Listas Inmortales
Alguna vez ha tenido usted una lista de tareas que crece y crece y de la que nunca tacha nada? Igual hasta es de los que le dedica más tiempo a pasar las tareas pendientes a la agenda de la semana siguiente que a hacer dichas tareas. Y eso si con suerte lo tiene usted por escrito, porque también están los que lo tienen «en mente». Sí, sí, «en mente». Y su cabeza dale que te pego para no olvidarse de nada. Un suplicio, vaya.
De eso le quiero hablar hoy, de la cantidad de cosas pendientes que todos tenemos y que nos consumen mucha más energía de la que nos imaginamos. Desde cambiarse de banco, a reclamar una factura errónea o arreglar un reloj estropeado. Lo que sea. Si quiere ordenar su cabeza, empiece por poner en orden su lista de tareas:
—Póngalo todo por escrito. Lo que no está escrito no existe, así de claro. Busque y rebusque hasta haber apuntado todas esas cosas pendientes que le rondan por la cabeza.
—Sepárelas en tres listas diferentes: las cosas importantes que quiero hacer ya, las cosas que haré más adelante y las que descarto definitivamente. Habrá tareas con las que lo tenga muy claro y otras con las que tenga que reflexionar un poco. Pregúntese: ¿Esto para qué lo quiero hacer? ¿Qué me va a aportar a mí o a mi entorno? ¿Me acerca a la vida que quiero, me aleja o me deja como estaba?
—Empiece por la lista de cosas importantes. Esto parece muy obvio, pero no para todo el mundo lo es. Hay quien prefiere empezar por lo fácil, por lo que tiene más a mano, o por lo que va surgiendo. Hasta que un día lo importante se convierte en urgente o, peor todavía, en «demasiado tarde».
—Pregúntese qué es lo que quiere terminar hoy. Mire la lista y elija una de esas tareas importantes. La que quiera. La más importante de todas, la más urgente o la que más le apetezca. Sólo una, la que va a terminar hoy. Y así, poco a poco. Usted verá cuántas, dos o tres por semana puede estar muy bien comparado con cuando no hacía ninguna.
Ya verá cómo se nota usted mucho más ligero de peso después de esto.