magia en ti

Resulta que sí, que los demás hacen magia en ti y tú la haces en ellos. Porque, aunque no te des cuenta, lo que otros esperan de ti influye en tu comportamiento y en tus resultados. Igual que tú influyes en los suyos.

Esto, conocido como efecto Pigmalion, lo demostraron los doctores Rosenthal y Jacobson en los sesenta, cuando informaron a un grupo de profesores de cuáles de sus alumnos tenían una nota alta en un test de inteligencia y cuáles una nota mediocre. Al final del curso volvieron a evaluar a los alumnos y, mientras que el grupo de los excelentes había seguido mejorando, el de los normalitos se había quedado por debajo de la media. Lo curioso es que la información dada a los maestros era falsa y las notas de los alumnos habían sido dadas al azar. Es decir, fueron las expectativas de los profesores y cómo éstos trataron a los estudiantes las que hicieron que unos avanzaran más que otros.

En nuestra vida también pasa. Todos tratamos a los demás según la imagen que tenemos de ellos sin darnos cuenta de que la perciben y les condiciona. Por ejemplo, si nos dedicamos a cuestionar las capacidades de alguien o a fijarnos en sus fallos seguramente consigamos que se desmotive porque estamos potenciando sus inseguridades y sus miedos. Esto influirá en su conducta y en sus resultados, lo que a su vez corroborará nuestra teoría. Como la pescadilla que se muerde la cola.

Da escalofríos pensar que nuestro poder sobre nuestros hijos, colaboradores o subordinados es tan grande, pero a la vez es mágico entender que podemos influir positivamente en los demás y provocar un cambio en ellos. Que, valorando su trabajo, recordándoles lo que hacen bien, poniendo el foco en sus logros más que en sus errores y demostrándoles que confiamos en sus posibilidades, podemos ayudarles a mejorar su rendimiento y a sacar la mejor versión de sí mismos.

Como dijo Blaise Pascal, «trata a un ser humano como es y seguirá siendo como es. Trátalo como puede llegar a ser y se convertirá en lo que puede llegar a ser».