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Publicado por
enrique vázquez
León

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La crisis técnicamente institucional y en realidad crudamente política entre los militares egipcios y el presidente de la república, Mohamed Mursi, ha monopolizado los noticieros y dejado fuera ciertos hechos que iluminan el escenario, empezando por la decisión sin duda bien pensada del presidente de hacer su primer viaje oficial al extranjero a. Arabia Saudí. Mursi es un islamista instruido, habla muy buen inglés, ha vivido y estudiado en Estados Unidos y, por tanto, no hay que explicarle lo que Washington significa en términos de respaldo y de influencia y el lector debe anotar como significativo que, en plena tormenta con los uniformados tras su decisión de ordenar la reapertura del Parlamento, cerrado por ellos tras una polémica sentencia judicial, encontró tiempo para recibir en su despacho al secretario de Estado adjunto, William Burns, quien, entre otras cosas, le extendió una invitación de Obama para que le visite en septiembre. Y hoy llega a El Cairo la propia secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien ha inspirado y dirigido el proceso de recreación de la relación bilateral con Egipto tras la caída del estimado socio Mubarak desde el criterio de que el islamismo político-electoral que representan los Hermanos Musulmanes es el pilar del proceso. Hay que decir en su honor que, como ha dejado ver la gestión de la embajadora norteamericana en El Cairo, Anne Patterson, la aproximación a la cofradía empezó hace mucho tiempo.

Está claro que un criterio de pura ‘realpolitik’ explica la conducta de Washington, pero hay un factor en cierto modo nuevo, sobrevenido en cualquier caso: la aparición y difusión de una versión terrorista del islamismo político emergente. Los Hermanos Musulmanes son una pieza decisiva del entramado. El presidente Mursi lo sabe y se deja respetar y querer, y también que Arabia Saudí, donde el islam es rigorista, wahabí, pero pacífico, es un socio indispensable en la lucha contra Al-Qaida, a la que ha derrotado en su territorio, y es una superpotencia financiera. Su viaje de estos últimos días ha sido un éxito, hasta donde se sabe: habrá mucha asistencia económica y, a fin de cuentas, Mursi, como creyente, solo hizo lo que cualquier musulmán hace cuando está en Arabia Saudí: ir a la Meca y Medina a cumplir la umra, el pequeño peregrinaje que recomienda el Corán.