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Aviones no tripulados

joyas aéreas de la vigilancia

Su origen es israelí y se despliegan en dos localidades de Afganistán. Sin embargo, es un contingente de militares leoneses el que se encuentra al frente de estos vehículos de última tecnología en lo que a detección de peligros en territorio hostil se refiere

Varios miembros del Raca 63 transportan un modelo de avión no tripulado, similar a los que se envían desde Israel en misión de vigilancia a Afganistán, en la base ‘Conde de Gazola’ en Ferral del Bernesga.

Publicado por
Sonia Vidal Álvarez
León

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No surcan el cielo nacional, sino el de ciertas zonas de Afganistán, pero sí son españoles quienes los controlan a distancia; más concretamente un grupo de 30 militares leoneses. Son dispositivos que combinan la tecnología más avanzada y puntera en lo que a vigilancia aérea se refiere y han permitido reducir en gran medida la vulnerabilidad de las tropas en misiones en territorio hostil. Se trata de los aviones no tripulados o UAV —por su siglas en inglés: Unmanned Aerial Vehicles —. Estos vehículos de vigilancia no pilotados son capaces de identificar a una persona u objeto desde 5.000 metros de altura, tanto de día como de noche, con el objetivo de proteger a las tropas en tierra y suministrar datos al contingente militar que opera en la zona.

Una misión de paz en la que León ocupa un lugar imprescindible. Son los militares instruidos en la base Conde de Gazola de Ferral del Bernesga —el Regimiento de Artillería de Campaña Nº63 (Raca 63)—, junto a efectivos de Valencia —el Rint-1—, las únicas unidades de toda España que despliegan medios UAV en Afganistán y que están preparadas para ocuparse de estas aeronaves en el país asiático. Cada seis meses y de forma alterna, León o Valencia envía un contingente de mandos y soldados encargados de manejar los aviones en la zona de operaciones afgana. Pero, ¿qué son exactamente los UAV y qué trabajo desempeñan?

Sofisticada tecnología

Desde la segunda mitad del siglo XX se ha producido una eclosión en el uso de este tipo de medios aéreos, especialmente en el ámbito de la defensa y de la protección civil. Los riesgos y amenazas a los que se enfrenta el Ejército de Tierra (ET) generan la búsqueda de nuevos medios y tecnologías que reduzcan la vulnerabilidad de las tropas y faciliten el cumplimiento de las misiones. De esta manera, el ET comenzó a dotarse de estos aviones no pilotados en el 2008 y ha llegado a desplegarse en Afganistán un Sistema Aéreo no Tripulado (UAS), que comprende el vehículo aéreo no tripulado (UAV), la estación de control en tierra y cualquier otro elemento necesario para permitir el vuelo, como el enlace de comunicaciones o el sistema de lanzamiento y recuperación.

El UAV es una aeronave propulsada que no lleva personal como operador a bordo y, según un informe del Raca 63, «es capaz de mantenerse en vuelo por medios aerodinámicos; es pilotada de forma remota o, en su defecto, incluye un programa de vuelo automático; es reutilizable y no está clasificada como un arma guiada o un dispositivo similar diseñado para el lanzamiento de armamento». Estos aparatos son de origen y tecnología israelí, fabricados con la colaboración española de Indra y Eads-Casa, y sus sofisticadas características les dotan de una autonomía de vuelo de entre diez y quince horas ­—­­al regresar a la base recarga combustible—, además de que pueden captar imágenes y datos en un radio de 200 kilómetros desde su posición, sobrevolar el suelo a una distancia de hasta seis kilómetros de altura y trabajar a una velocidad de más de 100 kilómetros por hora.

Por su parte, el capitán Aleu, el teniente Vega, el sargento primero Del Río y la cabo primero Hidalgo —todos pertenecientes al Raca 63— explican y detallan algunos aspectos de los UAV. «Los aparatos que España envía a Afganistán son antes probados en el propio Israel debido a que existe una normativa muy estricta para poder sobrevolar el territorio nacional. Si todo está correcto, el aparato se recibe en Madrid y directamente se traslada al lugar de misión», explican los mandos militares, que, aseguran, es mucho más eficaz y barato a la hora de detectar y corregir cualquier posible anomalía. Respecto al coste de los vehículos no se atreven a pronunciarse y aseguran que lo desconocen, «pero en relación con el beneficio es mucho más rentable que otro modo de vigilancia», aseguran. «Lo más importante en estos vehículos es la cámara que llevan incorporada —añaden— con capacidad para girar 360 grados y que permite llevar a cabo tareas específicas de vigilancia, inteligencia o detección y previsión de amenazas, entre otras».

