¿Qué saldrá de todo esto?
Resultaba más o menos previsible —para qué engañarnos— pero, pese a todo, los medios fans de Podemos y el PSOE, andan como despistados intentando encontrar razones convincentes para que sin dar su brazo a torcer, admitan la realidad que se va imponiendo. En la derecha pasa un poco lo mismo pero con matices, porque si bien UPyD fue maltratada por los afines al PP, y no digamos por el presidente Rajoy, contra Ciudadanos sólo hubo reproches con la boquita pequeña porque algo había que decir en campaña y se cuidaron más la formas.
Pero en las filas del PSOE las cosas se complican y se complican aún más en las de Izquierda Unida, tanto que ya ni se sabe si hay o no filas que sigan a Garzón. Pero es que ahí están los archivos y si antes hacía falta ir a la hemeroteca y rebuscar entre periódicos del último año, hoy basta con un «clic» en cualquier ordenador casero para que aparezcan no sólo las citas textuales en boca de los protagonistas sino hasta el solemne tono con que se dijeron en unos tiempos, ay, tan cercanos que no vale siquiera la famosa «descontextualización» a la que siempre se agarran como un salvavidas etéreo los que por una razón u otra dijeron cosas de las que hoy se arrepienten.
La solemne promesa del secretario general del PSOE afirmando tajante que «Podemos es populismo y jamás, ni antes, ni durante ni después de las elecciones (pasadas) pactaremos con el populismo» se disuelva hoy en la realidad de municipios y comunidades como, por otra parte, no podía ser de otra manera. Lo malo es que con la gente de Podemos han sido los palmeros del PSOE los más beligerantes y ahora se enfrentan a una situación verdaderamente incómoda.
Carmona, que sobre todo es un buen tipo, está entre la espada y la pared, entre la sonrisa que debe poner por imperativo electoral y la que de verdad le saldría si pudiera elegir. Y no sé si me equivoco mucho si afirmo que algo así también le pasa a Carmena cuando ven desde la soledad de sus casas cómo ha quedado el gobierno de la capital. Claro que tanto el uno como la otra podrían dimitir, pero no es fácil decir con Ortega «no es esto, no es esto» y salir de naja. Bueno, decirlo, sí, pero lo de salir ya es otro cantar.