Diario de León
Publicado por
Andrés ABerasturi
León

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Dice la Wikipedia, y esta vez acierta en el relato, que «Jon Manteca Cabañes (Mondragón, 1967 - Orihuela, 25 de mayo de 1996), más conocido como el Cojo Manteca fue un personaje elevado al rango de icono mediático de finales de los años ochenta en España a raíz de fotografías y videos que le mostraban destrozando mobiliario urbano en una manifestación de estudiantes en enero de 1987».

Conviene recordar esa figura en estos tiempos raros en los que la violencia extrema parece formar parte ya inevitable de nuestras vidas. Prácticamente cualquier reunión numerosa termina —en la mayoría de las ocasiones a pesar de quienes la organizan— en un dramático festival de destrozos, heridos, detenidos, cargas policiales, carreras, contenedores quemados y comercios destrozados. Son los «antisistemas» que nadie sabe muy bien ni hacia dónde van ni de dónde vienen ni qué pretenden pero que terminan poniendo en pie de guerra cualquier manifestación sea del tipo que sea. Y naturalmente provocan después de la batalla los comentarios de una mal entendida progresía se empeña en responsabilizar a las fuerzas de seguridad por la dureza de sus actuaciones ¿frente a quién exactamente? Pues frente a un grupo de radicales cuyo único objetivo parece ser, de entrada, el mismo del cojo Manteca: ninguno. Porque nadie con dos dedos de frente monta las que montan estos por muy antisistemas que se quieran llamar y por mucho pasamontañas que se pongan.

No pretendo extrapolar nada ni comparar la trágica vida de Jon Manteca —por el que sentí y aun siento una ternura tal vez incomprensible— con la de esta nueva generación de antisistemas que sigo sin saber lo que son y lo que pretenden. Lo que a estas alturas me revuelve un poco es el buenismo de una cierta izquierda tibiamente tolerante incapaz de llamar a las cosas por su nombre y que sin atreverse a justificar del todo la violencia de estos jóvenes, se empeña en poner en el otro lado de la balanza la actuación policial. Al final estas cosas siempre se vuelven contra ellos y lo que empieza siendo un «minimayo» del 68 termina en una pesadilla que nadie quiere.

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