Diario de León
León

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Jorge VI recibió clases de un fonoaudiólogo para vencer su tartamudez. Cuando sucedió en el trono a Eduardo VIII realizó su primer discurso retransmitido por radio. Fue para anunciar la declaración de guerra a la Alemania nazi en 1939. La película El discurso del rey abunda en la epopeya regia. 

Felipe VI está acostumbrado a hablar en público casi desde niño. Desde que era príncipe. Su voz está muy bien entrenada. Por eso este año se notó que sobreactuada. En el fondo y en la forma. En el fondo porque nos quiso dar una grandilocuente lección de historia y en la forma porque lo hizo desde un escenario ostentoso y extemporáneo. El discurso del rey no tuvo el éxito esperado. Se cayeron un millón y medio de televidentes y desde el gallinero, nacionalistas y partidos emergentes patearon contra sus palabras, mientras los que aún ocupan el patio de butacas aplaudieron con manos y orejas. En las casas, la gente prefería conversar con la juventud recién llegada del exilio económico. De esa historia no

contó nada el rey. Plácido regresó también. A la tele con la película de Luis García Berlanga y al Palacio de Cibeles donde Manuela Carmena, mano a mano con el padre Ángel, convidó a una cena de lujo a 220 personas sin techo y sin recursos, precipitadas en los márgenes del sistema por los efectos de la crisis controlada. 

Futuro

Una escena que se dibuja entre la España berlanguiana de ponga un pobre en su mesa, que es el pasado, y el de la España pluripartidista que se ha dibujado con los resultados electorales del 20-M, que es el futuro, a falta de una ley electoral que haga justicia con un reparto más proporcional de votos y escaños.

La alcaldesa de Madrid es mucha alcaldesa. Sin prisa pero sin pausa, sin mojarse en la campaña electoral, hace un guiño a las personas más vulnerables. Las olvidadas del discurso del rey. Olvidadas fueron también todas las víctimas de violencia de género. Habrá que recordarlas en nuestra carta a las

Reinas Magas. O a Las sufragistas, ahora que ellas también están de película: «Merry Chritsmas and vote for women in 1910», escribieron en sus combativas tarjetas navideñas con una niña como protagonista.

Lo que ha hecho Manuela Carmena me suscita tanto repelús como simpatía. Rechazo porque creo que la justicia se debe ejercer mejorando leyes, servicios, con más oportunidades, redistribución. Simpatía porque la alcaldesa de Madrid tiene esa manera tan natural de hacer las cosas que las puertas que abre

no chirrían. 

Vientos

Aunque entren vientos. Como los que se han colado desde la caverna mediática con su propuesta de incorporar a Reinas Magas a la cabalgata tradicional. Ya era hora. Pero le puedo decir que hace años, unos cuantos, nos anticipamos a su propuesta en Armunia. Yo hice de Baltasara. Y recuerdo que Pili,

que cantaba como un ángel haciendo de ángel en la Pastorada, hizo de Melchora o Gaspara.

Manuela Carmena es mucha Manuela pero en Armunia tenemos a Tili, a Estilita Arias, que es buena gente y memoria viva del pueblo, y tiene claro que ni el género ni la edad importan para mantener

la tradición. Ahora que las mozas tienen otras costumbres son las mujeres mayores, y algún hombre, quienes mantienen la tradición de cantar el Ramo de Navidad en la misa del Gallo. Una tradición que este año ha desaparecido del programa municipal de Navidad como por arte de magia. No es culpa del festival, sino del concejal de Fiestas que se ha sacado de la chistera los pasacalles navideños. El ramo no es un mero un objeto, por muy grande que luzca en la plaza de las Cortes. El ramo hay que cantarlo y escenificarlo.

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