CON MOVILIDAD REDUCIDA (8) Un viaje nostálgico por la literatura y la música de Estados Unidos
Un paseo por la fama
TENNESSE
NASHVILLE
Enfilamos la Hw 6hacia Tupelo para entrar en Alabama y coger la Hw.65, cruzar el río Tennessee y llegar a Nashville. En los campos brillan las gencianas y en los jardines de los pueblos o de las cabañas de los campos, los cornejos y las glicinias en racimos morados. Pasado el río Tennessee, la hierba azul capitaliza el colorido.
En Nashville nos alojamos, pasado el río Cumberland, en una zona moderna denominada Music Valley, lleno de hoteles, garitos de música en vivo, empresas discográficas, museos y el Grand Ole Opry House, un complejo donde se produce el famoso programa de radio con música en directo, con casi 90 años de programación y un aforo de más de 2.000 localidades.
En el hotel, la encargada nos dijo que había un concierto de Willie Nelson al atardecer y que le quedaban algunas entradas. Naturalmente las cogimos y casi sin transición nos pusimos en camino hacia el lugar de la actuación, un auditorio al aire libre que, aprovechando la configuración del terreno, formaba una suerte de anfiteatro con una cabida de 15.000 personas. Había llovido y hacía frío. Los asistentes llevaban ropa de abrigo, sacos, mantas, sillas y hamacas para sentarse en el suelo.
Abría el concierto un grupo de Bluegrass, pero no uno cualquiera, nada menos que Alison Krauss y La Unión Station, la que hizo la banda sonora de la película O Brother, de los hermanos Coen, con Holly Hunter y George Clooney; de hecho cuando presentan al guitarra Jeff White exponen que no es tan guapo como Clooney, pero canta mejor.
Alison Krauss, voz y violín, 25 premios Grammy, con una voz como la mantequilla, encabeza un grupo, The Union Station, integrado por un contrabajo, un banjo y una guitarra nacional que nos hizo una interpretación de una obra de Albéniz que nos dejó con la boca abierta de puro asombro. El guitarra acústica y cantante es el famoso Jeff White de Nashville.
En contraste, la segunda actuación, era el otro Country, que con incorporaciones de la música rockabilly y la música western, producen canciones del tejano Willie Nelson.
La música en Nashville siempre fue una actividad de primera necesidad. Se dice que una canción que trate sobre una camioneta, una botella de bourbon, un perro de caza perdido o una mujer que se ha ido, tiene muchas posibilidades de haber sido compuesta aquí.
En los 60 Jimmy Hendrix estaba en Fort Campbell no lejos de Nashville, en la 101 División Aerotransportada, haciendo instrucción para conseguir la insignia del águila, cuando un mal salto en paracaídas lo dejó inútil para el servicio. Con su guitarra al hombro bajó hasta Nashville y formó su primer grupo y años después comentó: «Para tocar allí había que ser un gran guitarrista. En cualquier acera te encontrabas verdaderos maestros de las seis cuerdas».
Hoy la marca Nashville supone todo eso y mucho más: un sonido country llamado Nashville, series televisivas de éxito, música country y bluegrass en vivo todas las tardes y noches, programas de radio y televisión emitidos par toda América, cientos de ejecutivos de las industrias discográficas produciendo nuevos discos …
Visitamos el Museo Paseo de la Fama del Country. Allí están todos los que tienen algo que ver con este tipo de sonido, los propios Linda Ronstadt, Dolly Parton, Union Station y los acogidos Willie Nelson, Johnny Cash…. Todos muestran sus discos de oro y de forma interactiva puedes verlos desenvolverse en films realizados ad hoc o escuchar sus actuaciones.
Aunque poco tienen que ver con el country, un lugar de privilegio lo ocupan unos músicos de Nashville ya míticos: Los Allman Brothers. Duane Allman, integrante del club de los muertos a los 27 años, descubierto por Eric Clapton muy joven fue atropellado cuando viajaba en moto. Su guitarra siempre sonará en la primera versión de Laila, la canción que Clapton hizo a Pattie Boyd, la mujer de George Harrison.
