Diario de León

Álvaro Álvarez, jinete profesional

Cuando la doma creó al atleta

Ha construído un centro de referencia en España, es oro en Castilla y León y apunta a lo más alto en la competición olímpica, que hoy ve como su mayor reto y sueño

Álvaro dirige a uno de los cuarenta caballos que tiene en el Centro Marialva y que entrena con una rutina diaria que incluye una hora caminando en la noria, paseos libres en el prado junto a la manada y técnica con el jinete.

Álvaro dirige a uno de los cuarenta caballos que tiene en el Centro Marialva y que entrena con una rutina diaria que incluye una hora caminando en la noria, paseos libres en el prado junto a la manada y técnica con el jinete.

Publicado por
Sonia Vidal
León

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Álvaro Álvarez es consciente de su suerte. Lo supo desde que apenas tenía uso de razón. Siempre lo ha tenido claro, ninguna duda. Los caballos eran, son y serán su pasión y no todo el mundo puede presumir de haber conseguido hacer de ésta su trabajo y su vida. Pero este joven leonés de 33 años y natural de Villaobispo sí lo ha hecho y su esfuerzo y constancia le han propiciado un merecido puesto en el panorama nacional de la doma clásica, ha conseguido el oro en esta especialidad en el último campeonato de Castilla y León y regenta «el único centro en la provincia dedicado a la hípica de alto rendimiento para la competición», describe él mismo.

Si hay que ponerle un término técnico, Álvaro responde al título de Técnico Deportivo Superior en Deportes Ecuestres, una diplomatura, explica el jinete leonés, avalada por el Comité Olímpico Español (COE). Un título que solamente poseen 20 personas en todo el territorio nacional, «habilitaron sólo esas plazas y accedimos por méritos deportivos», comenta el jinete, «y a partir del 2014 deberemos representar todos los puestos de trabajo oficiales en federaciones olímpicas». Pero habrá que hablar primero de esta rama de la hípica, la doma clásica.

Disciplina olímpica

«Hacer del caballo un atleta a través de un trabajo metódico y racional». Eso es, según Álvarez, el principio básico de la doma clásica, que en muchos países europeos es parte de la formación básica de los niños. El entrenamiento vitalicio es la clave para llegar a conseguir la técnica depurada y perfecta que exige la competición. «El caballo es en este caso el deportista y el ejercicio y trabajo diarios le convierten en un animal mucho más elástico, ágil y equilibrado», describe. La principal diferencia con la alta escuela, muy arraigada en España, es que ésta no está calificada como deporte y «las formas de doma no suelen ser tan racionales o no miran tanto por la salud física del animal», comenta el joven jinete. Sin embargo, la disciplina que él practica e imparte asegura que cuida de forma exquisita el trato del caballo, «no se aplica nada que vaya contra su especie. No tiene nada que ver con el artisteo o el espectáculo».

Luego, el desarrollo es sencillo. El caballo, que hasta los 7 años no puede participar en un gran premio, realiza una serie de ejercicios en una pista de dimensiones regladas con un jinete montado que le dirige por cada punto del cuadrilongo. El leonés explica que la doma clásica es una disciplina olímpica y de la que, además, se celebran copas del mundo cada dos años. «Dentro de la hípica es la que más ha evolucionado en España en los últimos años y la que mejor palmarés tiene hasta el momento en los juegos mundiales ecuestres».

Álvarez asegura que León es una provincia con gran tradición ecuestre, «pero falta inculcar que la gente aprenda a hacer deporte con el caballo, que la zona crezca en la manera de disfrutarlo y dejen de ver a este animal como un mero medio de paseo». Por este motivo, desde el Centro Hípico Marialva —del que es su fundador y hoy director— el leonés lanza una llamada a todos los jinetes a los que realmente les apasione la doma clásica para sumergirles en el mundo de la competición y hacer un grupo profesional en la provincia. «Muchas escuelas de equitación de León ofrecen clases de doma, pero realmente son cursos básicos que no tienen nada que ver con la disciplina olímpica, no son clases basadas en los planes de la federación. Por eso pretendemos sacar a flote talentos de la provincia y conseguir también algún tipo de subvención, pues, de momento, no contamos con ninguna». Desde la web del club — www.dressagemarialva.com — Álvaro anima a todos a ponerse en contacto con él y su equipo.

