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Publicado por
fernando mañueco
León

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Parece que Grecia ha conseguido conjurar los más negros fantasmas. Al menos por el momento. En gobierno de coalición formado por partidos proeuropeos es un gran paso al frente y Europa respira algo más tranquila. Se aleja el peligro, pero la incertidumbre no ha desaparecido. Quedan muchos asaltos por delante. De hecho, muchos analistas ven a Grecia fuera del euro en un plazo no superior a los dos años... Es cuestión de tiempo. ¿Sobreviviría el país? ¿Cómo afectaría al conjunto de Europa?. ¿Cómo sería la vuelta de Grecia a su antigua moneda? En general, la impresión mayoritaria es que si Grecia se va del euro... el país se arruina. Sin medias tintas. El nuevo dracma se depreciará de forma espectacular. Lo griegos perderán un 50, un 70 o un 90 por ciento de su poder adquisitivo.

Algo parecido al «corralito» argentino. El país vería cerrada su financiación exterior, se produciría una fuerte caída del PIB y una galopante subida de la inflación. Esta situación, a la postre, significaría una profunda depresión de la actividad económica, mayor pobreza, llanto y rechinar de dientes. El poder de compra de un dracma sería la tercera o la quinta parte que la que tienen ahora los griegos con el euro. O menos. Pero los carburantes se pagan en dólares; y en euros la mayor parte de las importaciones griegas, por lo que el país se empobrecerá hasta límites difícilmente imaginables.

Se encarecerán de forma insoportable las importaciones. Casi imposible llenar el depósito de gasolina. Imposible viajar al exterior, imposible comprar maquinaria y artículos tecnológicos de importación. Además, se producirá un impacto negativo muy severo sobre en el balance de las ya muy maltrechas entidades financieras.

Paralelamente, se produciría un peligroso efecto contagio y un incremento exponencial de la desconfianza en el resto de los países que se encuentran en problemas, —con España e Italia a la cabeza—, lo que encarecería su coste de financiación y reducirá a su mínima expresión tanto el crecimiento económico como las posibilidades reales de reducir los desequilibrios. En la práctica, nadie se atrevería a dejar dinero prestado a ningún país mediterráneo.

En definitiva, sería un desastre para el país que abandonase el euro y para los que no. El lado positivo es que un dracma débil puede favorecer las exportaciones y potenciar el principal negocio de Grecia, el turismo.

Sería una muy mala noticia. Los bancos griegos no serían capaces de sobrevivir a la ruptura con la eurozona, mientras que las compañías helenas con negocios internacionales se colocarían en el borde del abismo. Las consecuencias serían catastróficas. Pero, a pesar de todo, lo cierto es que la probabilidad de que Grecia abandone la eurozona es relativamente elevada. Esta es la razón por la que las instituciones y algunos estados europeos preparan planes de continencia

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