Sello leonés en el icono de los Alpes
Un grupo de montañeros leoneses y palentinos emulan la hazaña de Edward Whymper
Para entender la historia de esta escalada, protagonizada por un grupo formado por dos leoneses y dos palentinos, conviene saber que el cervino es considerada la tercera montaña más bella del planeta, después del K2 y del nevado Alpamayo. Ha sido logotipo en obras de arte, películas, publicidad o sellos y su silueta es el icono de los Alpes por excelencia.
En 1840 nace en Londres nuestro protagonista, Edward Whymper. Es un joven inquieto que abandona la escuela a los 14 años para integrarse en el negocio familiar de grabador. Corre el año 1860 y viaja a los Alpes con el encargo de conseguir ilustraciones de los picos más emblemáticos. Y así, sin darse cuenta, esa decisión cambiaría el rumbo de su vida. Pronto pasa de dibujar los picos a escalarlos y, durante cinco años, intenta hasta ocho veces la escalada del Cervino por la vertiente italiana, acompañado por el guía Jean Antoine Carrel.
Pero en el año 1865 el desafío toma proporciones desmesuradas, los italianos están resentidos por los éxitos de alpinistas foráneos en cimas italianas. La primera ascensión al Cervino se convierte en un asunto de estado y el ministro Quintino Sella ordena a Carrel que contrate a todos los guías y porteadores de la zona junto con los pertrechos necesarios, llevando incluso una mula para las provisiones. La conquista del pico, como no, será por territorio italiano, obcecación que pagarán caro. Toda la maniobra se realiza a espaldas de Whymper quien, evidentemente, se siente traicionado. No le dejan posibilidad alguna. Lo cierto es que tan ilusionado estaba el inglés como Carrel y dispuesto a todo por la disputada cima, que entonces se había convertido en un asunto personal.
En la soledad de su habitación del hotel y amparado por el tabaco, reflexiona meticulosamente ordenando los hechos. Es el invierno de 1864-65 cuando llega a la conclusión de que la cara oriental (la suiza) conserva la nieve todo el año y no se trata de neveros perpetuos sino de toda la ladera (se refiere a la arista Hörnli) y de esa manera forzosamente la inclinación no puede superar los 45 grados y por lógica no abundarán las paredes verticales.
Además, está la deducción científica: De Saussure y Forbes en sus escritos comentan que los estratos se alzan hacia el noroeste con un ángulo variable entre los 45 grados y algunos horizontales. No fue hasta el fracaso en 1863 cuando Whymper presta atención a la formación geológica del Cervino y relaciona la especial dificultad de la cara suroeste (la italiana) con los estratos salientes. Se convence de que el problema es la estructura global, no la textura. Es razonable suponer que la cara opuesta (la oriental suiza) forzosamente tiene que ser más fácil.
El razonamiento científico es la clave para ascender el Cervino. Whymper regresa a Zermatt a toda velocidad. Se encuentra con Lord Francis Douglas (quien había escalado recientemente el Ober Gabelhorn) y de repente sus objetivos se unifican. Ya en el hotel Monte Rosa en Zermatt, Whymper contacta con Michel Croz, su antiguo guía.
En el comedor aparece el reverendo Charles Hudson, vicario de Skillington el cual tenía la misma ambición, ascender el poderoso Cervino. Entablan conversación y el religioso se une a la expedición con una condición, llevar también a su discípulo el señor Hadow, con los guías Peter Taugwalter padre e hijo. Ya hacen un equipo de siete personas, casualmente los mismos que lo intentarán por el lado italiano.
Amanece el 14 de julio de 1865, fecha que pasará a los anales del alpinismo mundial. A las 13:40 Whymper y su equipo hacen cima en el gigante de granito. Temerosos recorren la cresta y comprueban con gran alivio que son los primeros en hollar la cima. La alegría es indescriptible, plantan un mástil de la tienda con la camisa de Croz como bandera y seguidamente hacen el hito más grande que pueden. El momento es de euforia total, como si todo hubiera terminado, máxime cuando observan a los italianos a más de 380 metros por debajo de la cima.
Pero como una afilada brisa fúnebre portadora de victorias e infortunios llega el descenso y en la parte más crítica, cuando sortean por la cara norte, lo que hoy se conoce como Placa Moseley, resbala Hadow golpeando a Croz. Un momento después arrastran a Hudson y a Douglas, se rompe la cuerda y se despeñan mortalmente. Quien cae en el Cervino cae cientos de metros, hasta la base.
Traumatizados, agotados y con el sabor de la victoria amarga, los tres supervivientes, Whymper y los Taugwalter padre e hijo, llegan a Zermatt, con la noticia del triunfo y de la tragedia, Se reciben críticas de todos los colores y mucho se ha escrito después sobre el trágico accidente. Desde aquí no queremos juzgar ni entrar en polémica, lo cierto es que los hechos constituyen una de las mayores epopeyas del alpinismo mundial.
Sobre Carrel, más tarde Whymper escribió en su libro: «El objetivo de su vida había sido subir desde el lado italiano por el honor de su valle natal. Durante algún tiempo la partida fue suya y la jugó como quiso, pero realizó un movimiento en falso y perdió». De todas formas, Carrel junto con J.B. Bich consiguió hacer cima por el lado italiano tan solo tres días después, el 17 de julio.
