la guerra y la política
El conocido axioma de Von Clausewitz según el cual la guerra es la política por otros medios ha sido matizada y retorcida a fondo y hay quien cree que también se puede sostener lo contrario: la política es la guerra. por otros medios, a condición de perseguir idénticos fines.
A la extraña situación en Siria le convienen las dos versiones, pero la segunda tiene ahora más predicamento en lo que se refiere a factores formalmente externos a la misma: hay allí una guerra que cumple este mes dos años con unos 70.000 muertos y casi un millón de refugiados y este río de sangre es la expresión no solo de un conflicto interno (es una guerra civil) sino de la convulsión política nacional y regional, ésta insertable en un escenario que parecía inamovible en las fronteras heredadas del periodo colonial. Esta evaluación se basa sobre todo en el hecho central del interés que suscita en las grandes potencias, que se debaten entre abordar la guerra con herramientas políticas o tomar parte en ella con medios militares.
Y el campo occidental, orientado por Washington, pero con más dinamismo y prontitud por París y Londres, ha optado por lo que parece un híbrido: se entrega a la rebelión equipo militar, pero ‘no letal’ (vehículos blindados, sistemas de comunicación, uniformes.) y dinero abundante a sus órganos políticos (la Coalición Nacional de la Oposición y la Revolución) y se organiza en suelo turco un programa de entrenamiento militar. La otra parte (Rusia y el Irán) proveen directamente armas y dinero desde el mismo criterio: su política obliga a tomar partido en la guerra.
Pero todas ellas directamente interesadas en promover la victoria de sus intereses políticos o confesionales. Washington se ha encontrado, sin embargo, con un problema casi irresoluble: cómo ayudar a la derrota política del régimen sirio (que desea y le conviene en tanto que también la quieren sus aliados regionales) sin que el factor islamista-radical que está obteniendo los mayores éxitos militares reciba el correspondiente premio político. El crucigrama está servido y en la situación de empate técnico sobre el terreno nadie parece saber cómo resolverlo.