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Publicado por
andrés aberasturi
León

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No ha debido ser fácil encontrar 40 motivos de satisfacción en la gestión del Gobierno de Rajoy, nada menos que 40 éxitos, 40 razones para estar orgullosos. En un país con seis millones de parados, con un ochenta por ciento de jóvenes dispuestos a casi todo a cambio de casi nada, con el paro juvenil más alto de Unión Europea y la corrupción haciendo guardia a las puertas de su casa, no se pueden encontrar 40 motivos para sacar pecho y presentar un balance positivo. Pero hay que hacerlo para uso interno precisamente porque la realidad es la que es y ya se sabe cómo es: terca lo mismo que una mula.

El problema de estos triunfalismos es que el papel todo lo aguanta pero la vida no se escribe, se siente y el desencanto se nos ha instalado en la conciencia a la mayoría de los españoles y ni siquiera creemos ya en que una alternancia de poder sirva para nada porque lo que no funciona es el sistema. Pero esa es otra historia.

Lo que ahora nos ocupa es la mezcla de verdades, exageraciones, mentiras y apropiaciones indebidas que ha hecho el PP en su marcha triunfal de 40 puntos. Y es que algunas cosas son ciertas y con una buena comunicación se podrían hacer llegar a la calle de forma razonada y positiva: que la macroeconomía haya mejorado es una buenísima noticia porque es la nube necesaria que después se convertirá en la bendita lluvia que nos llegue a todos.

Pero aun no ha llovido, se está formando esa tormenta que todos esperamos pero no ha caído ni una gota de agua sobre el ciudadano y por eso resulta contraproducente para el propio Gobierno hablar de lo que sin duda es verdad y añadir lo que sin duda es mentira: que los pensionistas haya ganado poder adquisitivo o que la ayuda a la dependencia llegue a los más necesitados. No se puede redactar la realidad para que nos sea favorable -y solo son dos ejemplos.

Puestos a hacer listas, háganlas como se han hecho toda la vida, con las típicas dos columnas de del «debe» y el «haber». Tienen algunas cosas importantes para apuntar en la del «haber» pero tienen más cosas con las que rellenar la de «debe». Vamos a ser sinceros porque engañarnos a nosotros mismos no conduce a nada.