Los fines de semana la gente se viste de hillbilly y en sus coches de época, a veces bellamente tuneados, se echan a la calle a dejarse ver y a gozar de la música y del baile. La zona de la movida es la Broadway St., una calle paralela al río Cumberland, cuajada de edificios victorianos, antiguos almacenes de algodón, en el cercano puerto fluvial, hoy recuperados como salones, tiendas, restaurantes, honcky tonks con música en vivo y algún hotel. Hemos dado varios paseos arriba y abajo, escuchando la música en las aceras sin conseguir entrar en ningún garito, tal es la aglomeración de gente. Parece un metro en hora punta; se necesitarían empujadores, como en Japón.
Ya nos había pasado al intentar comer en el Prince´s Hotchicken, que aconsejaba la Lonely Planet. Había una cola considerable y un letrero que informaba que se comprometían a darnos de cenar. Por la calle, al lado de la acera, circulan las Tabernas Móviles, una suerte de artefacto sobre ruedas que consta de dos hileras de asientos enfrentados y separados por una estrecha barra. Un grupo de seis u ocho jóvenes se acomoda con la bebida y los pies en los pedales que ejercen de tracción.
Dejamos la Broadway St. y nos volvemos a nuestro territorio, el Valley Music, donde hay varios salones con música en directo, pero antes pasamos a ver el Partenón. Ya saben, nosotros tenemos a los héroes de la Iliada o los Caballeros Andantes y los americanos han creado a Batman o Superman. Nosotros tenemos los monumentos griegos o romanos y ellos los rascacielos o han copiado nuestras construcciones más emblemáticas, e incluso, en ocasiones, las han llevado piedra a piedra, tratando de poseer el monumento que representaba el ideal de belleza en un momento determinado.
El Partenón fue construido en 1897 para la Tennessee Centenial Exposition y aunque se deterioró, fue reconstruido a petición popular y hoy es un centro cultural. Es el segundo Partenón diseñado en los últimos siglos. El otro lo vimos en Alemania, sobre el Danubio y se llama Walhalla, el cielo de los nórdicos, que es lo que representaba para los nacionalistas alemanes.
MEMPHIS
Por la mañana partimos hacia Memphis a encontrarnos de nuevo con la Hw.61 y el río Mississippi. Llegamos a la hora justa para asistir en el Hotel Peabody al retorno de los patos en su refugio nocturno. Es un rito que se celebra todos los días. De mañana un Duckmaster (maestro de patos) baja en el ascensor con los diez patos, de su aviario nocturno, a la fuente ubicada en el centro del hall del hotel, donde permanecen jugando en el pequeño estanque hasta media tarde. A esta hora se reúne un montón de gente y nos agolpamos en torno a la fuente y en los corredores que delimitan en altura el hotel. El Duckmaster aparece con su largo bastón y tras una breve espera para que la gente se acomode, golpea suavemente el borde del estanque y los patos saltan y se colocan tras él, que inicia la marcha hacia el ascensor, por el pasillo que le hemos dejado la concurrencia. Me he dado cuenta que el Duckmaster y todos los trabajadores a la vista son negros. Espero que con el dinero del espectáculo les paguen un buen sueldo.
Memphis es una ciudad no demasiado grande, aunque extendida y sus museos dan testimonio de su importancia en el último siglo y medio para la comunidad negra. Primero como parada de los bluesmen, que emigraban por la Hw.61 hacia Chicago o a trabajar a Detroit, después como centro de grabación y de emisoras donde se programaba música negra y donde hicieron hueco a W.C. Handy o a B.B. King.
La movida turística está en Beale St. Allí cenamos en el Blues City Café, que presume de preparar el mejor tocino (cerdo) de la ciudad. Mientras esperamos a la cola, observamos el teatrillo que forman dos chicas con un hula hop luminoso pidiendo dólares para la cena. En frente está un salon de blues llamado B.B. King Club, que debe ser una especie de franquicia, aprobada por el propio cantante, pues lo vemos en varias ciudades.
