PATRIMONIO LINGÜÍSTICO LEONÉS (VI)
Literatura Antigua
En 1907 Emilio Bardón Sabugo animaba en una carta a Cayetano Álvarez Bardón a seguir cultivando el leonés hasta que «puedan cuntase las fazañas de Guzmán [el Bueno] y Bernardo Carpio na sua mesma llengua»
El primer documento leonés redactado plenamente en nuestro romance autóctono, un inventario de huertos del monasterio de Sahagún, data de 1171. De 1155 es el Fuero de Avilés, conservado en una copia posterior, y en cuyo texto vemos rasgos asturleoneses y provenzales que evidencian la pujanza de la población occitana en la Villa del Adelantado en aquella época. La conocida como Nodicia de Kesos, una lista de quesos procedente del monasterio leonés de San Justo y San Pastor de Rozuela, es bastante anterior, del año 974 aproximadamente, aunque se trata más bien de un texto latino que apunta ya algunos rasgos romances.
En todo caso, a mediados del siglo XIII el leonés comenzó a ser intensamente empleado en la escritura, sobre todo en el ámbito del Derecho y de la prosa instrumental jurídica; sin embargo, también tenemos ejemplos del uso del leonés en la literatura con obras relevantes como una de las versiones del Libro de Alexandre o el Poema de Alfonso XI, que, junto como obras menores como el Poema de Elena y María, constatan que durante los siglos XIII y XIV el leonés se empleó en diversos géneros poéticos, si bien mezclado en muy diversas proporciones con el castellano y con el gallego-portugués, como indicó Ramón Mendéndez Pidal.
Destaca especialmente la copia leonesa del Libro de Alexandre pues para el profesor Xulio Viejo el hecho de que Johan Lorienço, el copista astorgano, diera entrada sistemática a peculiariedades lingüísticas leonesas en su versión del original castellano, sería prueba indiscutible de la esistencia de una clerecía erudita en Asturias y León movida a hacer uso sin complejos de su propio romance, incluso en los textos poéticos del carácter más elevado.
A partir del siglo XV el leonés desapareció casi por completo de la literatura, y su utilización quedó restringida, con la etiqueta esterotipada de sayagués, como un recurso con intencionalidad cómica o burlesca en el teatro renacentista castellano. De todas las composiciones que usaron este sayagués artificioso, elevado a la categoría de habla rústica por antonomasia, hay dos autores, el zamorano Juan del Encina y el salmantino Lucas Fernández que vivieron entre los siglos XV y XVI, en cuyas obras los villanos y pastores usan un sayagués especialmente cercano a las hablas populares leonesas que debían de conocer muy bien. En palabras de Javier Huerta Calvo en estos dos autores «la proximidad del dialecto a la realidad no era solamente ficticia», y, citando a Liani, afirma que las composiciones de Lucas Fernández «hicieron florecer el verdadero dialecto leonés oriental, transformando así el habla convencional teatral en un dialecto verdadero», que coincide con María Josefa Canellada cuando dijo que «Lucas Fernández transplanta aquella indecisa habla rústica a un clima dialectal vivo, el leonés. Es el momento de pleno vigor y logro del tantas veces llamado lenguaje y estilo sayagués».
El leonés en Salamanca
Tiene especial interés anotar la existencia en la Salamanca del siglo XVII de justas poéticas, seguramente vinculadas a la universidad de esa ciudad, que celebraban acontecimientos de relevancia y donde era frecuente que concursaran poesías escritas en «estilo sayagués». Muchas de esas composiciones se perdieron, pero conocemos algunas muestras de entre las que destaca la ganadora del certamen celebrado para festejar en 1629 el nacimiento del príncipe Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV, y donde tamién se premió a la mejor composición en «lengua sayaguesa», que fue la de Manuel Herrera Gallinato. Las «Redondillas» de Gallinato publicadas en Salamanca al año siguiente no pasan de ser un poema menor y circunstancial, pero destaca de él la fidelidad al habla popular leonesa de Salamanca. Gallinato, además, ofreció una breve descripción del habla popular leonesa que identifica como sayagués, y que «ni dice filius, como el latino, ni fijo, como el antiguo, ni fillo, como el portugués, ni hijo como el castellano; sino tomando de todas y huyendo de ellas, dice fiyo?».