Diario de León

Tradiciones en papel

Relato contra la memoria

El leonés Luis Carrizo aborda en un libro el rito de la matanza del cerdo, la gran cita del invierno que va camino de desaparecer en los pueblos de León

El escritor leonés Luis Carrizo, con un ejemplar de su obra en la mano.

El escritor leonés Luis Carrizo, con un ejemplar de su obra en la mano.

Ponferrada

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A?unque la ley todavía permite matar al cerdo fuera de los mataderos oficiales, el gran rito del inicio del invierno está desapareciendo en muchos pueblos de León.

L?a normativa actual exige aturdir al animal antes; pero el resto todo es igual. Desde alimentar al animal a estazar, embutir, ahumar, curar... y, sobre todo, compartir, que resume esta fiesta en la que participaban todos los vecinos. ¿Por qué entonces se está perdiendo?

D?e todo esto habla un interesante libro, Entre todos lo mataron , del escritor e investigador leonés Luis Carrizo, que describe de principio a fin «un sanmartín en un pueblo de León, como dice, y bien, el subtítulo de su obra.

«?Por otras múltiples razones que las meramente legales, la matanza tal como siempre se conoció está irremisiblemente condenada a convertirse en un mero elemento folclórico o testimonial», señala Luis Carrizo. El mundo cada vez «más urbanita» y los nuevos usos «industriales y alimentarios de la sociedad» están acabando, a su juicio, con un rito ancestral. «Como la trilla, como la vendimia, como pasear plácidamente a la caída de la tarde durante «el veraneo» con una vara de fresno en la mano por las afueras del pueblo. Esto es así y de nada valen las lamentaciones».

C?ómo se debería conservar. La respuesta, a su juicio, es complicada. «A lo mejor, para despertar las conciencias, habría que comenzar por no despachar cocacola a quien pide un bocadillo de chorizo o jamón. Esto parece una boutade, pero es un síntoma», advierte.

N?o sólo era la matanza del cerdo. Era todo lo que rodeaba preparar el principal sustento del invierno. La reunión de familiares, amigos, vecinos... «La matanza conllevaba, efectivamente, innúmerables «beneficios colaterales». Los niños no tenían escuela -cuando se mata el gocho y muere la abuela no hay escuela, se decía-. Esa circunstancia da la medida de la trascendencia de la celebración. Pero por encima de todo, la muerte del cerdo abría la puerta de la despensa y eso eran palabras mayores. Muy mayores», resalta este estudioso leonés, nacido en La Virgen del Camino.

Entre todos lo mataron , el título del libro, es una expresión popular que, a su juicio, define perfectamente el hecho de que matar al gocho era una ceremonia coral. «No soy ningún estudioso del asunto, pero yo creo que a las tradiciones les va pasando lo que a los pueblos: que van desapareciendo. Si los pueblos se van despoblando y desmoronando, ¿qué no va a pasar con las tradiciones que albergaban? Es más, a veces se corre el riesgo de convertirlas en mascaradas sin contenido al ser oficiadas por quien desconoce las motivaciones que las generaron. Si falla la raíz cualquier despropósito es posible».

E?n el caso de la matanza, la esencia de la fiesta era la misma en todas las comarcas leonesas. «Cambian cuestiones menores -dice Luis Carrizo-, como la forma de acuchillar al cerdo, por delante o por detrás de las patas, la forma de quemarle el cerdamen..., cuestiones accesorias. Donde creo que existen más diferencias es en la cuestión léxica. Ahí sí que existe una cierta abundante variación: chichas, jijas, capones, pizpiernos, pizpiernas, chorizos sabadiegos, sabadeños...»

L?uis Carrizo ha escrito este libro como una sentida y meticulosa descripción de la forma de vivir de «nuestros padres, y los padres de nuestros padres». «Mataban a un animal sin otro fin que el de reponer fuerzas y alimentar a la prole. Como hacían los gatos que con ellos convivían, los lobos que rondaban sus pueblos y los milanos, halcones y cigüeñas que los sobrevolaban. Con ánimo de salvar este rito del olvido al que las prisas, las tecnologías y las leyes actuales parecen haberlo condenado ya sin remisión, y para curiosidad de historiadores futuros».

L?os nuevos tiempos están dejando atrás muchas tradiciones, pero también la emigración de los años 60, 70, acabó con la memoria. «Acabó a medias porque quedaron los abuelos manteniendo el fuego sagrado. Pero con la inevitable desaparición de los abuelos y el cierre a cal y canto de las casas, ahora le ha llegado el turno a la matanza de las tradiciones. Lo que se suele decir: muerto el perro, se acabó la rabia. De ahí, vuelvo a insistir mi interés en salvaguardar esta tradición por medio de este libro. Espero que no se cumpla la premonición que Pedro Trapiello, que tuvo la gentileza de hacerme, magistralmente, su presentación, me comentó mientras tomábamos un cafe. Como perro viejo que es en estas lides, me previno de que si quieres que algo no se sepa no tienes más que decirlo en un libro. Dios no le oiga», concluye

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