Diario de León

Protectora de animales

Un segundo hogar

tener una mascota implica responsabilidad, pero no siempre se cumple ese compromiso. Por ello, los abandonados cuentan con la protectora de animales, donde reciben cariño mientras esperan ser adoptados

Muchos canes miran cariacontecidos al horizonte mientras esperan otra oportunidad, la definitiva.

Muchos canes miran cariacontecidos al horizonte mientras esperan otra oportunidad, la definitiva.

Publicado por
Lucía Diez
León

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Quien tiene dinero compra animales, el que tiene corazón, los adopta». Así reza el lema de la Protectora de Animales y Plantas de León, un recinto donde se hallan 220 perros y 40 gatos a la espera de encontrar una nueva familia adoptiva.

La época es propicia; la cercanía de la Navidad empuja a muchas personas a adquirir una nueva compañía, aunque en ocasiones con propósitos equivocados. «A veces vienen padres que quieren un perro para su hijo de 7 años, pero hay que tener en cuenta quién va a cuidar del perro, porque el niño no es consciente de ello», comenta Dani, el secretario de la Junta Directiva que se encarga de que el centro siga adelante. Y es que tras los barrotes y las casetas, se esconden ojos tristes dispuestos a una nueva oportunidad.

El hogar de los desamparados a cuatro patas se sitúa a las afueras de León, rodeado de antiguos contenedores de basura, corrompidos y oxidados por el paso del tiempo, depósitos que también han sido abandonados a su suerte, como si el lugar estuviese predestinado a acoger a los desheredados. Sin embargo, bajo ese entorno que apunta a la desolación y al desánimo, emerge una asociación sin ánimo de lucro donde prevalece el amor por las mascotas.

La Protectora de Animales y Plantas de León nació en 1981 y, desde entonces, se ha hecho cargo de seres indefensos sin hogar, principalmente perros y gatos. «Llegamos a tener cobayas, tortugas, hurones..., pero están en clínicas veterinarias, pues el centro no cuenta con las instalaciones adecuadas para ellos», explica Dani. Los perros y gatos que se encuentran bajo el cobijo del centro reciben comida, atención sanitaria y, en general, cuidados de los voluntarios que pasan sus tardes con ellos. El lugar es muy diferente a una perrera; no se sacrifican animales, están en el albergue hasta que encuentran dueño o mueren. A pesar de su nombre —Protectora de Animales y Plantas— no poseen demasiados vegetales. «Algunos sueltos, pero no muchos».

Historia de un abandono

Cada uno de los 260 animales que habitan en el lugar posee su propia historia y para sus anteriores dueños, un motivo fundamental para ser abandonados. «No siempre conocemos lo que les ha pasado para llegar aquí, los encontramos y los traemos. A veces vienen sus propietarios para entregárnoslos porque se tienen que cambiar de residencia, también la pérdida de un empleo puede hacer muy difícil mantenerlos o por el tema de las alergias, muy común, sobre todo para los gatos cuando una mujer se queda embarazada», comenta el secretario. El desamparo tampoco entiende de razas, pues el recinto acoge de todas las razas, sexos y tamaños; desde cachorros recién nacidos hasta adultos con varios años a sus espaldas.

No obstante, hay razas que sufren más el infortunio de verse sin hogar: los perros de caza y los cruces de mastines, «normalmente perros grandes», pero también cuyos dueños les obligaban a competir en feroces peleas, aunque lo más común es el maltrato psicológico. «Llegan muchos perros con miedos, timidez... para rehabilitarlos hay que tratarlos con tacto, con cariño para que vuelvan a confiar en las personas». Sin lugar a dudas, hay más adopciones de canes que de mininos, «pero también es verdad que entran más perros que gatos».

