Diario de León

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«Es una experiencia muy gratificante»

Javier Toca, el primero por la derecha, comparte sobremesa con varios peregrinos.

Javier Toca, el primero por la derecha, comparte sobremesa con varios peregrinos.

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«Todavía me pregunto por qué me hice hospitalero voluntario». Así responde Javier Toca cuando se le pregunta por los motivos que le llevaron, hace ahora dos años, a trabajar de forma altruista en el albergue de El Burgo Ranero durante la última quincena del pasado mes de abril.

Ha tenido un día difícil. Ser hospitalero voluntario requiere de una gran dosis de solidaridad, pero también de cierta paciencia. «Hay gente que hace el Camino que no me convence. Se piensan que esto es un hotel y exigen de todo; no se paran a pensar que este trabajo es voluntario. Hay veces que se hace difícil recibir siempre con una sonrisa», asegura.

Sin embargo, asegura que la mayoría de la gente que ha conocido en el Camino y durante estas dos semanas merece la pena. Y mucho. «Es una experiencia muy gratificante», añade Toca.

Javier trabaja en un astillero de reparación naval y coge vacaciones para dedicarse a una labor de la que asegura que «Si pones lo bueno y lo malo en una balanza, te compensa, aunque es verdad que ahora se ha perdido mucho el sentido del Camino y muchos lo hacen más por viajar gratis que por otra cosa».

El año pasado ya estuvo de hospitalero voluntario en Santo Domingo de la Calzada y le emocionan hechos tan simples «como que una señora te de una abrazo de agradecimiento cuando en realidad no has hecho nada especial».

Este hospitalero tiene sus momentos favoritos cuando ejerce en el Camino. «Lo mejor son las tertulias junto a la chimenea después de cenar. Yo no tengo ni idea de idiomas, pero con signos se entiende todo el mundo», señala divertido. ¿Lo peor? «Algún cabreo tonto con algunos que no respetan las normas». En este sentido, asegura que los peregrinos españoles son, en general, los que mejor se portan, aunque no quiere desvelar cual es, en su opinión, la nacionalidad que menos respeta.

Para Javier Toca estos meses de primavera y verano son los mejores del año. Los españoles que se ven estos días haciendo la Ruta son contados, pero son las semanas de mayor movimiento.

Su jornada comienza a las seis de la mañana, cuando se levanta para despedir a todos los que dejan el albergue. Hacia las ocho cierra y se dedica a poner un poco de orden en el centro —que dispone de 28 plazas— y a la una del mediodía empieza a recibir a los nuevos peregrinos, con quienes cena, dependiendo de la nacionalidad, a partir de las cinco y hasta las ocho y media. A las diez apaga luces y descansa para dedicarse de pleno a la siguiente jornada al servicio de los demás. Pero la solidaridad nunca duerme.

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