Diario de León

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Aquellos bancos que ya no quedan

Nadie diría que en este lugar idílico a las afueras de Nistal, entre choperas y el canto del agua y a la vera del río Tuerto, estuvo uno de los primeros bancos de León. El lugar donde se guardaron importantes cantidades de dinero durante buena parte del siglo XIX.

Vista del molino de Nistal, cerca de Astorga, hoy reconvertido en hotel rural con mucho encanto.

Vista del molino de Nistal, cerca de Astorga, hoy reconvertido en hotel rural con mucho encanto.

Publicado por
M.C. CACHAFEIRO
León

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El molino Cela, hoy abierto como hotel con encanto a las afueras de Nistal, cerca de Astorga, protagonista de muchas revistas de decoración por el respeto al buen gusto de su dueña actual, Mercedes Unzeta, conserva intacta la antigua banca del ‘tío Andrés’. Andrés Rodríguez de Cela, tras heredar este idílico lugar en 1850 y después de una larga carrera política, lo reformó para instalar en él uno de los primeros bancos de la provincia.

Ventanilla el antiguo banco, conservada intacta. JESÚS F. SALVADORES

Liberal de férreas convicciones, fue alcalde de Astorga y funcionario en Filipinas y cuentan que en la caja fuerte de este bello edificio se guardaron los dineros en algunas de las alternancias políticas del siglo XIX en la provincia.

Pese a estar a las afueras de Nistal, o quizá por eso, todo parece estar pensado para evitar a los cacos. En primer lugar, el molino está rodeado de agua como si fuera una isla, algo que a primera vista no es fácil de sortear. Por un lado, el río Tuerto, que bordea la finca; por otro, la presa que suministra agua a las instalaciones.

Los controles no se detenían ahí. Eran también estrictos desde la entrada de la finca hasta la puerta misma de acceso al banco, seguían en la ventanilla para entregar el dinero y, por supuesto, dentro, en distintas estancias vigiladas con pequeñas troneras preparadas para apuntar a la cabeza de posibles atracadores.

Todo está como lo dejó el ‘tío Andrés’. Salvo el puente de acceso, que ya no es de madera sino de piedra, el resto se mantiene: las antiguas rejas de forja que separaban al cajero que recibía las monedas y billetes, el sistema de defensa, con las antiguas mirillas por las que apuntaban las armas... hasta el rodillo que servía para subir las sacas desde la planta baja al desván, donde se localizaba la caja fuerte.

Arriba, otra tronera, esta vez en el suelo, para apuntar a posibles atracadores. En la pared cuelga aún un retrato de Andrés Rodríguez de Cela. Sobre estas líneas, una de las trampillas para subir el dinero al desván. JESÚS

El sistema de troneras, unas pequeñas ventanas en el suelo y en las ventanas, merece un capítulo aparte. Siguen el rastro del dinero desde que el cliente atravesaba el puente elevado que daba acceso al molino.

El primer piso era el verdadero centro de operaciones del banco. Desde el salón, que hoy mantiene su estilo intacto, se vigilaba la puerta. De forma visual, a través de los cristales, y arma en mano por si era necesario apuntar a alquien extraño.

Desde el pasillo, justo encima del cajero, se abrían una tronera más hacia la calle, a través de una tercera ventana, y otra justo encima de la cabeza del posible atracador, por si se le ocurría encañonar al cajero. Y, por si acaso, también desde el primer piso, pero desde una escalera lateral, otra pequeña ventanilla podía apuntar a la nuca.

Y ahí no quedaba la cosa. El búnker, situado en el desván, estaba hecho de hierro forjado, por si los ladrones buscaban el dinero intentando subir al tejado, al que tampoco era fácil llegar desde la planta baja, porque también se hizo un complejo sistema de puertas, trampillas y rejas.

No está claro el nombre de la banca. «Se llamaría banca Nistal», comenta Mercedes Unzeta con cierta ironía.

El banco del ‘tío Andrés’ funcionó hasta su muerte, a finales del siglo XIX. Hoy, es uno de los reclamos del hotel rural.

Andrés Rodríguez de Cela heredó una cantidad importante de dinero de un tío suyo que fue deán de la Catedral de Astorga. Abogado de profesión, primer edil de la ciudad bimilenaria entre 1843 y 1844, fue diputado en Cortes siete años, primero por León y más tarde por Illescas, en Toledo, hasta que la Dirección General de Ultramar le nombró oficial en Filipinas, donde tuvo cierta notoriedad por sus estudios sobre finanzas y tributos.

Hasta fue pionero al proponer incrementar el comercio con China. Como diputado, también tuvo cierto papel al defender una financiación de la iglesia «independiente y decorosa», que no estuviera sometida «al capricho del ministro de Hacienda».

El molino de Cela es un antiguo caserón del siglo XVII dedicado al moler grano para harina y aceite de linaza y pasó a ser propiedad de una sobrina al morir sin descendencia el ‘tío Andrés’.

La ‘tía Emilia’ también fue una emprendedora, pero no siguió con el banco. Montó a principios del siglo XX una central hidroeléctrica que dio luz a una docena de pueblos de la zona.

Hoy Mercedes Unzeta, familia de ella, sigue la estela, con un hotel que merece visitarse por muchas cosas. No sólo por tener un banco en casa.

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