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policarpo liébana arias, ‘poli’

«soy fiel al mieu llugar»

pastor enamorado de las ‘cousas de cabreira’, atropa en sus cuadernos palabras, refranes y dichos, y todo cuanto tenga que ver con una antigua lengua de la que es usuario cotidiano y sin complejos

marciano pérez

Publicado por
emilio gancedo
León

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Tou padre foi a llobos?/ Foi/ ¿Matóulos todos, todos?/ Matóu/ ¿Y ónde los metiéu?/ Nuna ventanica/ ¿Y con quéi los tapóu?/ Con una zamarrica/ Y dixo la raposa qu’ anduviera a sopros/ y qu’el que primeiro enseñara los dientes/ que tenía que dir/ a cagar y a meixar/ al altu La Bruyal».

Esta cancionina o juego infantil para elegir o descartar a uno de los presentes, similar al ‘pito, pito, colorito’, la echan a rodar, a un tiempo, Policarpo y Sagrario, dos vecinos de Corporales de Cabrera ante quienes habría que llevar a cualquiera de esas personas que dicen que el leonés «no existe». La viuda del recordado gaitero Moisés Liébana es una auténtica enciclopedia del cabreirés que merecería, sobre todo por el hecho de usarlo diariamente y sin complejo alguno, un reportaje de muchas páginas. Resulta curioso comprobar cómo personas mayores, especialmente los homes que salieron a la mili y andaban de aquí para allá en trajines, pastoreos y comercios, rara vez lo usan ante el foráneo o les parece cosa de demérito o ignorancia mientras que las muyeres lo emplean con mayor libertad... y también personas de entre cincuenta y sesenta que salieron fuera, vieron mundo y adquirieron así una renovada pasión por la tierrica y las suas cousas . Gente como el pastor Policarpo Liébana Arias, que estos días ve con ilusión los carteles bilingües (leonés-castellano) instalados por el ayuntamiento de Truchas, y por eso agradece el tesón de las asociaciones mozas que luchan por impedir que la llengua se muera, y le vienen a la mente muchos recuerdos... y no pocas palabras.

‘Poli’ nació en Corporales en 1952 y atesora en la despensa de su cabeza infinidad de vivencias siempre teñidas de sonoridad cabreiresa. Cualquier otra sociedad —más avanzada, más culta— mantendría como oro en paño esta joya patrimonial, palpitante aún, y llena de guapas palatalizaciones (llazu , llombu , ñuevu , ñuedu ), haciendo gala de ella de la misma manera que lo hace Policarpo. Por ejemplo, se acuerda bien de aquellas casas de llousa vieya , con las cocinas donde no faltaban la llareira u hogar bajo y su afumada corte de trébedes y bergancias , todo bajo la gran campana de barro y varas entretejidas, y la chumineya (chimenea), «y el fornu con la lleña bien cerca para arroxar ». También reviven en su memoria los juegos, la cocha , esa especie de golf montaraz, varios rapaces dándole fuerte a un trozo de madera, el manro o las esconderayas , y las ñevadas inmensas, y unos gitanicos que venían cada año en carromatos como los del viejo oeste.

Con diez años lo sacaron a estudiar fuera, a colegios de frailes en Santander y Martos (Jaén), y más tarde se buscaría los garbanzos en la hostelería suiza, en una estación invernal a más de 1.800 metros rodeada de cumbres «parecidas al Telenu». Pasaba de los 25 cuando volvió, ya casado y padre, a su Corporales natal, a criar más familia, llabrar y pastorear. Echa a revolar la mano e indica que hasta donde se extiende la vista y hoy son herbazales y escobas, lo ocupaban antes las patacas, las huertas y, sobre todo, el rey centeno («a todu esu chamábamoslo ‘la Faceira’»). Y cae sobre sus güeyos craros la sombra de aquellas jornadas inmensas dedicadas a mayar el cereal segado, y sus oídos se llenan con el rítmico golpeteo de los manales , bien agarrada la manueca , y atizando con el porru . Ya nadie maya, y aunque ahora no se alce una sola espiga en estas cuestas, Policarpo decidió archivarlo todo en la cabeza, y hoy es el día en que recuerda cómo se hacían los feixes , y los belortos con que se ataban, y lo demuestra a cámara. Será de los pocos que conozcan la manera de techar con paja de centeno (aunque «agora yie paya vieya»), y es quien renovó la cubierta de uno de esos extraordinarios payares de Corporales, otra singularidad arquitectónica que en cualquier otro lugar serían objeto de veneración. Lo cuenta mientras cierra en una de esas arcaicas construcciones una docenica de ovejas que mantiene («antes había mueitas, mueitas ouveyas, ¡ouveyas ñegras!») con la mastina para que las guarde, luego pone una piedra grande tras la puerta y dicta: «Un perru a lladrar ñon la quita».

Poli lleva miles de palabras, refranes y dichos apuntados en sus cuadernos, que atesora y atiende como un remedio contra las destrucciones del tiempo («hai que ser fiel al llugar onde ñaciste»), y mientras apunta, antiguas nanas y canciones se deslizan de entre sus páginas y salen a pasear, de noche, por las solitarias calles cabreiresas.

«Estos piecines son hermanines/ fonun al ñabal, comienun ñabines,/ vino la curuxa, quísolos llevar,/ Escapar, escapar, escapar, ¡pa Portugal!»