«Trabajar en la hostelería fue una casualidad»

Uno de los lugares que mantiene intacta su esencia desde su nacimiento es el bar Valdesogo, ubicado en la calle de las Carnicerías. Perteneciente a Fructuoso Fernández y Serafina Suárez, su nombre proviene de uno de sus primeros dueños, Primitivo, natural de las tierras del mismo nombre. Decorado con varias fotos antiguas y una cabeza de toro, por el Valdesogo se han reunido varias generaciones dispuestas a pasar un agradable rato saboreando los vinos más auténticos de la zona. Mítico entre los míticos, lleva abierto más de cien años, aunque pasando por la manos de distintos dueños que ocuparon durante varias décadas el bar. En el ‘turno’ actual, Fructuoso y Serafina disfrutarán de su peculiar negocio durante unos meses más, ya que su intención «es traspasarlo», comenta Serafina. Por sus 37 años dentro del meollo gastronómico de León han visto pasar de todo, pero Fructuoso asegura que la hostelería ha empeorado. «Los camareros ahora no son camareros. Hace poco fui a un bar a pedir un sol y sombra y no sabían lo que era. Cada vez estamos más tontos». Serafina cuenta que antes de llegar al Valdesogo no había trabajado en la hostelería antes, «fue una casualidad», al igual que decidirse por una ubicación en el Barrio Húmedo.

Entre sus exquisiteces culinarias se encuentran los embutidos más renombrados de la provincia, apropiados para acompañar por un buen vino y productos caseros como el vermouth o la limonada de la casa.

Su perenne aire a tasca antigua, de recuerdos flotando en el ambiente y una historia que parece gritada por cada baldosa ya quedó recogida en varias obras de la literatura más bodeguera, de la que hizo gala un jovencísimo Francisco Umbral.