Diario de León
Publicado por
Andrés Aberasturi
León

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Dice el lendakari vasco Iñigo Urkullu —con un cierto gesto de comprensible decepción— que nada ha cambiado entre lo que había antes y después de la proclamación de Felipe VI. Tiene razón. Como tienen razón otros muchos colectivos que —al parecer— esperaban que tras la abdicación de Juan Carlos I, su hijo, en su primer discurso ante los representantes del pueblo y otros allegado, no proclamara directamente aprovechando el momento el comienzo de la III República, no diera un sí rotundo a la secesión de Cataluña o Euskadi —incluso de Galicia o Canarias— o pusiera en la picota pública a su cuñado Urdagaín con nombre y apellidos. Otros echaban de menos que no se extendiera más en la crisis económica y hasta un diseñador de tres al cuarto señaló que el vestido de la nueva reina era como de primera comunión. Aquí, lógicamente, cada uno tira para lo suyo y siempre resulta tentador protagonizar un minuto de tele.

Al margen de estas opiniones, los medios en general acogieron bien el discurso poniendo cada cual el énfasis en algún aspecto determinado. Lo que resulta del todo chocante es que en muchas tertulias y algunos editoriales, se hable de los retos a los que se enfrenta el nuevo rey. Porque, constitucionalmente, Felipe VI ni debe, ni por supuesto puede, solucionar prácticamente nada salvo su propia casa, poniendo sobre Zarzuela, como dije en su momento, un techo de cristal y estoy seguro que lo hará en la medida de lo posible. Pero el rey solo puede sancionar las leyes de los gobiernos, tiene firma en el BOE pero ningún poder de decisión en la gobernabilidad del Estado.

Lo que no tiene mucho sentido es pedir al rey lo que el rey no puede hacer y lo que no tiene mucha educación es permanecer de brazos cruzados cuando el resto aplaudía su intervención. Claro que peor hubiera sido que quienes esto hicieron hubieran estado acompañado al darwiniano Jorge Verstrynge que después de estar en la derecha extrema, se pasó al PP, luego quiso entrar en el PSOE y ahora anda acompañando a Podemos, hasta que unos policías lo detenían en una manifa a favor de la república.

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