Diario de León

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El vuelo de Manolete

«De no ser torero, habría sido aviador. ¡Qué hermosa profesión!» confesó Manolete al periodista Alfredo Marquerie en Barajas nada más bajar del avión que le llevó desde León a Madrid el 5 de mayo de 1945. Un Junker EC-AA1 de Iberia

Manolete (con gafas) al subir al avión en León.

Manolete (con gafas) al subir al avión en León.

Ponferrada

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Aunque nunca llegó a torear en León, Manuel Rodríguez, Manolete, ha quedado para la pequeña historia local como el primer pasajero de un avión comercial que aterrizó en La Virgen del Camino, aunque aquel 5 de mayo de 1945 aún quedaran cinco décadas para que los leoneses vieran abrir su maltrecho aeropuerto.

Manolete protagonizó aquel primer chárter desde la base aérea por ser quien era, el mito entre los mitos. Un torero para después de una guerra.

El diestro cordobés toreó el día antes en La Coruña. Cenó en Lugo y se desplazó por carretera hasta León en un largo viaje en el que intentó dormir. Aquí, a primera hora, partió rumbo a Madrid, donde hizo escala, antes de seguir viaje en el mismo avión a Alicante para torear aquella tarde primaveral del 5 de mayo de 1945.

El Monstruo hizo ese viaje de punta a punta de España por comodidad y también porque quería visitar el proyecto de la plaza de toros de León. La revista El Ruedo, entonces número uno de la prensa taurina, convirtió la hazaña en un reportaje para su portada con el título de «Con Manolete en el aire». Con gran alarde tipográfico: fotos de Manolete sentado en preferente, fumando, en la cabina, leyendo...

Paradojas del destino, la historia quiso que el diestro cordobés nunca toreara en la capital leonesa ni en la provincia. Manolete murió en agosto de 1947 en Linares, dos años después de aquel vuelo, y sólo diez meses antes de que se abriese el coso de Papalaguinda, para el que, según muchos taurinos leoneses, llegó a estar contratado.

Su toreo hierático, vertical, aportó una vuelta más de tuerca en la concepción moderna del Arte de Cúchares después de que Belmonte acabara con todos los cánones dos décadas atrás. Manolete citaba de perfil, con la muleta atrás, lo que obligaba al toro a pasar por delante del torero antes de embarcarse en la suerte?. Sólo con su presencia, llenaba las plazas y reventaba las taquillas, y por tanto podía afrontar el coste de un vuelo privado, que hoy sigue estando sólo al nivel de las grandes figuras.

«No tengo miedo a volar», confesó el diestro de Córdoba en la entrevista con Alfredo Marquerie, autor del reportaje de El Ruedo, que se hizo entre Barajas, al llegar el avión procedente de León, y en la segunda parte del vuelo a Alicante.

Aquel fue un vuelo muy leonés no sólo por partir de La Virgen del Camino a primera hora de la mañana. Lisardo Pérez, un conocido piloto nacido en Valle de las Casas, fue quien estuvo a los mandos de aquel Junker, según confesión propia.

«Puntualmente, el zumbido de motores lejano se hace alas en el aire y el aparato se posa recto y suave en el campo», escribió Marquerie sobre el aterrizaje del Junker procedente de León.

Manolete estaba en 1945 en el momento culminante de su carrera. No toreó en León, ni tampoco en Astorga, Sahagún y Valencia de Don Juan, que eran las otras plazas abiertas entonces. En todos los casos, porque había que poner mucho dinero para contratarle.

Sin duda, Manolete fue un personaje controvertido. Para unos, un dios sobre el albero; para otros, un producto del franquismo. Pero lo que nadie puede poner en duda es su personalidad arrolladora, como demuestra también aquel vuelo, que para él fue uno más y para León el primero. De aquel viaje le quedó al torero una imagen: «La enorme sed de los campos de España».

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