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Los 32 furtivos de Oencia atrapados en la Peña del Seo en febrero de 1951.

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León

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Lo decía la vieja doña Oda en «El año del wólfram»: «Hay tres cofres enterrados en la peña, uno lleno de oro, otro lleno de azufre y otro lleno de nada, vacío. El que encuentre el del oro se hará rico para siempre, pero si encuentra el de azufre se pierde, irá al infierno para siempre, pero peor si encuentra el vacío, vagará para siempre no sé si por aquí o por el purgatorio, y un purgatorio sin esperanza es peor que el infierno». Lo que encontraron los mineros que trabajaron en las galerías de la Peña del Seo en los años cincuenta, sin embargo, fue arsénico. Y en algunos casos fue mortal. Eugenio de Paz estima que al menos una docena de aquellos hombres enfermaron por usar martillos de barrenar sin emplear agua. También lo recuerda Jovino García. «Trabajaban con esponjas en la boca, pero los martillos que tienen agua no se los dieron, sacaban mucho más rendimiento». De Paz lamenta que algunos mineros no se tomaran en serio la amenaza del arsénico y olvidarán morder las esponjas.