Aunque los animales no entienden de crisis o de recesión, la actual coyuntura económica también les afecta. La Protectora de Animales y Plantas de León siempre ha obtenido ayudas por parte del Ayuntamiento de León, menos este año. «Hemos conseguido salir adelante gracias a las aportaciones de los socios», explica Dani, que actualmente son unos 310. La cuantía mínima para ser socio está en los tres euros al mes, aunque cada uno dona en la medida de sus posibilidades, como productos para cuidado personal como mantas, pienso o juguetes.

Asimismo, la Protectora cuenta con voluntarios que, desinteresadamente, aportan su granito de arena para cuidar el hogar de los canes y mininos. «Es muy difícil conseguir a una voluntario que se implique al cien por cien. No vienen todos los días porque no pueden o vienen varios y están una semana sin aparecer... los que están siempre, a diario, son cuatro. No existe un número concreto de voluntarios». En ocasiones, las tareas que deben desempeñar, como recoger las deposiciones o asearlos de forma periódica, provocan el rechazo de algunos que se acercan. «Cuidar un animal es esto, limpiar sus cosas, darle de comer y atenderles, no hay más», asegura Dani.

Adopción

Sin embargo, los animales pueden recibir una segunda oportunidad por parte de una familia que busca incorporar a su prole un nuevo miembro. El proceso de adopción no se deja al azar; los animales no pueden volver a pasar otra decepción. El secretario de la Junta Directiva lo resume así: «Muchas personas llaman y preguntan por una raza de perro determinada. Si tenemos lo que buscan, si les encaja un poquito, vienen hacia aquí y si no, se acercan al albergue, ven un poco lo que hay y eligen perro o el perro les elige a ellos, que también es frecuente».

Una vez que la búsqueda ha terminado y las distintas partes implicadas se han encontrado —perro y dueño—, comienza la parte burocrática. «Se firma un contrato de adopción, donde figuran las responsabilidades que van a adquirir y se abonan 35 euros en concepto de antirrábica y microchip».

Otra cuestión importante a tener en cuenta es el tema de la castración. «Si en el momento de la adopción ya lo están, adelante, pero si no se firma un compromiso de castración, donde el dueño queda obligado a hacerlo en un plazo de dos meses si es adulto o de seis meses si se trata de un cachorro».

Asimismo, la edad de la mascota se convierte en un factor muy significativo a la hora de abandonar el lugar. «Cuando son cachorros tienen más posibilidades de ser adoptados; a medida que van creciendo es más difícil. La gente prefiere cachorros». Pero para gustos los colores, pues hay de todo y nada es un impedimento si se desea tener un animal de compañía. «Hay gente que busca perros adultos y otros los han adoptado de incluso 12 o 13 años».

Entre los perros acogidos destaca la historia de un mastín leonés que fue adoptado dos veces y escapó en ambas ocasiones para volver al centro. «De momento es el único caso que se ha dado», comenta Dani.

La barbarie no es ajena al lugar, donde también se han producido robos de animales, «el más reciente, hace unos cinco o seis meses, además de destrozar los medicamentos guardados».

Verano, época de los olvidados

Si en algo coinciden todas las campañas en contra del abandono de los animales es que el estío es la época del año en la que la gente más se desentiende de las mascotas. Sin distinción alguna. «Este verano ha sido de locura en cuanto a recogida de cachorros y camadas de cachorros. Sólo en el mes de julio llegamos a congregar unos cuarenta». Por el contrario, Navidad es el período con mayor número de adopciones, «aunque siempre esperamos que esos perros que se van no vuelvan en verano», estipula Dani.

El futuro del centro se presenta con inseguridad, pues la crisis empuja cada vez más a la abulia y a la deserción obligada, además de la posibilidad de vivir sin fondos institucionales. Sin embargo, en cada mirada de un perro o un gato, en esos ojos vítreos y cristalinos de quienes han vivido situaciones que nunca se debieron producir, hay un atisbo de agradecimiento por contar con un rincón provisional y cariño humano a la espera de otro hogar a su altura, pues no siempre son ellos los más animales.

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