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Publicado por
enrique vázquez
León

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La oposición republicana ha convertido la confirmación de Chuck Hagel como nuevo secretario norteamericano de Defensa en un ejercicio político de desgaste y censura casi sin precedentes y cuando podía haber concluido ayer se alarga más, por lo menos diez o doce días más. El proceso de su ratificación por el Senado rompe así no solo un par de sólidas tradiciones y evidencia grietas de alto nivel en las alturas de la política exterior de los Estados Unidos.

Hagel fue senador republicano por Nebraska tres legislaturas. En la última se convirtió en un crítico severo de la política de Bush en Irak y, en general, se posicionó contra el así llamado consenso bipartidario sobre Irán y, sobre todo, sobre Israel. Cuando se revolvió contra las críticas de las organizaciones judeo-americanas mencionó la acción del lobby judío, cuando la corrección política imponía decir lobby israelí… se le clasificó como anti-semita. Con inteligente criterio, las mayores de tales grupos levantaron el pie del acelerador, con la excepción de la ZOA (Organización Sionista de América, de Morton Klein) porque entendieron juiciosamente que sabotear su nombramiento sería atacar una prerrogativa presidencial y podría suscitar la irritación de Obama y su equipo.

Con todo, lo probable es que sea confirmado. Obama y su nuevo jefe del Pentágono habrán ganado pero, y esto es lo más relevante, el episodio prueba hasta qué punto Israel y su conducta regional está en el ojo del huracán y será, con Irán (y mezclado con él, por cierto) la estrella de la política exterior del segundo mandato de Obama. Hagel, por su parte, cree que Washington puede hacerlo bien y ayudar a Israel sin obedecer a Netanyahu. Se cuenta que anda por allí regalando ejemplares de una biografía que se titula, gráficamente, Eisenhower, 1956 , escrita por David Nichols, y que trata del Eisenhower que ese año se negó a apoyar la acción militar anglo-franco-israelí contra Egipto cuando Nasser nacionalizó el canal de Suez… Se diría que, desinhibidos, Obama y Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí se dirigen, educadamente, eso sí, a un choque de trenes que se ha hecho esperar demasiado tiempo.

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