momento, su aplicación no está muy extendida. La Asociación Andrea (www.andreaasociacion.com), de Allariz (Orense) —reconocida por el Imserso por sus buenas prácticas gerontológicas en el medio rural—, utiliza asnos de diferentes razas para ayudar a personas con discapacidades físicas o psíquicas, para quienes padecen otros transtornos, como el párkinson o el alzhéimer o para quienes se encuentran en riesgo de exclusión social por escasos ingresos, ser víctima de violencia o abusos o adicciones.
La psicóloga clínica Elsa Pérez explica que la terapia se aplica después de que los especialistas —psiquiatras y psicólogos— realicen un diagnóstico del usuario y diseñen un programa, así como los objetivos que se proponen alcanzar. La asociación comenzó a utilizar el burro zamorano leonés al entrar en contacto con Aszal, lo que permitió establecer las ventajas de esta raza para la asinoterapia: «Su gran tamaño permite la monta terapéutica y tiene un carácter especialmente tranquilo, más aún que el de otras razas, y un paso lento que también ayuda al usuario». Pérez no quita mérito a otras razas: «En general, los asnos que se han desarrollado en un clima de respeto facilitan la terapia porque son curiosos, sociales y colaboradores». Además, el animal «siempre ha estado ligado a la gente humilde y forma parte del bagaje cultural colectivo, lo que es muy importante para el tratamiento del alzhéimer». Quienes sufren esta dolencia se relacionaron con el burro «en su niñez y juventud, lo que es clave para trabajar la memoria de reminiscencia y, por otra parte, también entra el plano de las emociones —además de los recuerdos que despierte, al burro se le puede acariciar—, por lo que se logra una estimulación más profunda que haciendo un puzzle con el enfermo».
Vuelta al ‘cole’
Donde creen en el zamorano-leonés como atractivo turístico es en el Aula del Asno (www.auladelasno.com) —sus orejas siempre estuvieron presentes en la mente de todo escolar—, construida con fondos de la Junta de Castilla y León y del Ayuntamiento de Villalcampo, municipio zamorano que ostenta el récord de mayor número de pollinos de raza autóctona, con más de un centenar, según explica la gerente de la empresa Naturaleza Social, Carmen Santos, adjudicataria de la gestión de este centro. En la localidad zamorana aún se utiliza el burro en el campo y en el aula explican en paneles interactivos el origen de la raza, sus características, expansión... Cinco ejemplares permiten a los visitantes del aula probar el jumento como cabalgadura. Inaugurada en octubre, por su naturaleza permanece cerrada en invierno, por lo que se puede decir que ahora afronta su primera temporada. «Le falta que se conozca», dice Santos, pero ya hay gente que repite visita. Campamentos de verano, actividades diversas y también asinoterapia están en su programación.
El burro se enfrenta al principal problema del medio rural: la elevada media de edad de sus habitantes, que, además, representan la mayor parte de los propietarios. La tarea de los organismos citados y de otros, como la Asociación de Amigos del Burro (www.amiburro.es), en Tres Cantos (Madrid) que, al igual que Andrea, dispone de programas de apadrinamiento, abren una puerta a la esperanza en la conservación de la raza zamorano-leonesa y de otras.
La terquedad y pocas luces que se le atribuyen al burro son resultado, dicen los entendidos, de no conocer el manejo del animal. Una doma adecuada despierta la empatía entre el hombre y el burro y, entonces, dirigirlo es más sencillo, precisamente por su mayor inteligencia.
El garañón zamorano-leonés hace tiempo que perdió su fama de padre de recios mulos que se necesitaban en mil tareas para el campo. Necesita reciclarse y encontrar su hueco en la sociedad actual.