En años sucesivos se fueron abriendo en el pico multitud de vías, por todas sus caras y aristas. Como ejemplo destacamos la escalada de la temida cara norte en el año 1931. Dos estudiantes de ingeniería de Munich, los hermanos Franz y Toni Schmid llegan en bicicleta a Zermatt y entre el 31 de julio y el 1 de agosto escalan en 34 horas la Pared Norte del Cervino. Al año siguiente en 1932 reciben durante la Olimpiada en Los Ángeles la medalla de oro. Toni fue condecorado a título póstumo pues unos meses antes falleció con tan solo 22 años en el Grosses Wiesbachhorn. Franz murió en 1992 a los 87 años de edad.
En 1989 se contabilizaban 600 víctimas mortales durante la escalada del Cervino y es posible que a la hora de escribir estas líneas ronden el millar, pues el promedio anual es de 12. La mayoría de los accidentes ocurren en el descenso y las causas son caídas, inexperiencia, subestimar a la montaña, mal tiempo y caída de rocas. Algunas de las víctimas, incluyendo tres de la primera ascensión están enterradas en el cementerio de Zermatt. Más que en ningún otro pico, gloria y tragedia son términos indisolubles en el poderoso Cervino.
POR LA HÖNRLI o POR LA LION
Durante el verano, dos cordadas, una formada por los palentinos Óscar Díez y Leopoldo Escudero y otra leonesa con Javier Fernández y José García hacen cima por las aristas más históricas del imponente peñasco. En ambas se contratan guías.
Desde la ciudad suiza de Zermatt tomamos las telecabinas hasta Schwarzsee a 2.584 metros y desde aquí, ya por la arista, en tres horas alcanzamos el refugio de Hörnliihütte a 3.260 metros, donde hacemos noche. La escalada empieza a las tres de la madrugada. Encontramos enseguida el primer escarpe rocoso equipado con maromas y continuando por las torres blancas, subimos por el filo del mismo color. Después nos desviamos un poco hacia la cara este procurando no acercarnos demasiado a la arista, pues la roca es muy mala.
Amanece y cuando ya divisamos la cabaña Solvay buscamos unas barras de hierro hacia la izquierda y 30 metros más arriba estamos en la construcción a 4.003 metros. Este refugio fue construido en 1915 financiado por el industrial belga Ernest Solvay. Aunque sólo está permitido usarlo para emergencias, en la actualidad muchos montañeros pernoctan allí. Continuamos nuestra ascensión y al poco nos encontramos con los pasos más técnicos en la placa Moseley, en torno al IV grado, pero equipada con maromas. Es aquí donde la saturación y la caída de piedras constituyen el principal problema de la vía.
Ya con tendencia a la cara este, salimos al Hombro asegurado con más barras de hierro. Nos colocamos los crampones y desde el Hombro tomamos una travesía hacia la izquierda para encontrar otra maroma. Llegamos a un muro casi vertical equipado con una escala, superada esta dificultad, ya solo queda ascender por la empinada rampa nevada superior al final de la cual se alcanza la cima suiza a 4.478 metros.
ARISTA DE LION
Comenzamos en la localidad italiana de Cervinia, a 2.000 metros, antes llamada Breuil y que nada tiene que envidiar a su colega suiza de Zermatt. Caminamos por las pistas para las que también se puede contratar un todoterreno, llegando así al refugio Duque de los Abruzzos a 2.885 metros. Continuaremos por un sendero, comenzando aquí la ascensión y escalada del pico, y atravesando la canaleta Whymper, al poco encontramos la Cruz Carrel que recuerda dónde falleció Jean Antoine Carrel.
Surcando ya los primeros neveros por un terreno mixto nos situamos en el Col del Lion a 3.580 metros y ganando verticalidad ya por la cresta vemos una cadena en un muro vertical, tras la cual aparece el refugio de Carrel a 3.830 metros. Como curiosidad diremos que no usamos piolet, sólo crampones.
Al día siguiente, en torno a la seis de la madrugada, proseguimos por la vertiente sur de la Gran Torre y ascendiendo oblicuamente, entre dos piedras, entramos en el Valle de los Témpanos. Una cuerda fija nos ayuda hasta un diedro de unos 25 metros y a partir de aquí encontraremos varios gendarmes. Atravesamos un muro liso que contorneamos por la derecha encontrando nieve y hielo. Después de otra cuerda fija de 30 metros alcanzamos La Corbata accediendo así al pico Tyndall ya a 4.240 metros. Más tarde un conjunto de cuerdas y cadenas nos lleva hasta la escala Jordan, una escalera de peldaños que cuelga en el vacío. Prosiguiendo por otra maroma y saliendo a la izquierda alcanzamos por fin la cima italiana 4.477 metros.
En el museo de Zermatt se puede contemplar con todo detalle como era la vida en aquellos azarosos años. Desde ese bucólico pueblecito de montaña hasta nuestros días, en los que la localidad helvética se ha convertido en un centro de turismo internacional. Pueden verse aperos para la labranza y la ganadería así como objetos relativos a la historia alpinística del lugar como piolets de madera, fotos de los pioneros, o la cuerda de la tragedia en la primera ascensión al pico. En fin, una visita para sumergirse en la montaña europea de hace ya más de siglo y medio.
Finaliza otro raid por Los Alpes. Durante este último hemos contado con Carlos Rodríguez más interesado en la Naturaleza, los senderos, los glaciares y la fotografía y que tuvo su bautismo alpino también, alcanzando la cota de 4400 metros en el Monte Rosa.
El alpinismo cuenta ya con dos siglos de existencia desde finales del siglo XIX en que se inicia la conquista de Los Alpes y en estos 200 años tenemos una sucesión de éxitos y tragedias de hombres y mujeres que fueron protagonistas en el momento histórico que les tocó vivir. Pero detrás, siempre esta fuerza innata y que por naturaleza caracteriza al ser humano, su espíritu de exploración y aventura.