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La magia del circo

Desafío a los límites

Dicen que engancha y sorprende a quien lo prueba. Hacer acrobacias y poner a prueba tu propio cuerpo, son sólo dos de los aspectos que enseñan en La escuela de circo leonesa, La Pequeña Nave

Un momento de las clases de telas aéreas del pasado fin de semana en La Pequeña Nave.

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León

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Les une la pasión por el circo. Pablo Parra, Víctor Martínez y Elena Cennerelli decidieron hacer de lo que más les gustaba su profesión. Por eso pusieron en marcha La Pequeña Victoria Cen, una compañía de circo en la que dar rienda suelta a sus ansias de este arte, unido a la danza y al teatro, Fue así como surgió este iniciativa leonesa que todavía no ha cumplido los dos años.

Víctor estudió en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (Inef) y Pablo se dedicaba ya antes a las artes escénicas. A ambos les fascinaba el mundo del circo y «por eso decidimos fundar una compañía, con la intención de dedicarnos profesionalmente a ello», explican. A uno le enganchó el poder desafiar sus propios límites a través del mundo artístico, «el conectar, el transmitir»; el otro llegó al mundo circense buscando algo más humanista que la actividad física, «algo más artístico que el rendimiento físico sin más».

Las telas aéreas son una de las técnicas que enseñan en la Pequeña Nave. SECUNDINO PÉREZ.

Y se pusieron manos a la obra. Empezaron poco a poco. Primero en las instalaciones de la Universidad de León y después en espacios que les iban cediendo gimnasios y ayuntamientos. Hasta que se asentaron definitivamente en la nave que ahora tienen en la avenida Alcalde Miguel Castaño. Es el cuartel general de La Pequeña Nave, una rama de La Pequeña Victoria Cen que se dedica a enseñar la magia del circo a todo el que quiera. Allí muestran las técnicas del trapecio o de las telas aéreas, entre otros. Un espacio de 180 metros cuadrados y siete metros y medio de altura, suelo acolchado, moqueta o enganches de seguridad que reunía las condiciones necesarias para poder impartir las clases. Su sueño comenzaba a tomar forma.

Para todos

A estas instalaciones acuden una treintena de personas que todo tipo y condición, pues tanto Pablo como Víctor aseguran que esto engancha a gente de todas las edades. «Tenemos alumnos desde los trece años hasta cerca de los 60», apuntan. Ambos coinciden en afirmar que «el circo no tiene edad; un bebé puede ser ‘clown’ y un sexagenario puede ser acróbata. No hay límite ni para que el que lo practica ni para el que lo ve». De hecho, animan a probar a todo el que le llame la atención, pues aseguran que la gente se sorprende.

En sus cursos trimestrales —cuya última edición acaba de comenzar y aún están abiertas las inscripciones— de una hora y media semanal ofrecen «un ambiente seguro, no competitivo, en el que la nota dominante es el buen humor y donde, sobre todo, ofrecemos probar cosas que desafíen tus límites, como ponerte boca a bajo colgado de una cuerda». Allí, todo el mundo aprende y «procuramos crear un ambiente participativo entre todos». Empiezan con el calentamiento, después enseñan la técnica y terminan con los estiramientos finales.

Como espectadores, el circo les ilusiona, pero lo que les fascina de verdad es ver la ilusión reflejada en la cara de la gente cuando lo disfrutan.

Pero no sólo enseñan. La Pequeña Victoria Cen les sirve también de plataforma para actuar y les ha llevado a distintos puntos de Castilla y León, si bien en su anterior etapa profesional como miembros de Cirkofrénicos visitaron varios rincones del mundo. Partiendo del circo como lenguaje corporal, ahora tienen dos espectáculos en macha: uno basado en los malabares, llamado Tríodedos, y otro más centrado en la poesía y la belleza, más emotivo y más emocional. El nombre de este último es Gigante y su preestreno tendrá lugar el próximo 5 de marzo a las 21.00 horas en El Albéitar, dentro de un ciclo de artes escénicas que organiza el propio centro cultural. Además, La Pequeña Victoria Cen tiene una parte social relacionada con las clases y las actuaciones, pues han colaborado en algunos proyectos con la Fundación Juan Soñador o con actuaciones en colegios. Proyectos sociales a los que les gustaría dedicarse más en profundidad, pues son muchos los que aseguran que el circo puede ser también una terapia. «El circo social existe y es un concepto bastante desarrollado, sobre todo en algunos países de Europa», argumentan.

No trabajan con animales. El suyo es un concepto más centrado en los lenguajes corporales. Los payasos son otra técnica con la que tampoco trabajan en esta compañía leonesa.

El mundo circense es enorme y sus posibilidades, numerosas. Desde equilibristas hasta a abuelos con una nariz roja. Toda la ilusión tiene cabida aquí.

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