Diario de León

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Dos banderas para un islote

Perejil sigue desierta diez años después de la crisis. Testigos de aquellos días no entienden como un problema político estuvo al borde de ser un conflicto bélico

Vista del denominado islote Perejil, cuya soberanía desembocó en un auténtico problema político entre España y Marruecos en el 2002, que aún perdura en nuestros días.

Vista del denominado islote Perejil, cuya soberanía desembocó en un auténtico problema político entre España y Marruecos en el 2002, que aún perdura en nuestros días.

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ander azpiroz
León

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En el 2002, el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, comenzaba con estas palabras, la explicación sobre el asalto de las tropas españolas a Perejil ­— para los marroquíes Laila, Leila o Tura — una crisis que se prolongó durante diez días y a punto estuvo de desencadenar un conflicto armado entre España y Marruecos: «Al alba y con viento duro de levante, 35 nudos de viento, salieron cinco helicópteros, tres helicópteros Coughar que transportaban dos equipos de operaciones especiales, con un total de 28 soldados que llegaron a la isla Perejil, y otros dos helicópteros Bolkov que se quedaron sobrevolando la zona en misiones de apoyo».

Diez años después de convertirse en escenario prebélico, el islote sigue igual de desierto que antes del conflicto. Lo que se dirimió entre el 11 y el 20 de julio de hace una década fue algo más que una cuestión de soberanía sobre un islote de discutible valor estratégico, sirvió para medir los efectos que hubiera tenido la reacción de España en la reivindicación alauí sobre Ceuta y Melilla.

Según explica el general de División Fernando López de Olmedo, por entonces comandante general de Ceuta, «desde la guerra del protectorado (1909-1927) no se había producido una situación de crisis de estas características en el norte de África, con posibilidad de un enfrentamiento a gran escala y de una enorme trascenencia para España».

El 11 de julio del 2002, una docena de gendarmes de Rabat colocaron dos banderas de su país y acamparon sobre el islote situado a 200 metros de la costa marroquí y a ocho kilómetros de Ceuta con la excusa de una operación contra el narcotráfico. Fue el inicio del conflicto en torno a una minúscula isla pura roca, deshabitada, con 500 metros de largo por 300 de ancho. El excomandante general de la ciudad autónoma desvela en su libro Ceuta y el conflicto de Perejil que se barajó la intervención de la Legión a las pocas horas de iniciarse la crisis, pero la operación no recibió luz verde en Madrid.

La primera preocupación debía ser proteger la ciudad norteafricana ante la incierta deriva de la situación en las primeras horas. «Nuestra actividad no se limitaba al hecho de recuperar u ocupar Perejil, sino también, y de manera especial, a la defensa inmediata del territorio de Ceuta», explica López de Olmedo

El Gobierno de José María Aznar ordenó intensificar las defensas ceutíes mientras preparaba un asalto al islote. Los civiles de uno y otro lado de la frontera que vivieron aquellas tensas jornadas mantienen muy vivo el recuerdo de los helicópteros sobrevolando sus cabezas, los militares en estado de máxima alerta o el ruido de los motores de los barcos de la Armada.

José Maldonado lleva 15 años viviendo en Ceuta y cree que lo ocurrido hace diez años «fue un tanteo de Marruecos». «Perejil tenía más importancia simbólica que territorial, pero en Ceuta se pensó que si el incidente se dejaba correr traería consecuencias para nosotros», señala. Los militares de la ciudad trataron de cuadrar el círculo. A la vez que reforzaron las defensas trataron de evitar la alarma entre la población

Sin embargo, la integración entre soldados y militares en una ciudad tan pequeña como Ceuta convirtió casi en imposible la tarea. «Llegaron barcos y helicópteros de gran tamaño, se situaron francotiradores en las alturas y los legionarios fueron acuartelados. Además aquí nos conocemos todos y nuestros amigos militares no nos decían nada, pero sus caras reflejaban la preocupación», recuerda Maldonado.

Himo es originaria del pueblo marroquí de Beliones, situado a unos centenares de metros de Perejil. A sus 38 años lleva 15 cruzando cada día la frontera de Ceuta para trabajar como asistenta en un hogar de españoles. Nunca estudió castellano, pero lo habla con soltura. «Es una lengua que hemos estado escuchando desde pequeños», aclara. Una década después aún no encuentra explicación a lo que pasó: «Aquí somos todos como hermanos porque vivimos a escasos kilómetros, y de repente nos vimos envueltos en esa situación».

‘Romeo Sierra’

En la noche del 16 de julio la Comandancia de Ceuta fue informada de que el asalto se llevaría a cabo a las 06:17 horas del día siguiente y correría a cargo de 25 soldados de Operaciones Especiales apoyados por otros tres de la Armada. La operación fue bautizada como Romeo Sierra y se guiaría por estrictas reglas de enfrentamiento: el uso de las armas debía ser proporcionado a la respuesta del contrario, sin disparar si no era en defensa propia. La operación comenzó a la hora prevista. Los militares descendieron sobre Perejil desde tres helicópteros Coughar mientras otros dos aparatos escoltaban el despliegue desde el aire y otro conminaba a los marroquíes a rendirse a través de altavoces. Los seis gendarmes se entregaron uno tras otro ante la evidente superioridad enemiga y a las 07:59 horas se dio por concluida la misión.

El general López de Olmedo califica el asalto como un rotundo éxito: «La limpieza con la que se ejecutó la operación ha hecho que apareciera como una operación simple, cuando no fue así.

No se produjo lesión alguna en ninguna de las partes, hasta el extremo de fallar incluso las estadísticas que suelen darse en actividades de instrucción y maniobras». Desde la otra orilla, Himo vivió el asalto a solo unos centenares de metros. Asegura que nunca olvidará ese día: «Nos despertamos con el ruido de los helicópteros, pensamos que era la guerra», comenta el general.

Tras el desalojo, Perejil quedó defendida por 75 legionarios. Permanecieron en el islote durante más de tres días, bajo un calor de 40 grados y sin una mísera sombra donde cobijarse. Hasta que recibieron la orden de replegarse la noche del 20 de julio, después de que España y Marruecos pactaran regresar al statu quo anterior. La solución alcanzada consistió en que el islote fuera propiedad de nadie sin que ninguno de los dos países hiciera ostentación de soberanía sobre el.

A Maldonado le queda la espina clavada de que quizá se minimizara la intervención española. «En Ceuta somos muy sensibles a los temas territoriales y muchos no entendieron que este trocito de tierra es el lugar en el que vivimos y en el que nuestros hijos van al colegio», defiende.

Para él, la advertencia que lanzó España fue directa: «Si hemos actuado por un peñasco lo haremos por Ceuta». Y reconoce que la operación causó un gran alivio en la ciudad autónoma. Himo no habla de política, pero tiene muy claro el papel fundamental que jugó Mohamed VI para que la crisis no fuera a mayores. «En lugar de dejarse llevar por impulsos el rey mostró paciencia y logró que todo se arreglase mediante la negociación», se felicita. Aún así confiesa que no puede dejar de pensar en lo que podría haber sucedido si a alguno de los soldados se le hubiese escapado un tiro.

«Fue una crisis con base política que pudo convertirse en un serio enfrentamiento militar», concluye el general López de Olmedo.

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