La calle Beale está llena de garitos de blues en vivo y tiendas de todo tipo de recuerdos y regalos bastante originales. Compro una sudadera con la leyenda «Memphis Univertity of Blues». Al final de la calle hay un salon decorado como el Bar Coyote de la película homónima; las camareras también cantan y bailan subidas al mostrador. Bragas y sujetadores cuelgan del techo y de las botellas de la vitrina.
Por la mañana perdemos un poco el tiempo visitando Graceland, la casa de Elvis Presley . El interior no es tan hortera como esperaba, aunque el exterior es de un decadente rosáceo netamente vomitivo, con aviones, sus piscinas, sus coches brillantosos y sus tumbas en el jardín. Además no hay que olvidar que se ofreció a Nixon como agente secreto para combatir la subversión de los Beattles y otras estrellas de la contracultura.
Después vamos a la Sun Records, el estudio de grabación de Sam Phillips y hogar de la primera juventud de Elvis y para mí, su etapa más destacable en la música. Elvis había venido de Tupelo (Mississippi) y su música se parecía al blues de los negros con un leve tinte del country hillbilly, y Phillis estaba buscando una voz con esa textura en el cuerpo de un blanco para hacer llegar la música negra a otros ambientes no exclusivos de los afroamericanos. Aquél experimento dio origen al rockabilly y lanzó a la fama a un blanco que se movía como los negros.
El museo de Sun Records recuerda de forma interactiva estos hechos y una parte de la historia de la música de Estados Unidos, inicialmente con el blues de Howlin´Wolf, B.B. king, Ike Turner; después con el rockabilly de Carl Perkins, Roy Orbison y Jerry Lee Lewis o el country de Johnny Cash. Todos fueron estrellas del estudio cuando tenían dificultades para grabar en cualquier otro lugar.
Memphis es una ciudad en conflicto y expansión con un centro y un área universitaria muy pulcros y unos barrios periféricos cerca del Mississippi con chabolas y edificios con cristales ametrallados por guijarros. Hemos ido a ver el río y dan un poco de miedo los negros con las manos en los bolsillos interpelándose unos a otros al lado de las casas descascarilladas.
En el Hotel Lorraine mataron a Martin Luther King en 1968, blancos que lo consideraban un agitador. Hoy el hotel es el Museo de los Derechos Civiles y además de la cama de la última noche del Dr. King, se muestra el autobús de Alabama en el que Rosa Park se negó a dejar su asiento a un blanco, una recreación de la barra del bar para blancos de Carolina del Norte donde unos universitarios negros se acodaron durante varios días hasta que les sirvieron y, en fin, aquellos hitos de la lucha por los derechos civiles.
No lejos de la Beale St. se encuentra la fábrica— museo de las guitarras Gibson y allí terminamos la tarde, entre banjos y guitarras acústicas y eléctricas. Los Estudios Stax han de quedar para otro día.
Los Estudios Stax-Soulville fueron creados por los hermanos Stuart y Esther Axon a principios de los 60, sin que tuvieran mucha idea del mundo musical, pero desde el primer momento fue un espacio para cualquier músico, blanco o negro, que quisiese poner algo en común. Así nació el equipo arreglista y base rítmica Broker T. and The MG´s, formado por dos blancos y dos negros. No era poco en un país dividido donde la vida en el Sur no se diferenciaba mucho de aquella, anterior a la Guerra Civil. La vergüenza irreparable de la esclavitud había seguido infectando la vida en el Sur.
El Soul y el Rhythm and blues dicen que lo había inventado Ray Charles, un músico ciego de Georgia, cuando unificó dos fuerzas opuestas, los ritmos de fuerte carga sexual de los salones y los cargados de emoción de las Iglesias.
El despegue de Stax se produjo en el año 62 cuando otro músico de Georgia, Otis Redding, llegó para grabar I Love You, con ese estilo suplicante tan característico. Después serían Sam Davis, Aretha Franklin o el cantante de Alabama Percy Sledge. Otis Redding, con Sam Davis de telonero, hizo una gira por Europa y desbancó a Elvis Presley del número uno.
Con la muerte en el 68 de Redding, su músico más emblemático, los Estudios Stax pasaron serias dificultades. También el asesinato ese mismo año se Martin Luther King fue un duro golpe para las ideas integradoras de los Estudios.