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Los astros en el folklore

AStronomía popular

La hermosura de la bóveda celeste ha estimulado la curiosidad y la imaginación de los seres humanos desde tiempos remotos. La cultura popular atesora el recuerdo de esta antigua fascinación

PATRICK PLEUL

Publicado por
nicolás bartolomé pérez
León

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Muchos de los nombres de los planetas del sistema solar, de estrellas, de galaxias y constelaciones tienen origen en la mitología greco-latina, pero sus denominaciones populares suelen ser más variadas. Por ejemplo, la Vía Láctea recibe en León el nombre de  Camino de Santiago. Una antigua tradición europea explica este nombre mediante una leyenda que cuenta que el apóstol Santiago se apareció al emperador Carlomagno en la Vía Láctea para señalar el camino que tenían que seguir aquellos que quisieran peregrinar a su tumba en los confines galaicos; en León se cuenta que el Camino de Santiago muestra en el cielo la vía terrestre que tienen que seguir los peregrinos hasta Compostela.

En diferentes zonas de la provincia de León la Osa Mayor es conocida como  El Carru,  El Carro Triunfante, El Carrellín  o Carrico por su forma que se asemeja a la de un carro. Por otro lado, la Osa Menor es en Los Argüellos  La Madreña Taruguera, al recordar vagamente su figura a de este típico calzado leonés. De carácter descriptivo es el nombre Sietrestrello  o  Sietestrellos  para referirse a Las Pléyades, por ser precisamente siete estrellas las que parecen formar esa constelación; aunque también recibe otros designaciones como La Piña por estar las estrellas aparentemente muy juntas entre sí, y  también Las Cabriellas, Las Siete Cabriellas  o  Cabrillas, denominación de probable origen pastoril. Un refrán de los Picos de Europa leoneses dice que «No nació ni nacerá el que Las Siete Cabriellas verá», que alude a la dificultad para ver las siete estrellas de la constelación ya que una de ellas,  Merope, es menos brillante que el resto. De matiz cristiano es el nombre de  Las Tres Marías, tres estrellas alineadas pertenecientes a la constelación de Orión. Una tradición argollana apunta que antiguamente los filandones finalizaban cuando estas estrellas tocaban aparentemente un determinado punto de la tierra.

Las Tres Marías

Un refrán de Laciana recuerda la misma tradición: «Cuando las Tres Marías chegan al Tesetón, salen las mozas del filandón». A partir de determinada época del año  Las Tres Marías  desaparecen del cielo leonés como indica un dicho del valle del Esla:  «No ha nacido ni nacerá el que Las Tres Marías en mayo verá». Otra paremia de esa zona resume así las constelaciones más destacadas del firmamento visible en nuestra tierra:  «Por lo más alto del cielo camina el Carro Triunfante, las Tres Marías detrás y el Siete Estrellos delante». Por otro lado, el planeta Venus, visible solo al amanecer y al oscurecer, es en leonés omañés El Lluceiru, aunque en el Valle del Esla también se le llama Arrata Yeguas, ya que su aparición celeste señalaba la hora de «arratar» (atar, trabar) al ganado caballar que se dejaba pastando en los pastizales a primera hora de la mañana.

La Luna es, no obstante, el cuerpo celeste que concentra un mayor número de creencias y supersticiones en León. Al respecto, decía Antonio Viñayo que el calendario alternativo y paralelo del medio rural leonés media el tiempo hasta nuestros días más por la Luna que por el Sol. Eran la Luna y las lunaciones, particularmente el creciente y el menguante, quienes regían la vida rural. Más que por meses y estaciones se nombraban el tiempo por la Luna: Luna de San Blas, Luna de San Andrés, etc. Se creía (y se cree en algún caso) ? que la Luna regulaba los tiempos de la siembra, de la poda y de la corta de los árboles, del sacrificio del cerdo, de la recolección de los nabos, el apareamiento y castrado de los animales, el esquileo de los rebaños y hasta la tonsura de cabello y el rapado de la barba en los humanos. 

Una leyenda leonesa muy conocida relata que en la Luna hay una persona descrita en algunas tradiciones como un ladrón que está allí castigado por sus crímenes, y en otras como un hombre que lleva una carga de espinos. Pero, sin duda, la conseja más fascinante sobre el satélite terrestre es la que afirma que en la luna hay una vieja hilando, recogida en varios lugares leoneses por José Luis Puerto.

Un cantar en leonés nos releva de forma poética lo cambiante del cielo nocturno: “Las estrel.las cuerren, cuerren, you nun deixo de correr, ya onde m’alcuentre la nueite, al.lí quiero alborecer.”