Diario de León

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La botica con más memoria de León

Abierta en 1827, la Farmacia Merino es testigo desde hace más de un siglo del devenir de la ciudad desde la atalaya de la calle Ancha. Y sus estanterías y su artesonado son, además, una visita obligada para quienes pasan por León.

María José Alonso, actual titular de la farmacia Merino, que compró su padre en los años treinta del siglo pasado.

María José Alonso, actual titular de la farmacia Merino, que compró su padre en los años treinta del siglo pasado.

Ponferrada

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Detrás de su noble entrada y del mármol italiano que decora su fachada, la farmacia Merino desprende sobre todo vida a pesar de tener ya sus años. Pasión también por la forma de ser de sus dueños, el matrimonio formado por María José Alonso y José María Luengo, que acepta de buen grado que todos los días entren al establecimiento muchos de los turistas que visitan León, y que se sorprenden de una decoración con sello propio, nada menos que de Juan Madrazo, arquitecto-restaurador de la Catedral. Hasta el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter se interesó por verla cuando estuvo en León.

El libro de honor de la botica.

Pero no sólo es la decoración. También se mantienen algunos elementos propios de la farmacia antigua, como una balanza hecha en Ohio, la caja registradora, el despacho, los frascos de cerámica o los candelabros que daban luz. «Está igual», comenta María José Alonso, su actual titular, que recogió el testigo de su padre.

El sello de Juan Madrazo se palpa en la anaquelería de nogal tallada que forman 32 columnas. Por cada una de ellas trepa una planta medicinal. Fue una idea inspirada en la Flora Hispano Americana, editada en París por Ramón de la Sagra, a lo que se une en este ‘templo urbano’ de la vieja medicina un artesonado con representaciones alegóricas de la farmacia, la química y el comercio.

La familia actual no es la misma que fundó la que es la farmacia más antigua de León, ni tampoco en sus orígenes estuvo en el mismo lugar de la Calle Ancha, pero sí mantiene con orgullo el testigo del tiempo. La farmacia Merino se instaló en un principio en la calle Nueva, hoy Mariano Domínguez Berrueta. Allí fue abierta por Gregorio Felipe Merino (1790-1862) en 1827, como recuerda orgullosa una inscripción en el mármol de carrara de la fachada de su sede actual.

Antes de llegar a la Calle Ancha todavía estuvo en los soportales de la plaza de Regla, frente a la Pulchra Leonina. De manos de Gregorio Felipe Merino pasó a su hijo Dámaso (1828-1896) y de éste a Fernando Merino, que fue quien hizo el traslado a su ubicación actual en 1901.

Fernando Merino, (1869-1929) fue todo un personaje de la vida social y política leonesa, y también española. Fue gobernador del Banco de España y ministro de la Gobernación, y tampoco le faltó un título nobiliario ya que, al casarse con Esperanza Mateo Sagasta y Vidal, se convirtió en el primer conde de Sagasta.

Tal fue su protagonismo que la propia Calle Ancha llevó su nombre durante algún tiempo.Aunque parte del año vivía en Madrid, suyas son iniciativas empresariales como la Papelera Leonesa (1902) o la Sociedad de Productos Químicos (1903). Cuenta José Eguiagaray en su Guía del León viejo, que en la farmacia Merino se reunían «muchas de las personalidades de aquel tiempo». Lamentablemente, el final de Fernando Merino fue trágico. El 1 de julio de 1929, acuciado por problemas económicos y personales, se suicidó.

Exterior de la farmacia, en la Calle Ancha, que conserva los materiales originales tras la rehabilitación de la Escuela Taller.

La farmacia Merino inició entonces una época de cambios. En 1929, figuró como titular Pío Cobos del Valle. Finalmente, en 1934, Francisco Alonso Luengo, padre de la actual dueña, que había trabajado en la botica, se hizo con la propiedad.

La historia de la farmacia Merino tiene muchas páginas, y muchas también relacionadas con su conservación. En 1988, fue la primera casa que rehabilitó la Escuela Taller de León. Para ello, el equipo de su entonces director, Francisco Azconegui, utilizó técnicas como el estuco, a base de marmolinas, silicatos y pigmentos naturales para la transpiración de las paredes, y limpió toda la madera.

Según una guía editada por el Colegio de Arquitectos, el mirador de la planta superior -hoy vivienda de sus propietarios- es «un elemento muy apetecido por la burguesía de la época, para entretenerse con el trasiego callejero y de algún modo, ser contemplado».

Las pastillas pectorales Merino contra la tos fueron las primeras que se fabricaron en España. Una historia más de esta farmacia que, por otro lado, cuenta con laboratorio propio, con todos los adelantos para la preparación de fórmulas magistrales, y todo lo que ofrece una farmacia del siglo XXI.

María José Alonso y su marido siguen restaurando los antiguos elementos de la farmacia como una forma de mantener viva esa memoria. Además, en el sótano, conservan muchas de aquellas pastillas y jarabes de la primera farmacia Merino. Y uno de los dos escaparates está como antes. Para memoria de aquel León y de sus muchos visitantes.

Arriba, detalles de la farmacia. Abajo, otra vista interior. JAVIER FERNÁNDEZ.

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