Proteger a las tropas

España sólo tiene desplegados dispositivos UAV en Afganistán, más concretamente en las localidades de Herat —la segunda ciudad más importante del país— y Qala i Naw. Se trata de la parte oeste del país y sobre las razones de por qué sólo ahí, los mandos del Raca 63 explican que su misión pertenece al programa de la Otan, «quien decide dónde se despliega cada fuerza». En Herat se encuentra la pista de aterrizaje y despegue de los aviones no tripulados, pero, debido al grueso de fuerzas desplegado en Qala i Naw se instaló ahí una nueva estación para poder ampliar el radio de acción de los aparatos. «Si vamos a explorar una zona más próxima a Qala i Naw, esta base toma el control del UAV operativo en ese momento y así se amplía la distancia de acción de éste en, aproximadamente, 100 kilómetros», comentan los militares.

El tipo de misión que León y Valencia desarrollan podría definirse como espía , ya que el vehículo monitoriza desde el aire todo lo que está ocurriendo a tiempo real. «Solamente proporcionamos información», aclara el sargento primero Del Río. Sin embargo, esta sencilla definición abarca una serie de puntos más concretos que permiten proteger a las tropas, a los aliados y sobre todo a la población local de los ataques de los insurgentes. Como bien especifica el Raca 63, su cometido a través de los UAV en Afganistán engloba «el reconocimiento de un itinerario, la escolta a un convoy, la vigilancia de una zona, el reconocimiento de casas o lugares sospechosos, el apoyo de la intervención de una unidad a un objetivo, la vigilancia de manifestaciones, el apoyo al arresto de insurgentes y la evaluación de daños».

Pero, ¿cómo operan estos efectivos? El proceso es sencillo. Una estación de control móvil (alojada en un camión) se encuentra instalada en tierra, desde la que operan un comandante de misión, un piloto y un operador de la cámara a través de un teclado (de ordenador) con diferentes comandos —se controla el plan de vuelo del UAV y se revisan parámetros—, un joystick —que dirige la cámara— y varias pantallas, todo a través de un enlace de datos con el vehículo. «Las imágenes que toma el avión llegan a esta base en tiempo real. Si vemos algo raro informamos de ello al mando que esté en ese momento operativo, quien decide qué es lo que hay que hacer. Ahí acaba nuestro papel», sostiene el sargento primero Del Río. ¿El objetivo principal? Minimizar el riesgo. Escueto pero contundente, ese es el fin primordial en la utilización de los UAV. «El número de vidas que se han salvado no se puede definir», explican los mandos del Raca 63, en lo que están de acuerdo. «El reconocimiento previo del terreno gracias a estos dispositivos ha permitido detectar posibles amenazas, algo que antes se hacía con personas, que podían sufrir atentados o ataques inesperados», afirman.

Respecto a la seguridad y protección de los UAV no dejan lugar a dudas. «Este sistema nunca ha sufrido un ataque ni ha recibido un disparo, al igual que la base de tierra. El UAV, de unos nueve metros de envergadura de ala, vuela a partir de mil metros de altura. Ni lo ves ni escuchas —aseguran— y es prácticamente imposible un ataque contra ellos, pues son algo insignificante en el espacio aéreo».

Medio año de preparación

El entrenamiento del equipo de hombres y mujeres que acompaña a las unidades de aviones no pilotados es fundamental y ocupa los seis meses previos a la salida marcada hacia la misión en Afganistán. El contingente humano se especializa en tareas y cometidos muy técnicos, a través de una formación específica en unidades de enseñanza de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (Famet).

A esta preparación, tanto física como mental, se la denomina período de adiestramiento operativo , según explican los miembros del Raca 63 de Ferral del Bernesga. «A los militares de la misión se nos concentra durante esos meses para que el contacto entre nosotros sea máximo y luego en la base afgana surjan los menos roces posibles. Asistimos a reconocimientos médicos, a una preparación teórica, técnica, a conferencias...», explican los militares leoneses. «Antes se llevaba a cabo una preparación técnica en Israel, ahora, como medida de ahorro, se hace en España, para lo que el país ha adquirido los conocimientos e instructores preparados para impartir las mismas lecciones en Madrid», comentan los mandos de artillería.

Y no se puede uno olvidar de otra parte fundamental: el conocimiento de la zona, la cultura y las costumbres del país de misión. «El choque cultural es muy grande y allí no se puede ir a imponer nuestras normas, hay que acomodarse a sus formas. Por eso, las charlas y conferencias de otros mandos y soldados sobre su experiencia en misiones anteriores son muy importantes», aclara el teniente Vega.

En la base leonesa Conde de Gazola (Ferral del Bernesga) también se lleva a cabo parte de la instrucción de las tropas. Gracias a un simulador de UAV, los militares entrenan sus habilidades en lo que a las tareas de pilotaje de los aviones se refiere. El instructor y el piloto practican y se ponen a prueba creando posibles situaciones de emergencia o riesgo en el simulador.

El futuro sobre los UAV es incierto. La tecnología avanza, pero, de momento, forman uno de los sistemas más avanzados en vigilancia y hacen que miles de familias estén más tranquilas mientras uno de sus miembros parte a Afganistán.