Diario de León

antes del despegue

De profesión, astronauta

Fuera del sueño de cualquier niño, Los aspirantes a viajar al espacio son sometidos a los más duros entrenamientos físicos y psicológicos

Las pruebas sitúan a los aspirantes en un ambiente hostil y extraño, lo que les servirá en una futura misión espacial.

Las pruebas sitúan a los aspirantes en un ambiente hostil y extraño, lo que les servirá en una futura misión espacial.

Publicado por
Cristina L. Éboli
León

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De niño se quiere ser futbolista, médico, pintor… pero, sobre todo, astronauta. Viajar al espacio y conocer sus secretos es un sueño para la inmensa mayoría de los mortales que, sin embargo, solo unos cientos de ellos han podido ver realizado. Y es que para ello hace falta estar hecho de una pasta espacial. Desde que Yuri Gagarin, el héroe de los héroes para los soviéticos, orbitase la tierra por primera vez en 1961, solo unas cientos de personas han gozado del placer de contemplar el paulatino giro de la Tierra alrededor del Sol desde el espacio.

El proceso de selección no admite errores. Un hombre o mujer que aspire a viajar al espacio debe reunir múltiples cualidades en cuanto a inteligencia y capacidad física. Y la presión es máxima. Uno de los elegidos recuerda una de las pruebas a la que se le sometió; mientras debía solucionar un complicado problema matemático bajo un tiempo límite, era sometido a preguntas de todo tipo de materias en diferentes idiomas. Mientras, el tiempo corría.

Las pruebas sitúan a los aspirantes en un ambiente hostil y extraño, lo que debe servirles de gran utilidad para una futura misión en el espacio exterior o en otro planeta. Literalmente, se les coloca al límite al hacerles afrontar en simuladores situaciones de emergencia, incendios, pérdida de la presión atmosférica, corte del suministro eléctrico y un sinfín más de imprevistos. Pero, sin duda, el mayor reto, es aprender a vivir en gravedad cero: sin un suelo bajo los pies. Los astronautas deben aprender a realizar su trabajo en unas condiciones desconocidas para los humanos. Cosas tan simples como comer o beber se convierten en auténticos retos fuera de la órbita de la Tierra. El lado psicológico no es menos importante. El equilibrio mental en misiones que requieren convivir durante un largo periodo con otras personas y en un espacio reducido es una de las claves para, por ejemplo, viajar a Marte. Seis meses de ida y otros tantos de vuelta de convivencia son demasiado hasta para las personas más queridas.

El número de astronautas es bajo en comparación con sus nacionalidades. 38 países han enviado a sus conciudadanos al espacio. Una cifra desproporcionada en la teoría pero de los más congruente en cuanto a la economía. Astronautas de Arabia Saudí, Indonesia o Sudáfrica, aunque sobradamente preparados, no viajarían al espacio sin el apoyo de sus Gobiernos.

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