Cerrar

josé burgos juárez

pepín, eres el más grande

comandó durante 40 años el famoso espectáculo cómico-taurino ‘el bombero torero’, con el que recorrió europa, toda sudamérica y hasta el líbano

norberto

Publicado por
emilio gancedo
León

Creado:

Actualizado:

Yo he toreado en la plaza de toros más grande del mundo, la de México, y en la más pequeña, la de Mijas, Málaga». ¿Quién puede decir otro tanto? Pues casi sólo José Burgos Juárez, Pepín, astorgano de adopción, crianza y residencia, y quien comandara durante más de cuatro décadas un famosísimo espectáculo cómico-taurino que ha tenido infinidad de seguidores e imitadores a lo largo de una variedad sorprendente de países: ‘El bombero torero y los enanitos toreros’.

Pepín nació en Madrid en 1949, su padre era de Burriana, Castellón, y su madre zamorana, y en 1954 la familia estableció base de operaciones en la ciudad maragata por consejo de un familiar. El padre era artista circense y aparecía en películas, y con nueve años Pepín ya marchaba con él para ayudarle. En el 64 se embarcaron en el mayor circo del mundo, el de los Ringling Brothers, con el que recorrieron casi toda Europa haciendo reír al respetable, pero su padre y el jefe discutieron por asuntos de cuartos y volvieron para casa. No estuvo mucho tiempo Pepín en Astorga porque al poco tiempo recibió una carta del Bombero Torero, hijo del ‘bombero original’ —un santanderino que fundara la troupe en 1953— para una sustitución en el número de los ‘pequeños’. Pidió permiso a sus padres y acabó dirigiendo la compañía y jubilándose en ella a los 55 años. «Al principio lo encontré algo duro —confiesa—, y hasta los 20 años no sabía ni lo que me estaba pasando. Luego ya le fui cogiendo el gusanillo a lo del toreo y a lo del espectáculo». Recorrían toda España —ensayaban en Las Ventas—, pero también Francia, Perú, Ecuador, Colombia, México, Venezuela... y hasta Macao y el Líbano («¡vaya animales nos prepararon allí»!).

Las parodias eran bien variadas: Mazinger Z, viaje con un cohete de chapa a la luna («al principio era un platillo volante, pero, ¿cómo íbamos a meterlo en el autobús?»), Kung Fú y los Pequeños Saltamontes («esa fue de las más bonitas»), boy scouts... muchas veces junto a Arévalo padre, a Luichi, a uno que le llamaban ‘el terrible japonés’ y otros. Hacían como que peleaban entre ellos («a veces nos ‘matábamos’ soplando o con un estornudo») y capoteaban a un añojo con fundas que tantas veces los magulló, volteó o pisó (él mismo tiene una lesión de columna).

El nombre de su espectáculo aparecía junto a grandes de la tauromaquia a los que conoció y a quienes unía y une gran cariño, como El Juli, El Capea o Padilla (Joselito les brindó un toro en Francia), y subraya que siempre se sintió muy querido y respetado en el sector (quitando algún empresario agarrao como aquel que llevó a todos los pequeños a un bar y pidió «un botellín para cada dos»). Pero como a Pepín no le achica nadie, le llamó la atención y pagó los botellines; hasta se enfrentó a un guardia civil en una plaza («aquí mando yo, que soy el director de lidia», le dijo). Y en un congreso, a un abogado también pequeño que calificó su show de degradante, le espetó: «Anda, que el complejo que tú tienes no te lo quita nadie». Toma capotazo.

Cargando contenidos...