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Publicado por
andrés aberasturi
León

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Con la que está cayendo por aquí, incluso es posible escribir una columna sin hablar de Grecia. Y no es que no sea apasionante —y desde el punto de vista humano incluso triste— esa montaña rusa que es el ensayo de Tsipras, solo frente al mundo. Por otra parte tampoco es que aquí caiga la mundial salvo el calor; pero hay temas sobre los que merece la pena reflexionar. Hemos dado tal vuelta de tuerca (sin «k») que nacen partidos a la izquierda de la izquierda de la izquierda, que se proyectan listas electorales pero prohibiendo que aparezcan políticos, cambios de logotipos, posibles fusiones del ministerio de Defensa con Interior, y eso.

Y es que lo de la izquierda-izquierda en este país, es el cuento de nunca acabar. Ha pasado por todo y por todos.

Y Cataluña. Los prebostes del independentismo jugando al juego —teóricamente contradictorio— de hacer política sin políticos, lo cual no deja de ser un signo preocupante del descrédito de esta democracia y de frivolidad de esos paridos. Pero tiene trampa, claro. Porque lo que pretende ERC es presentar una lista llena de activistas de lo que ahora llamamos movimientos ciudadanos, plataformas etc.

¿Pero es que acaso esas formaciones no son claramente políticas aunque no estén inscritas como partidos? Que no engañen a los catalanes —que no les engañan— con lo de «listas sin políticos» porque es, sencillamente, mentira. Y todo esto si es que al final hay adelanto de las elecciones, que cada vez parece menos probable. Lo de Mas es de hacérselo ver. ¿Y qué hay de los «grandes»? Pues la esperanza de todos en que al final el PSOE explique en qué consiste su proyecto federal y que descarte la peregrina idea de fusionar los ministerios de Defensa e Interior, algo que sólo se le puede ocurrir —y perdonen— a regímenes totalitarios.

Y el PP que inicia su gran revolución desdibujando a la gaviota en un nuevo logo. Bueno; en realidad ya se sabe que cuando a uno no se le ocurre nada, lo que hace es cambiar el logo pero no tiene por qué ser así. Al menos algo se mueve y eso siempre es bueno cuando lamentablemente los partidos históricos han tocado fondo alcanzando la cota más alta del desencanto general.

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