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celerina ferrero

«trabajé para todo cristo»

voluntaria permanente, calza sus «alpargatas de largo alcance» y se embarca en todo tipo de labores, del antruejo a los bailes, de las rondas al filandón. y a cada pregunta responde con una tonada

ramiro

Publicado por
emilio gancedo
León

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Cantan mejor que yo», dice Celerina de sus gallinas, que huyen asustadas al retumbe de la panderetera impidiendo el retrato de todas juntas, aunque sí capta Ramiro la imagen de esta ilustre vecina de Velilla de la Reina en su corral floridísimo, inseparable instrumento en la mano. Decir Celerina es decir música tradicional, conversación imparable, romances, poesías, escritura vertida en muchos cuadernos sobre su vida y obras. Hacendosa en la huerta y con el hilo y la aguja (es famosa manufacturando faltriqueras curiosinas), Celerina ha venido participando activamente, y durante décadas, en los momentos clave y en el mantenimiento del pulso tradicional de su pueblo. ¿Y cómo es su pueblo? «Para tocar, la Montaña; para bailar, la Ribera, y para mocinas con garbo, Velilla de la Reina». Velahí queda eso.

Sus padres eran labradores, «gente de muchos oficios, pobres seguro», como luego lo sería ella, humildes pero dichosos («como tenían lo justo para vivir, nadie ambicionaba más»), aunque las pasaron estrechas, sobre todo después de la guerra, que a ella le mataron un tío, paseado a las afueras del pueblo («vi muchas lágrimas en casa», confiesa). Eran tiempos en los que todo se reaprovechaba y reciclaba. De un manteo le hizo su laboriosa madre unas zapatillas, y de un forro de abrigo, un vestidín muy apañado. «Nos hacían fuertes desde que nacíamos», dice, y cuenta que a los críos nunca se les hurtaba el concepto de la muerte, más bien al contrario, les llevaban a besar la frente del difunto. «¡Qué friura, madre...!», rememora Celerina con un estremecimiento, recordando también que por dos veces su madre, y ella de la mano, se dieron la vuelta para casa cuando se dirigían a la Casa Concejo a ver el cadáver del tío.

Toda su vida fue andar con las vacas y arar y trillar y atropar centeno, garbanzos y habas... e intentar entender el mundo que le rodeaba. Se interesó por todos los parentescos del pueblo («preguntéilo, y lo cogí con mucho interés») y es archivo andante de genealogías comarcanas, con toda relación consanguínea bien almacenada en su cana cabeza. También lleva escritos muchos cuadernos con poesías y refranes y tonadas y cantares, y las costumbres de Velilla. «Antes se hacía todo a mano, todo, no había otra fiesta», y aún hoy la podemos ver en la huerta «con la azadica» mullendo los pimientos y calzando las alpargatas que llama «de largo alcance», porque «lo aguantan todo». «Para trabajar en el campo no se necesitaba estudiar, sólo tener práctica», dice esta mujer de pequeño tamaño pero de gran corazón que sacó cepas del monte igual que un paisano y que aunque toca la pandereta como nadie (aprendió de rapaza observando a sus tías y tocando en un plato, «deshacía todos los dedos por delante»), asegura que la voz no le acompaña. «El que bien canta/ canta a la tu ventana/ yo como no sé/ canto lo que me da la gana», entona sin complejos con su acento vigoroso y prestosísimo, el que predomina de la capital hacia el Oeste, sombra del leonés que antaño predominó con pleno vigor por todas partes. Y recuerda cantares de su padre: «Te convido a agua porque con vinu/ se emborrachan las mozas, pierden el tinu/ sino fuera por eso te convidaba/ así que ven conmigo a la fuente que bebemos agua».

«Yo a toda la gente que viene le digo lo que sé, no me guardo nada», afirma Celerina, recordando su extenso paso por el veterano grupo Andadura y cómo enseñó los titos locales, nada fáciles, porque «son muy tranquilines». Hacía extraordinaria pareja con Julio Sahagún, ambos tan figureros, y con su hermana Jacinta, creadora de insólitos belenes de ganchillo, y bien en falta que los echa a ambos. En las comedias, en los filandones, en las rondas, en los antruejos, en la Muestra de Artesanías (precisamente hoy se abre otra edición), con el grupo local Aguaviva, ahora mostrando el mantón del ramo leonés.... siempre ha estado presente Celerina («he trabajado para todo Cristo»). Oye, ¿y el secreto para tocar tan bien la pandereta? Responde Celerina, de nuevo, con tonada: «Para cantar, tener voz/ para bailar, el salero/ y para tocar el pandero, mover bien los dedos».