CANTO RODADO
a sopabardas
en cacabelos tocan a concejo para que la gente se suba los impuestos a sí misma mientras montoro cocina en su barbacoa el botín de las juntas vecinales
Estás en Babia!’, gritaba la monja cuando te quedabas en blanco y no sabías ni lo que te había preguntado. Nada conocías de aquellas tierras altas, de valles abiertos y montañas grises. Nada te enseñaron de su belleza. Ni una foto o una palabra.
Babia te caía en la cabeza como una pedrada, en aquellos tiempos de pupitre verde y babi rosa, en los que tener tendencias lunáticas estaba tan mal visto como ahora y los pueblos y todo su linaje eran denostados en la escuela del desarrollismo. ‘No se dice trequiñar, se dice mover; no se dice emburriar, se dice empujar’, le insistían a Paquito. En mi pueblo no metían a Babia en bretes: «Andas a sopabardas», te espetaban cuando te despistabas más de la cuenta. En la ciudad, regia y clerical, no las conocerían.
Paraíso pateado
Estar en Babia era privilegio de reyes. Andando el tiempo, las carreteras y el coche ‘democratizaron’ el paraíso. Y lo patearon. Como el hormigón, menos mal que le pusieron un poco de piedra, de los fondos del carbón con el que han forrado La Cueta de arriba a abajo por 700.000 euros. Luego dicen que los mineros cobra(ba)n mucho.
También dice el Gobierno, el ministro Montoro, que va a ahorrar tanto y más cuanto con la reforma de la administración local. Sí, sobre todo en democracia. Porque el objetivo está puesto en las administraciones más cercanas. Las más pequeñas y las más baratas. Las juntas vecinales y los pequeños ayuntamientos.
Desarrollismo democrático
El concejo abierto es el último reducto de ‘progreso’ democrático y se lo van a cargar de un plumazo con el modelo de ‘desarrollismo’ democrático que da más competencias a las instituciones de elección indirecta, como las diputaciones y los consorcios. La despoblación es la coartada perfecta.
Ahí está la Omaña irredenta luchando contra los elementos en pleno agosto. Murias de Paredes y Riello, junto a Astorga y parte de Maragatería, son los únicos reductos de la provincia que no andan a sopabardas y han tomado conciencia de la que Montoro está preparando con su ley y Herrera aderezando con la de ordenación territorial.
Blasonados
La burbuja política ha estallado y huele que apesta. Hay pompas rotas en algunos municipios leoneses, santo y seña de la incapacidad de los blasonados de la democracia para dar soluciones a la ruina que ellos mismos han provocado.
En Valderas, sin secretario (a) y a punto de ser disuelto, la gente no se resigna a que les dejen sin fiesta por desidia y malgobierno. La juventud se ha proclamado en colectivo y organiza la diversión a su gusto. Un paso adelante en medio de la ruina.
En Cacabelos quieren pasar el marrón de la deuda a la ciudadanía organizando asambleas populares para que el pueblo se suba los impuestos a sí mismo. Hay que recaudar 600.000 euros y claman al pueblo, como hacían los reyes para pagar sus guerras. El alcalde del PP, Adolfo Canedo, ha descubierto la democracia participativa para cubrirse las espaldas. ¿Les dejará hablar de otra cosa a los vecinos? ¿Les pagará por asistencia? Ellos, los blasonados de la política, no renuncian a una dieta, ni a un sueldo. No andan a sopabardas.
El alcalde de San Justo de la Vega, Avelino Vázquez, otro del PP, vigila el cloro de las piscinas y el agua de dos pueblos para mantener el sueldo que cobraba de diputado y no mancharse de grasa en el taller. Y será legal. Pero es inmoral que el regidor de un pueblo con menos de 2.000 habitantes cobre 32.000 euros al año.
Que toque a concejo, como en Cacabelos, y pregunte al pueblo.