Vivir de una pasión

«En realidad, trabajar en tu pasión es una gran desgracia». A pesar de su suerte, el joven jinete de Villaobispo ironiza con ella. «Cuando uno ama tanto su trabajo acaba por no dar importancia a los beneficios que saca de él», confiesa Álvaro Álvarez, que asegura que a veces preferiría el masaje de un fisioterapeuta para su caballo antes que para él. «Sólo me llena dedicarme al mundo equino y el dinero a veces acaba siendo el mínimo para poder sacar adelante todo día a día. No es un negocio», explica, muy consciente de que en realidad es un privilegiado e insiste en agradecer la importancia que ha tenido el apoyo de su familia en su trayectoria profesional, «especialmente el de mis padres y mi abuelo, que siempre han respaldado mis decisiones y me han ayudado en todo hasta llegar aquí».

Aún hoy, después de 33 años rodeado de caballos, le siguen parando por la calle: «¡Qué claro lo tenías!», le dicen a Álvaro. «Aunque fue a partir de los 15 años cuando empecé a especializarme en la doma clásica, desde pequeño montaba uno o varios caballos cada día», cuenta el jinete. Sabía a lo que quería dedicar su vida, pero las cosas no eran fáciles. Tuvo que estudiar Hostelería y Turismo y compaginar su trabajo en este sector mientras comenzaba a sumergirse en su formación como jinete y entrenador. Hoy, ya como técnico deportivo espera conseguir su máster en la disciplina de doma clásica. «La equitación nunca se acaba de aprender y cada día hay que ahondar un poco más en la relación jinete-caballo», explica Álvaro, que, varias veces al año pasa 15 días en Alemania u Holanda mejorando sus habilidades bajo la supervisión de jinetes olímpicos.

Ahora y desde hace 8 años está volcado en su propio proyecto, el Centro Hípico Marialva, en Santovenia del Monte, un centro de rendimiento para la doma clásica del que es su fundador y director y «por el que han pasado algunos campeones, pero, sobre todo, muchos caballos y muchos alumnos». Eso sí, para Álvaro su mayor reto está aún por llegar.

«Una alineación planetaria»

Este jinete de Villaobispo apunta bien hacia la alta competición. Hasta ahora ha conseguido el oro en el último campeonato de doma clásica de Castilla y León y el octavo puesto en el de España, además de que varios alumnos suyos también hayan conseguido medallas en diversas competiciones. Pero cuando se le pregunta por su gran sueño, ese, afirma, «es poder llegar a competir olímpicamente y representar a mi país». Y sorprende afirmando que eso «es cuestión de una alineación planetaria». «Ganar un evento así requiere poseer un caballo de calidad y movimientos excepcionales y conseguir con él una complicidad absoluta. Y aún así, uno está expuesto a los sentimientos del animal y al entorno», explica. «Éste siente, se asusta, padece, tiene nervios, le duele una herradura... En décimas de segundo te juegas el trabajo de años», asevera Álvaro.

Parece que la competición en doma clásica es, según el leonés, más dura que ninguna, «cualquier imprevisto acaba con todo el entrenamiento. Un perro que se cuele en la pista, un grito de la grada que asuste al caballo, lluvia inesperada o la chistera que se le cae a un jinete pueden arruinar tu demostración en el primer minuto».

De momento, el joven Álvaro no se moja y no pone fecha para llegar a los Juegos Olímpicos. «Es algo muy caro. Los precios de los caballos olímpicos de alta gama rondan los 300.000 euros y a eso hay que añadir el transporte acondicionado, un patrocinador y el viaje de varios días para que el caballo se adapte al entorno», expone este profesional equino.

Pero él sueña y se pone metas. Como hasta ahora. Y algún día cree en que su caballo pise la pista olímpica. «Y que ningún imprevisto nos haga tropezar —bromea—. Si no, cabeza alta, sonrisa en la cara y a volver al día siguiente, si se puede».

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