Diario de León

COLECCIONES MUY PARTICULARES

Objetos que cuentan historias

Entre las más de 400 piezas de madera que paco, un catalán con raíces leonesas, atesora en su peculiar colección de antiGüedades, hay mucha tradición leonesa, recuerdo de su familia de león y de una costumbre inculcada por sus abuelos

Paco con una de las piezas de su particular colección

Paco con una de las piezas de su particular colección

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Lo suyo es devoción por la madera. Francisco Javier Suárez Burón, Paco, nació en Barcelona, pero buena parte de su infancia la pasó en León, junto a sus abuelos de Villamoros de Mansilla y Villasabariego, de donde son su padre y su madre, respectivamente. Su profesión es la de carnicero, pero su pasión es la madera. De ella aprendió muchos secretos de pequeño y desde entonces su ansia de saber sobre las distintas técnicas relacionadas con este noble material y cualquier secreto no ha hecho más que crecer.

En los últimos veinte años, Paco ha rescatado cerca de 400 piezas de madera que pertenecían al legado familiar, algunas de las cuales esperaban en una montaña junto a otros utensilios sin valor como pasto para alimentar la hoguera en casa de algún familiar en su pueblo de León. De aquí se ha llevado para Barcelona todas estas piezas con gran valor testimonial de las tradiciones de antaño, pero sobre todo con un enorme valor sentimental para él. «Rescatarlas supone también recuperar los orígenes de mi familia. Es una oda a mi infancia», explica.

Yugos, palas, cerandas, o tablas de planchar son algunos ejemplos que componen esta curiosa colección, en la que Paco trabaja desde hace años. Tantos como le han permitido la memoria. Con ella, relata la unión de su familia con la madera. «Era gente con pocos recursos, pero muy hábiles con las manos, con las que fabricaban casi todo lo que les hacía falta», cuenta Paco. Con su abuelo aprendió a hacer cachas o tarucos con los que arreglar las madreñas, desgastadas de tanto uso.

El tiempo fue pasando, también para sus abuelos. «Cuando me fui haciendo mayor empecé a añorar esos momentos de mi infancia que tanto me aportaron, veía que mis abuelos iban envejeciendo y quise recuperar de alguna manera aquellos años poniendo en valor todos esos utensilios que empezaban a desaparecer por la falta de uso y por la carcoma», argumenta.

Todos los guarda ahora en un pequeño local en Barcelona que le ha dejado un amigo. Hasta allí han llegado en muchos viajes en furgoneta, en servicio de mensajería o en varias idas y venidas en coche cuando acababan las vacaciones de verano en León. Una vez en casa, Paco se ha afanado en restaurarlas y recuperar su esencia, empañada por el paso del tiempo, en un proceso que requiere paciencia y mucho trabajo con las manos. Y no sólo de las viviendas familiares, sino que también ha encontrado verdaderas antigüedades en muchos otros lugares, como corrales y antiguas cuadras a la intemperie. Para dejarlas como a él le gustan, Paco lo restaura todo «a muñeca» utilizando un algodón, una técnica que ha ido perfeccionando con el paso del tiempo gracias a cursillos y a sus ganas de aprender sobre lo que hoy es su pasión. «He llegado a tapar hasta 1.233 agujeros de carcoma de una sola pieza, que los he contado», explica Paco orgulloso.

Largo proceso

Asegura que tiene «un don» para esto, para restaurar. «Le echo matacarcoma como tratamiento curativo y preventivo que es uno de los procesos más importantes para que dure la pieza». Pasarla por cuatro lijas para dejarla suave y fina y un baño de goma-laca casera es suficiente para dejar la pieza como nueva. Luego toca envolver y guardar. Para Paco es un proceso fundamental y , al mismo tiempo, con cierta carga sentimental. «Cuando he pasado la pieza por las cuatro lijas, me encanta frotarla, sentirla. A veces siento cosas, las eras de mi infancia, los pajares, veo imágenes o personas. La madera me transmite muchas cosas», señala este catalán con raíces leonesas.

Una de las mayores ilusiones de Paco sería exponer su colección en el Museo Etnográfico de Mansilla de las Mulas. Lo ha intentado, pero hasta el momento le han dicho que no tienen hueco, según cuenta él mismo. Y lo lleva intentando tres años. ¿Su objetivo? Mostrar un pedazo de la historia familiar, pero también de algunas de las costumbres de antes a través de sus más de 400 elementos que han sido testigos del paso del tiempo y que Paco consiguió aprender a apreciar gracias a sus abuelos, Ovidio Duárez y Nazario Burón

Mientras tanto, sigue buscando tesoros en la casa de sus antepasados. Uno de sus favoritos es una mesera de su abuela, que a su vez heredó de la bisabuela de Paco. «Tiene casi dos metros de largo porque eran muchos en casa y hacía falta pan para comer», argumenta. Otro es una emina, una medida de peso y que perteneció a su abuela en 1844 y que tiene acuñado el escudo de León. «Antes, en las eras se llenaban los sacos con esa medida, que equivalía a 14 kilos aproximadamente y esa inscripción certificaba que esos sacos estaban homologados para vender», explica Paco.

Pero también un afilador, una pala de pan fabricada en roble en una sola pieza de 2,17 metros o una tabla de planchar. Pequeños tesoros cargados de historia.

tracking