Diario de León

luis hernández, ‘mejido’ o ‘suave’

«la tapa se inventó aquí»

Centinela indispensable de la plaza de San Martín, encontró a Lenin en un desconchón del Húmedo y guía a los turistas hasta esa aparición proletaria

ramiro

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emilio gancedo
León

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Tantas y tantas horas permaneció Luis Hernández, más conocido por su segundo apellido, ‘Mejido’ (y también ‘El Suave’, será por lo tranquilón), montando guardia a la puerta de la Casa del Embutido, el bar Tizón de la plaza las Tiendas, que un buen día se le apareció, en la pared de la casa de enfrente, la efigie de Lenin como una visión laica, agitadora y presoviética. «Pues aquí en León también tenemos a Lenin», les dice a los turistas, añadiendo lo insólito a la ya conocida guía monumental, y ellos recelan o se interesan, y luego él apunta al desconchón. «Le habrán hecho como tres mil fotos», aporta, orgulloso del hallazgo.

—Mira, Mejido, y el de al lado parece Carlos Marx.

—Coño, es verdad.

La imagen de Mejido es aún más persistente en el barrio que esa humedad con pinta de sagrario proletario —meta, quizá, de futuras romerías rojas—, y por San Martín pasea cada día sus bigotes a lo D’Artagnan en charla apacible y sorbeo constante de vinos de la tierra. «¿Ese Mejido qué es, gallego?», se le pregunta, y él responde que árabe, que hay una ciudad cerca de Jerusalén llamada de igual modo, «y, según la Biblia, en ella empezará el Apocalipsis», desliza el dato intimidatorio y colosal.

Pero este paisano con apellido de hecatombe tuvo un nacer más prosaico en Santa Ana, en una de esas históricas casas con soportales que acabara tirando abajo el alcalde Morano, de padre visionario que fuera el primero en León en componer, vender, instalar y reparar frigoríficos, con taller y empresa de varios obreros en la calle Barahona. Y Mejido, antes de convertirse en centinela del Tizón y la Tabierna Los Cazurros, era un niño que se pasaba el día al aire libre jugando al tacón, al gua y a la pita, y asando patatas junto a las Cercas. La empresa paterna funcionaba razonablemente y en la zona motejaban al chaval como ‘el millonario’ porque su padre compró el primer 600 del barrio. Estudió en los Maristas y en el Leonés y pudo cursar Refrigeración en Vigo, en aquel edificio América donde el Estado entregaba a cada alumno 4.200 pesetas para gastos, una Formación Profesional de lujo asiático. Claro que él de eso no decía ni mu y cuando llamaba a casa, pedía: «¡Papá, mándame algo, que aquí no nos dan nada!» Y en el Olimpia escuchó a Al Bano «cuando aún estaba soltero». Otra cifra: «En La Piedra, dos docenas de ostras nos valían 180 pesetas».

La mili la pasó, en teoría, en Ferral y Almansa, pero en la práctica, escayolado casi toda, en casa, al caer por las escaleras de una discoteca de Benavente («pero sobrio, ¿eh?). Trabajó para varias empresas y se puso por su cuenta, siempre hozando detrás de los frigoríficos, y compró un hermoso 124 para recorrer Candamias y apartadizos («buena amortiguación tenía»).

Desde hace «20 ó 25 años», calcula, trilla el Barrio Húmedo con verdadero afecto por sus parroquias y sus feligreses de vino sin bendecir. «Antes había mucho más ambiente, con todas aquellas cuadrillas que cantaban y jugaban al chichimoni » (los chinos), ¡los bares no cerraban a mediodía!», y recita la hipnótica letanía de la sagrada tabernácula: «El Racimo, el Polvos, El Ruedo, el Burro, el Condado y el Miche». «Un vino o un butano costaba dos pesetas, y si pagabas cincuenta céntimos más tenías derecho a ver la televisión», rememora. Y defiende su teoría. «Pero, ¿no ves que la tapa gratis se inventó en León, para que a los paisanos no les afectara tanto el vino? Lo de otros sitios son pinchos, pinchos de pago», dice como con desdén.

No suelta mucho de su situación jurídica actual («estoy pa’ jubilarme» es cuanto le sacamos), y si se le pregunta por el súmmum de su felicidad, responde: «Que el Ayuntamiento me diera una gorra y así pudiera yo regular el tráfico de gente por el Húmedo. Ahora tú, luego tú».

Sus conocidos, que son muchos, pasan por la plaza y le saludan.

—¿Cómo lo llevas, ‘Suave’?

—Suavemente.

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